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Seis sorprendentes vinos tintos andaluces

24/04/2024
En: elpais.com
Digital
Andalucía, tierra de sol, fresca y solana, de montañas coronadas de nieve, profundos valles de luminoso verdor, suaves colinas pintadas del blanco por sus pueblos encalados, es un continente en miniatura, donde se encuentran las mayores alturas de la península y el mayor desierto de Europa. Un paraíso para la uva desde que la trajeran a estas tierras los fenicios. La viticultura, de tradición milenaria, ha ido decantándose por las variedades blancas, casi monopolizadas por la palomino y, en menor medida, la pedro ximénez, que solo hace grandes vinos en las bodegas del Marco de Jerez y las cordobesas de Montilla-Moriles. Según datos de la Junta de Andalucía, en el año 2022 la extensión de viñedo es algo inferior a las 25.000 hectáreas, pero solo el 17% es de variedades tintas. La excepción son los magistrales dulces de moscatel. Sus tintos buscan la altura para estilizarse y ganar elegancia. Así en la Serranía de Ronda, la Alpujarra, la Sierra Norte de Sevilla, la sierra Sur de Jaén. En estas tierras, el tinto se encara con la gloria aferrado a los contrafuertes, buscando la maduración lenta y escapar de las olas de calor que maduran en exceso las uvas. Vinos de altura, algunos a mil metros sobre el nivel del mar, bien diseñados y mejor concebidos. El tinto primero se refugió en las sierras malagueñas, con Ronda como epicentro, mientras la variedad autóctona tintilla de rota esperaba su momento. Pero también en las tierras gaditanas, particularmente en Arcos de la Frontera, una maravillosa ciudad encaramada en los lomos del cerro, con Grazalema y sus casas encaladas, al fondo. Aquí hay agua -es el lugar de España donde más llueve-, sol, y suaves colinas. Un microclima de fuerte personalidad que se refleja en sus vinos. Tiene Andalucía, soleado y luminoso, climas de todas las peculiaridades, válidos para el cultivo de numerosas variedades, así como numerosos y variados terruños aptos para la elaboración de tintos con fuerza y personalidad. Además, la mayoría del viñedo se encuentra a una altura comprendida entre los 600 y más de 1.000 metros de altitud, con contrastes térmicos acentuados, condición imprescindible para obtener grandes tintos. Pero tal vez necesite Andalucía una decidida política de recuperación de variedades tintas autóctonas que incentive el loable trabajo de bodegueros, como ha ocurrido con la tintilla de rota y, en menor medida, la romé. En todo caso, el viñedo andaluz ha sabido reestructurarse, liberarse de conservadurismos y rutinas, para volver a ser el paraíso de la uva, la tierra de poetas encendidos por la embriaguez de su mejor vino. Una buena muestra son estos extraordinarios tintos capaces de convencer al mayor escéptico. Puedes seguir a EL PAÍS Gastro en Instagram y X .
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