De nuevo erupción, los vinos secos canarios van lentamente ganando prestigio y se están convirtiendo en un atractivo poderoso. Porque visitar Tenerife y su impresionante majestuosidad del Teide , la mayor altura de España con sus 3.715 metros, a veces cubierta de nieve y otras vestido con saya de nubes, es enfrentarse a uno de los paisajes más sorprendentes del mundo, un paraíso hecho a mano con el tesón y la paciencia que caracteriza a los canarios. Nacidas de las entrañas del planeta, en un vómito de fuego solidificado por el mar, la mayor de las Islas Afortunadas se ha convertido en un vergel de viñas sobre la ceniza, donde se encuentra la más variada expresión vitícola, con zonas tan singulares como El Sauzal, corazón de Tacoronte-Acentejo, surcada por barrancos que bajan desde las faldas del Teide hasta el mar; Abona, más seca y árida, en un paisaje abrupto salpicado por un conjunto de conos volcánicos que se extiende desde cerca de la costa hasta unos 1.700 metros, en la falda del Parque Nacional del Teide ; Valle de Güímar, una depresión geográfica situada en el sureste de la isla, de profundas quebradas de gran belleza, los característicos lomos , cuyas laderas y vaguadas crean microclimas singulares; Ycoden-Daute-Isora, hogar de los antiguos reinos Guanches, llamados Menceyatos, donde aún es posible admirar los milenarios dragos (árboles dragón), antaño muy apreciados por las supuestas virtudes medicinales de su roja savia, lo que les ha llevado a la casi desaparición; o el mágico Valle de la Orotava, con sus palacios de fina balconería escoltados por palmeras. A su belleza paisajística se unen unas condiciones climáticas y edafológicas únicas: su particular e impresionante orografía de origen volcánico, con sus suelos de arena o ceniza, también conocidos como picón , manto protector de color generalmente oscuro, poroso, ligero, permeable, capaz de fijar humedad del ambiente, que aporta a los vinos, fundamentalmente blancos, un toque muy sugestivo. Y donde la vid se integra en el paisaje de terrazas de vértigo, o se guarnece en inverosímiles agujeros; su régimen de vientos alisios que suavizan y humedecen el ambiente, compensando la escasez de lluvias; la gran diferencia térmica entre la noche y el día; los lentos ritmos vegetativos que permiten una perfecta maduración de la uva. Porque Tenerife es mucho más que sol y playa. Es, también, un destino enogastronómico singular, y puede convertirse en una experiencia de enoturismo única en el mundo. Y disfrutar de excelentes vinos, la mayoría a precios muy competitivos. Una buena muestra son estos 4 blancos y 2 tintos.