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Un algoritmo para la despoblación

12/05/2025
En: abc.es
Digital
El fantasma es ya una realidad en Córdoba y no la recurrente geografía del abandono de territorios que se estereotipa en la ancha Castilla o la Galicia y Asturias rural El escenario público y privado de Córdoba se ha llenado de foros sobre Inteligencia Artificial. Sanidad, educación, empresa, agricultura, gestión deportiva (curiosamente no la política)... Y está bien que esta tierra se quite ese sambenito de atraso larvado en una estructura económica básica ... y que ha buscado siempre el resultado pronto y fácil. Los detractores de la IA apuntan siempre la alta factura laboral que puede pagarse por delante de las ventajas que puede ofrecer en campos esenciales para la vida humana. Sin embargo, mientras aumentamos la potencia del foco puesto sobre esta vanguardia tecnológica, se oscurecen problemas de calado que requieren de un debate más profundo y urgente ante la peligrosidad que arrojan las estadísticas. La provincia de Córdoba lleva ya varios trimestres liderando la pérdida de población en España. Ha entrado en las 'listas negras' del fenómeno. Una sangría sigilosa y venenosa ante la que da la sensación de que nuestros poderes públicos y socioeconómicos optan más por la estrategia del avestruz. Rehuyendo que el fantasma es ya una realidad y no la recurrente geografía del abandono de territorios que se estereotipa en la ancha Castilla o la Galicia y Asturias rural. En los últimos trece años Córdoba ha perdido casi 34.000 habitantes y se ha convertido en el territorio español donde menos peso tiene la población inmigrante, cuya movilidad obedece al atractivo laboral y económico estable, cuestión que en estos lares no pueden ofrecer. Primero por la temporalidad de sus dos principales actividades: el turismo y sus servicios y la agricultura. Segundo, porque la mano de obra local siguen teniendo estos caladeros de contratos como única vía de sustento, y si acaso en los últimos lustros va dejando hueco en la dura tarea agrícola, inmersa a su vez en una crisis de costes, reforma de cultivos y digitalización. Pero no tiene la culpa la IA de este punto crítico de despoblación. Ni se trata de prejuzgarla. Las carencias son más graves y conforman un ramillete pesado que va desde la natalidad a la fuga de talento, de las importantes lagunas en infraestructuras y servicios básicos (carreteras, agua, energía eléctrica) al propio patrón económico, tan sólido como irreversible y poco estimulante para la llegada de nuevos vecinos. La capital, que viene ganando habitantes, aumenta la brecha con unos municipios marcados por el mismo problema, extendido de norte a sur sin excepciones. Y el envejecimiento sube peldaños y se topa con la falta de recursos asistenciales en muchas localidades que aún les aísla más. Si esa IA nos diera un algoritmo capaz de resolver esta ecuación, sería cuestión solamente de la voluntad necesaria para poner en prácticas sus recetas. Pero mucho me temo que no es la despoblación un elixir electoral ni una cosechadora de votos. Y tampoco la IA parece ir por esos derroteros.
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