Indicar en la etiqueta el lugar de procedencia de determinados alimentos es determinante para los productores. Al igual que ha sucedido recientemente con la leche , el Gobierno trabaja en un Real Decreto que obligará a que la miel incluya su país de origen , mejorando la transparencia de la información que recibíamos hasta este momento y respondiendo a una demanda histórica de los apicultores españoles.
Los consumidores solo tenemos una herramienta para hacer elecciones alimentarias conscientes: la información veraz.
Información en el concepto más amplio del término: conocimiento de los valores nutricionales de un producto, proceso de elaboración, composición, efectos metabólicos de determinados nutrientes o incluso cómo se han obtenido las materias primas desde el punto de vista social y ético.
Hay marcas que buscan despistar al consumidor poniendo reclamos como "miel envasada en los Pirineos". Envasada, no recolectada
Cada decisión alimentaria que tomamos tiene un impacto del que no siempre somos conscientes. Podemos reforzar estrategias de mercadotecnia desleales o desmontarlas, impulsar el crecimiento de empresas multinacionales o apoyar el desarrollo local, reforzar la compra inconsciente o apostar por un modelo de consumo más sostenible.
E incluso, en el ámbito individual, empeorar nuestra salud o mejorar nuestra calidad de vida.
La información alimentaria que recibe el consumidor es decisiva. De ahí la trascendencia de este proyecto de Real Decreto.
Lo que nos dice el etiquetado
La normativa vigente en España exige que se indique el país de origen en el que la miel haya sido recolectada, pero incluye una excepción si se trata de mezcla de mieles: en ese caso, es suficiente con que se indique "mezcla de mieles originarias de la UE", "mezcla de mieles no originarias de la UE" o "mezcla de mieles originarias y no originarias de la UE", según las circunstancias concretas.
Además, no se establece una proporción mínima para la mezcla: 50% de la miel procedente de países de la UE y 50% de países de fuera de la UE o 99%-1%. No hay límite. Tampoco es necesario especificar cuáles son esos países.
De esta forma, lo que se encuentra mayoritariamente en el mercado son "mezclas de mieles originarias y no originarias de la UE" que cumplen así con la normativa. Pero hay varias circunstancias que pueden liar al consumidor.
España exporta el 77% de la miel recolectada. Y el 82% de la miel consumida es importada, la mayor parte desde China
La primera fuente de confusión es un requisito legal: la empresa que comercializa el producto tiene que identificarse en la etiqueta. Si es una empresa con sede en España, encontraremos un nombre y una dirección de nuestro país. Pero solo indica que quien la comercializa tiene su sede social en España, no implica que la miel haya sido recolectada aquí.
Pero también hay estrategias de márquetin que buscan intencionadamente despistar al consumidor, por ejemplo, incluyendo en los anuncios y en la etiqueta paisajes que recuerden parajes nacionales o, directamente, poniendo reclamos como "miel envasada en los Pirineos". Envasada, no recolectada. El diablo está en los detalles.
Cifras que importan
Cabría preguntarse si una información tan mínima como indicar el país de origen de la miel puede tener alguna repercusión real sobre el mercado. Y la respuesta la tenemos los consumidores: ¿sabemos de dónde viene la miel que compramos?, ¿nos importa su origen?, ¿pagaríamos más por conocer este dato?
Esto es lo que el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación quiere averiguar con su consulta pública , en la que puede participar cualquier ciudadano.
Por el momento, lo que tenemos son otros datos. Aplastantes.
Aunque nuestro país produce miel suficiente para satisfacer el 79% de la demanda interna, exportamos el 77% de la miel recolectada. Y que el 82% de la miel consumida en España es importada.
Puede haber varias razones para exportar la mayoría de la producción, a la vez que tenemos que importar para cubrir la demanda. Pero hay un dato objetivo: según el Ministerio , exportamos cada kilo de miel a 3,96 , y la importamos a 2 /kilo.
Apicultores afectados, consumidores vulnerables
¿Por qué la miel española vale casi el doble que la miel que importamos de otros países?
