Las biólogas Maria Díaz y Laia Batalla dirigen la Escola de Pastors i Pastores de Catalunya, que lleva quince años formando profesionales con un enfoque estrictamente ecológico y de ganadería extensiva Casi todos los estudiantes son personas que vienen del mundo urbano, buscan una vida de contacto con la naturaleza y quieren dejar atrás una profesión de desgaste emocional como enfermería o educación Tradicionalmente, los pastores lo han sido por transferencia generacional. Es un oficio que se aprendía de padres a hijos, absolutamente empírico. Pero ahora también hay pastores que aprenden a manejar los rebaños en el "cole", no solo con la experiencia diaria sino con estudios multidisciplinares que responden a los retos del presente y del futuro. Maria Díaz y Laia Batalla, biólogas, son el tándem que actualmente impulsa la Escola de Pastors i Pastores de Catalunya, que lleva más de quince años formando nuevos profesionales. El enfoque es estrictamente ecológico y relacionado con la ganadería extensiva. "No aceptaríamos alumnos que pretendan dirigir una explotación intensiva con métodos no ecológicos, pero es que ya no llegan hasta aquí. Quien desee trabajar así tiene una buena oferta de otras escuelas de capacitación agraria", declara Batalla. Y admite Laia Batalla que no son estrictamente una escuela de formación profesional, sino que en sus cimientos hay una propuesta política: "Entendemos la profesión como una actividad que produce alimentos sanos y no compromete los recursos futuros. Si puede ser, que venda el fruto de su trabajo sin intermediarios y que tenga una base familiar o colectiva". Desde sus inicios en 2009 -al principio con la dirección de Vanesa Freixa, que cedió la dirección al actual equipo-, han surgido de sus aulas 250 pastores nuevos. Maria Díaz tiene claros los datos: "el 60% de los que acaban la formación continúan con la actividad. Es un porcentaje mucho más elevado que el registrado en otras escuelas agrarias. La mitad, más o menos arrancando un proyecto propio y el otro 50% trabajando en granjas ya establecidas". La formación de los alumnos se basa en diez semanas de teoría y cuatro meses de práctica. Las clases las imparten todo tipo de profesionales, desde veterinarios a técnicos del Parc Natural del Alt Pirineu, médicos, guías de montaña, gestores fiscales, amaestradores de perros, queseros y, por supuesto, otros pastores y ganaderos. "Son gente con gran entusiasmo. Que cobran por su actividad, sí, pero que no lo necesitan, pues ya están más que atareados. Lo hacen por contribuir a mejorar el futuro del sector ganadero", afirma Batalla. Y aunque no se ahorra críticas a la Administración por algunas de sus políticas, también recalca que "se muestra colaborativa, y en ese sentido tanto la Generalitat como las diputaciones de Lleida y Barcelona nos ayudan a apuntalar económicamente la Escola". Díaz reconoce con un resoplido que buscar financiación es una de las ocupaciones que absorbe más tiempo, pues tienen que estar siempre pendientes de subvenciones. "También podríamos tener matrículas más altas, pero no forma parte de nuestro ideario". Díaz recuerda que un curso cuesta 1.500 euros, y ello incluye los cuatro meses de prácticas en una finca ganadera, generalmente escogida a gusto del propio alumno. La formación El curso, de diez semanas de teoría y cuatro meses de práctica, cuesta 1.500 euros y las clases son impartidas por todo tipo de profesionales, desde veterinarios a técnicos del Parc Natural del Alt Pirineu Como no son partidarias de que los recién licenciados se lancen a la piscina de abordar un proyecto económico desde cero, incentivan que prueben primero en explotaciones ganaderas ajenas. Y desde este año impulsan el Espacio Test Agrario. "A un alumno que ha terminado la formación se le proporcionan unas tierras comunales del ayuntamiento de Gandesa, se le cede un corral y la Associació de Iniciatives Rurals de Catalunya le proporciona un rebaño. Nosotros