Si hay dos palabras que están sujetas a grandes prejuicios éstas son "natural" y "artificial". Lo natural es lo bueno, y lo artificial es lo malo. En el cine lo natural es la humanidad que se abre camino entre los robots o dinosaurios creados en laboratorio, que sería lo artificial, lo malo. En las profesiones, los médicos equivaldrían a la naturaleza, todo el mundo los quiere, sin embargo los abogados levantamos recelos con nuestros artificios legales. Hay que exceptuar cuando tienes un problema legal y de repente te entran ganas de tomarte unas cañas con aquel amigo abogado que te cae tan bien. Pues no Señores, no es así. El veneno de la cobra es de lo mas natural, directito de sus colmillos a tus arterias, y en un rato puedes doblar la servilleta y fundido a negro. Su antídoto mas popular es un suero que contiene anticuerpos producidos por otros animales, como caballos, que necesita de unos procesos en laboratorio para su producción. En este caso, como en tantos otros, lo natural te mata, y lo artificial te salva la vida. No se imagina el avezado lector la cantidad de veces que los abogados, montados sobre águilas gigantes como Gandalf el blanco, hemos tenido que batirnos el cobre en pleitos de sanitarios salidos de Mordor en busca de su tesoro... Pues con la alimentación ecológica pasa algo parecido. Industria multimillonaria Lo que comenzó siendo una elección minoritaria, hoy es una industria multimillonaria. Supermercados, restaurantes, plataformas de reparto y hasta pequeños comercios de barrio han incorporado alimentos etiquetados como "eco", "bio" u "orgánicos", reflejando una demanda que no para de crecer. Pero, ¿realmente es mejor para la salud? ¿Es más sostenible? ¿Es otro filón para que nos tomen el pelo? Un alimento ecológico, también llamado "orgánico" o "biológico" (según la terminología utilizada en distintos países europeos), es aquel que ha sido producido respetando una serie de normas estrictas que excluyen el uso de productos químicos sintéticos, como pesticidas o fertilizantes artificiales, y que promueve la biodiversidad y el bienestar animal. Tomates del huerto Cada año tu cuñado Zoilo te regala, altanero, un cubo de tomates de su huerto, que él mismo califica como ecológicos. No necesariamente lo son, ya que si adquirió las semillas entre las baratitas del vivero, sin certificación de origen ecológico, no lo serían, por mucho que los abone con las deposiciones de las vacas de su cuñado. Los cuñados a su vez tienen otros cuñados, son cuñados fractales, y sus conocimientos son ancestrales. ¿Por qué tienen cada vez más demanda los alimentos ecológicos? A grandes rasgos, porque contienen menos pesticidas, menor uso de antibioticos, son mejores para el medio ambiente, el bienestar animal y el impacto climático. En las explotaciones ganaderas ecológicas, los animales suelen tener acceso al exterior, se les proporciona más espacio y su alimentación debe ser también ecológica. Esto, en principio, se traduce en mejores condiciones de vida respecto a las granjas intensivas convencionales. En resumen, la alimentación ecológica está a favor de lo bueno y en contra de lo malo. De momento lo natural va ganando, como siempre, pero... Lo 'eco' es de todo, menos económico Lo "eco" es de todo, menos económico. Si ves un producto con el sello "eco", "bio", "happy food" o cualquier etiqueta que te de buen rollito, y tenga un coste normal, lo más seguro es que te estén engañando. Los alimentos ecológicos pueden costar entre un 20% y un 100% más que sus equivalentes convencionales. Esto se debe a menores rendimientos, mayor trabajo manual y certificaciones costosas. Aunque el precio refleja en parte costes ambientales no asumidos por los productos convencionales, sigue siendo una limitación importante para familias con pocos recursos. La obsesión por lo "eco" puede llevar a incoherencias como importar manzanas ecológicas de Chile, con una huella de carbono muy superior a las manzanas locales no ecológicas Aparte del menor rendimiento agrícola, este tipo de alimentación es mas vulnerable a las plagas. Además, aunque por hectárea puede haber menor impacto, si el rendimiento es mucho menor, el impacto por kilo producido puede ser igual o incluso mayor, dependiendo del tipo de cultivo y del contexto climático. Dicho de otro modo, y esto conviene subrayarlo, si toda la industria alimentaria fuera ecológica el impacto medioambiental sería igual o mayor. La obsesión por lo "eco" puede llevar a incoherencias como importar manzanas ecológicas de Chile, con una huella de carbono muy superior a las manzanas locales no ecológicas. Esto refleja que "ecológico" no siempre es "sostenible" en términos globales. Quizá lo que mas mueva al consumidor a buscar lo ecológico es la salud. Con el repasito que le estoy dando a la alimentación "bio", pensará ya el lector que voy a decir que lo eco es peor para la salud. No diré eso, pero sí que la diferencia nutricional no es significativa (según todas las fuentes consultadas), pero con matices: algunos productos ecológicos pueden contener más antioxidantes o ciertos compuestos beneficiosos, como los polifenoles. La menor presencia de pesticidas puede tener un beneficio indirecto para la salud a largo plazo. La menor exposición a antibióticos puede contribuir a reducir la resistencia bacteriana. El riesgo de elitización Un problema poco discutido del boom ecológico es el riesgo de elitización del acceso a los alimentos sanos. El modelo actual tiende a crear un mercado dual: alimentos convencionales baratos y alimentos ecológicos caros, solo accesibles para ciertas clases sociales. Cada año la MPAC, Mesa de Participación de las Asociaciones de Consumidores, saca conclusiones sobre hábitos de consumo y alimentación, y el dato de que las familias con mayor poder adquisitivo consumen alimentos mas saludables que las de menor renta se repite cada año, lo que se refleja también en el consumo de lo ecológico, que ha pasado de ser "cosa de hippies" a encarecer las cartas de nuestros restaurantes mas exclusivos. No se trata de idealizar ni de demonizar. Ambas opciones pueden coexistir perfectamente, y ambas son buenas si las materializamos en la dieta mediterránea, que, aunque suena a tópico, mantiene desde hace muchos años a España en la champions league de la esperanza de vida. Cuando tu cuñado te dé sus tomates "ecológicos", tu sabrás que no lo son, y el pitarra que tomáis, menos aún, pero tranquilo, querido lector, que tendrás pariente para muchos años. José Miguel Campos Parra es abogado, director de Dereccho Abogados en Cáceres y presidente de la Asociación de Consumidores y Usuarios de Extremadura Suscríbete para seguir leyendo