Ahora que la pertinaz sequía pende como una amenaza existencial sobre la viticultura española, tal vez sería bueno prestar más atención a la variedad francesa viognier , cepa robusta y resistente, alguno de cuyos clones soportan bien la escasez de agua, aunque su cultivo es complicado porque le afecta mucho las heladas, y es sensible a algunas enfermedades como el oídio. Para mostrar todo su potencial debe ser vendimiada en su punto óptimo de madurez, evitando desequilibrios como su tendencia a una importante acumulación de azúcares que elevan el grado alcohólico de los vinos y reducen la acidez. Dificultades que propiciaron una lenta disminución del cultivo, estando a punto de extinguirse en su lugar de origen, el Valle del Ródano, aunque algunos sostienen que es oriunda de la Dalmacia, en Croacia. En los años 60 del siglo pasado tan solo unas 16 hectáreas sobrevivían a duras penas. Pero los excepcionales y altamente cotizados vinos blancos secos de viejas cepas de viognier , elaborados en la prestigiosa denominación francesa Condrieu, capaces de superar habitualmente los 150 euros la botella, despertaron el interés en numerosas zonas vitivinícolas de todo el mundo, deseosas de romper con la estandarizada tendencia a la chardonitis . Pronto su cultivo se extendió por Australia, Sudáfrica, Chile, Argentina, Estados Unidos, Alemania, Austria, Italia, Grecia, Portugal y España. Uno de los primeros en plantar Vioger en España fue la bodega Vallegarcía, creada en 1997 por Alfonso Cor-tina, con el asesoramiento de Carlos Falcó. Pequeños viñedos de viognier se plantaron en zonas de Castilla y León, Castilla-La Mancha, Cataluña, Murcia, Baleares, o en Tenerife. Según datos del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación , en 1999 había 34 hectáreas de viñedo, que ascendieron a 72 en 2009, y que hoy ya suman 624 hectáreas. Las razones de esta milagrosa recuperación y posterior extensión por todo el mundo se deben a sus vinos potentes, pero delicados, sutilmente complejos, muy aromáticos, con gran variedad de notas frutales en las que destacan las frutas blancas maduras y tropicales, un sugerente paisaje floral, notas de hierbas silvestres, y especiadas en el postgusto. Se trata de blancos untuosos, muy versátiles, buenos para armonizar una amplia gama de comidas, o tomados solos, por su potencia y madura sapidez. Dan fe de todo ello esta selección de seis entre los mejores. Puedes seguir a EL PAÍS Gastro en Instagram y X .