La miel que importamos a España procede principalmente de China , que nos suministra el 57% de toda la miel que compramos a países de fuera de la UE. Un país con sistemas de producción y condiciones laborales muy distintas de las nuestras.
Por otra parte, la miel es un producto que se puede adulterar muy fácilmente. Al estar compuesta esencialmente por azúcares (entre el 75-85% de la composición es fundamentalmente glucosa y fructosa ), se puede mezclar con jarabes (agua con algún azúcar de bajo coste) para conseguir mucha más cantidad de "miel" con un producto infinitamente más barato. La diferencia solo puede detectarse con métodos analíticos en un laboratorio: es una jugada maestra.
La venta de miel adulterada en la Unión Europea es una realidad: la Comisión descubrió que el 6% de la miel estaba adulterada con azúcar. Y cuando las muestras que aparentemente eran correctas se sometían a métodos de análisis más complejos, el fraude alcanzaba el 14%.
Los apicultores argumentan que en estas circunstancias no pueden ser competitivos. Por este motivo, países como Italia, Polonia o Grecia han incorporado la obligatoriedad de indicar el país de origen.
Esta decisión no gustó demasiado a la industria envasadora (que prefiere comprar la miel más barata y seguir etiquetándola como "mezcla de mieles de la UE y de fuera de la UE") y reclamaron ante el Parlamento Europeo con escaso éxito; este organismo no encontró problema a ampliar la información obligatoria y extenderla también al lugar de recolección .
Varios países han mostrado interés en que se modifique la normativa europea para que indicar el lugar de recolección de la miel sea obligatorio en todos los estados miembros. España ha sido el último de ellos, y lo hizo en octubre de este año a través de una pregunta parlamentaria . un mercado más justo.
¿Qué podemos esperar?
El escenario que temen los apicultores es que se obligue a indicar los distintos países de origen de las mezclas de mieles, pero que simplemente haya que ordenarlos en orden decreciente, según la cantidad de miel que cada uno de ellos aporta a la mezcla final.
De esta manera, los consumidores seguiríamos sin saber qué cantidad de miel procede de cada uno de los lugares de recolección incluidos en el etiquetado. Encontraríamos, por ejemplo, "Países de origen: China, Argentina, Portugal, España" y podría significar que el 95% de la miel es de China, el 2% de Argentina, un 2% de Portugal, y un testimonial 1%, de España.
No parece muy transparente.
El papel de los ciudadanos
Cuando hablamos de información alimentaria, lo primero que tenemos que pensar los consumidores es "¿Entiendo lo que me dice la etiqueta?". No es una tarea sencilla y es profundamente injusta, porque se nos pide un esfuerzo desproporcionado en un acto tan cotidiano como la compra de alimentos. Pero hasta que consigamos un etiquetado más claro (que no nos cansamos de reivindicar), es la herramienta que tenemos.
Una vez conseguido esto, si consideramos que la información es insuficiente, luchemos porque sea más clara y leal. Esta vez, la movilización ciudadana y la reivindicación de los productores pueden dar resultados tangibles. Pero no puede quedarse a medias y es el momento de actuar participando en la consulta lanzada por el Gobierno.
Exijamos como consumidores información veraz que nos permita tomar decisiones alimentarias conscientes: esas que nos harán un poco más dueños de nuestras elecciones.
Beatriz Robles ( @beatrizcalidad ) es tecnóloga de alimentos y dietista-nutricionista, máster en auditoría de seguridad alimentaria y entusiasta de la divulgación científica ( www.seguridadalimentariaconbeatriz.com )
NUTRIR CON CIENCIA es una sección sobre alimentación basada en evidencias científicas y en el conocimiento contrastado por especialistas. Comer es mucho más que un placer y una necesidad: la dieta y los hábitos alimenticios son ahora mismo el factor de salud pública que más puede ayudarnos a prevenir numerosas enfermedades, desde muchos tipos de cáncer hasta la diabetes. Un equipo de dietistas-nutricionistas nos ayudará a conocer mejor la importancia de la alimentación y a derribar, gracias a la ciencia, los mitos que nos llevan a comer mal.