Las agricultoras y ganaderas de Tenerife reivindican la falta de relevo, la competencia desleal y el abandono del un sector clave en la soberanía alimentaria de Canarias Por qué no llamamos cocineras a las mujeres que llevan décadas cocinando en su casa A sus 69 años, Dulce Acevedo sigue levantándose cada mañana antes de que salga el sol y terminando su día cuando la tierra no da más de sí. En su finca ecológica La Calabacera, en Guía de Isora (al sur de Tenerife), cultiva plátanos, viñas, olivos, frutales y hortalizas con la misma energía con la que lo hacía cuando era joven. Sus plantaciones, a diferencia de otras de la misma zona, utilizan un sistema que optimiza cada recurso. "Nosotros siempre hemos regado un 30 o 40% menos de lo que recomiendan", explica Acevedo con la seguridad de quien conoce su tierra mejor que nadie mientras enseña una de sus robustas plataneras. Sabe que en el campo, el agua es oro. Y en Canarias este bien escasea. No es la única tinerfeña que se atreve a desafiar lo establecido. En el otro extremo de la isla, Pilar Carballo cambió las llamadas de emergencia del 112, donde trabajaba hace 7 años, por el balido de las ovejas. "Un día me dio una emergencia a mí misma y salí de allí corriendo", dice con una sonrisa. Ahora cría cordero ecológico, el único de Canarias, en su finca La Jara (Arafo) y se enorgullece de alimentar a su rebaño en un paisaje natural protegido. Además gestiona un agrosistema ecológico, donde también produce huevos ecológicos y cultiva productos de huerta de temporada, con un modelo de negocio basado en la venta directa. Confiesa que, aunque vivamos en el siglo XXI; hacerlo sigue siendo psicológicamente agotador por la presión social. "Dicen que en el campo solo estamos dos tipos de mujeres: las 'hippies locas', las que decidimos cambiar de vida porque creemos en esto, y las que han heredado la finca y no han tenido más remedio que seguir". Tanto Acevedo como Carballo pertenecen a un mundo que históricamente las ha relegado a la sombra de los hombres, aunque su papel hoy en Canarias sea más importante que nunca. "¿Qué pasaría si los barcos dejaran de llegar?", pregunta retóricamente Carballo, explicando que la soberanía alimentaria es una utopía difícil de alcanzar en un archipiélago que depende de la importación. En los mercados tinerfeños conviven plátanos ecológicos que no cubren costes con uvas que desafían el salitre del Atlántico. "Nos pagan los plátanos a 50 céntimos cuando producirlos cuesta casi 80", lamenta Acevedo, asegurando que el plátano canario afronta una de las crisis más graves de su historia por la competencia desleal de bananas extranjeras, los costes de producción y la falta de apoyo al producto local. En Canarias La soberanía alimentaria es una utopía difícil de alcanzar en un archipiélago que depende de la importación Aunque su trabajo esté mal pagado, ambas mujeres siguen luchando por mantener una agricultura y ganadería de calidad en la isla. No son las únicas, de hecho, en Canarias sorprende un dato: el 29% de los 14.190 afiliados del sector agrario a la Seguridad Social son féminas, un porcentaje muy similar en el caso de la isla de Tenerife y muy superior al del resto de España. ¿Por qué? Carballo lo tiene claro: "Históricamente, Canarias ha sido un pueblo que, por su lejanía, no ha tenido más remedio que cultivar su propia comida. La tierra nos ha sostenido. Se abandonó en su momento, pero ahora las nietas y las hijas están volviendo". Ese regreso también se está viviendo en el mundo del vino, un terreno vedado para las mujeres durante años. Carmen Gloria Ferrera, que pertenece a la tercera generación de bodegueras de su familia (Bodega Ferrera, ubicada en el Valle de Güímar), recuerda bien las barreras que sus antecesoras tuvieron que romper. "Antes no dejaban entrar a las mujeres en las bodegas", cuenta. Su abuela lo hizo y, con ello, marcó un precedente. Fátima Hernández, de Bodegas LoHer, en Taraconte-Acentejo, representa la otra cara de la moneda: ella le pegó un gran susto a su padre cuando le planteó (hace pocos años) ser la primera mujer en tomar las riendas de la bodega familiar. "Mis antepasados vendían a granel. Yo quise contar la historia del vino de otra manera", explica. Para hacerlo, ha recuperado viñedos antiguos y transformado su producción en un referente dentro del sector. "Mi padre no me lo dice, pero yo sé que está orgulloso". Históricamente, Canarias ha sido un pueblo que, por su lejanía, no ha tenido más remedio que cultivar su propia comida. La tierra nos ha sostenido Tanto Hernández como Ferrera han vivido el cambio de percepción en un mundo donde, hasta hace poco, se asumía que el bodeguero debía ser un hombre. "Al principio, cuando llegaba un cliente, siempre preguntaban por 'el dueño de la bodega'", recuerda Ferrera. "Ahora eso ya está cambiando". Para apoyar el trabajo de todas estas mujeres, en los últimos años han surgido iniciativas como Mujeres Rurales de Tenerife, un proyecto impulsado por el Cabildo que busca darles visibilidad y que está siendo impulsado nacionalmente con el apoyo de la Guía Repsol. A través de programas de formación, asesoramiento y acompañamiento, este proyecto está consiguiendo que cada vez más mujeres se animen a emprender en el medio rural. Para muchas, este espacio ha sido clave. "Es importante ver que no estás sola, que hay otras como tú, que esto es viable", dice Pilar Carballo, asegurando que la iniciativa la ha servido también para hacer que su historia lleguen más lejos. Ella, que recibió el premio Mujer de Rural de Canarias, asegura que aunque "el reconocimiento público ayuda", lo que más nutre es ver que cada vez más mujeres dan el paso. Explica los motivos: uno porque el campo, más que nunca, necesita relevo generacional y, dos, porque la soberanía alimentaria en Canarias está en peligro. La iniciativa Mujeres Rurales de Tenerife está consiguiendo que cada vez más mujeres se animen a emprender en el medio rural La desaparición de la agricultura y la ganadería local tendría consecuencias imprevisibles en una tierra que depende de la importación para abastecerse. Carballo lo afirma con crudeza: "Sin mujeres en el campo, no habrá futuro: las placas solares no dan de comer". La frase provoca risas nerviosas entre sus compañeras, pero todas asienten. No es una exageración, es una realidad que muchos prefieren ignorar.