le hacemos de paraguas fiscal y, nominalmente, Rurbans, la asociación fundadora de la escuela, es la titular de la explotación. En 3 años, ese nuevo pastor tendrá que descubrir si es capaz de llevar adelante con éxito su empresa", señalan ambas biólogas. Y es que quienes se acercan a la Escola de Pastors i Pastores son, casi en su totalidad, procedentes de mundo urbano. "Personas con profesiones con mucho desgaste emocional, como enfermeras, educadores, arquitectos... que buscan una vida en contacto con la naturaleza, gestionando una actividad ecológica". No aceptan que sean una "escuela para estresados": "Más bien para personas concienciadas en que el futuro de la producción de los alimentos está en otras formas de actuación", de las que afirman rescatar lo máximo posible, pues la experiencia y la pericia de los que siempre se han dedicado a manejar rebaños son la base de las prácticas que se imparten. La Escola de Pastors i Pastores apuesta porque los nuevos profesionales sean, además, comercializadores y transformadores de su producto. "Si tú vendes la carne de tus ovejas sin intermediarios o produces la leche y los quesos de tus cabras y los introduces en la red comercial, tienes un valor añadido", indica Laia Batalla. Pero reconoce que hay que encontrar un equilibrio vital. De ahí que fomenten, también, los proyectos colectivos: "si estamos proponiendo que pastores y ganaderos tengan una mayor calidad de vida, no podemos esperar que una persona sola ordeñe, recoja, transforme, venda y lleve su contabilidad". Por eso la Escola también impulsa la llamada Bolsa de Oportunidades. Allí, alumnos, profesores y otras personas del sector tienen un lugar de encuentro para emprender nuevos proyectos, compartir maquinaria, realizar compras colectivas o incluso encontrar tierras. "La red de complicidad y colaboración que se establece entre enseñantes y alumnos y entre ambos colectivos a la vez es una de las cosas de las que nos sentimos más orgullosas", señalan las biólogas. Como impulsoras de proyectos agroecológicos, creen firmemente en la tarea social de gestión forestal que los pastores llevan a cabo. De hecho, incluso se imparte un módulo exclusivo en este ámbito, pues "el Pirineo tiene demasiado combustible amenazando convertirse en el gran incendio que lo arrase por completo. Los rebaños son un agente que lo combaten a diario". El ámbito de la escuela de pastores, que inicialmente se reducía a su comarca nativa, el Pallars Sobirà, ahora está extendido por toda Catalunya, Aragón y Francia. "Y nos llegan alumnos de lugares más alejados, como el País Vasco, precisamente porque quieren formarse en el ámbito agroecológico, lejos de la ganadería intensiva", señalan. Admiten los recelos de agricultores y ganaderos durante los primeros años, pero ahora, tras dieciséis promociones de pastores, creen que la escuela es vista con respeto. Díaz y Batalla no eluden asuntos espinosos como los ataques a los rebaños de osos y lobos. Pero su visión sobre un problema complejo como ese es también una respuesta que rehúye los simplismos: "Los ganaderos y pastores están al límite -indica Laia Batalla-, y cada pérdida por depredación es un golpe moral, además de económico. La llegada de esos animales icónicos no sería tan dañina si se hubiera contado con la complicidad de la gente del país, se les hubiera informado bien, no se pusieran en duda los ataques cuando se producen, se indemnizaran rápidamente, se les diera apoyo que no se basara estrictamente en entregar perros de defensa... En fin, que en el escenario ideal la presencia de la fauna salvaje sería uno más de los problemas de un oficio como este, y no la puntilla". Maria Díaz ve el horizonte futuro de los pastores y ganaderos como esperanzador. "Creo que iremos creciendo en la buena dirección porque es mayor el número de personas que comprende que necesitamos alimentos de calidad provenientes de una ganadería que lo está haciendo cada vez mejor", asegura.