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Los nuevos desafíos del sector vitivinícola

22/10/2024
En: eleconomista.es
Digital
El sector vitivinícola pasa por uno de los momentos más difíciles de su historia. Y eso, que la superficie de viñedo plantada, no ha hecho más que descender en los últimos 40 años intentando equilibrar oferta y demanda. En algunas denominaciones de origen vitícolas, se escucha hablar de sobreproducción, de la necesidad de tirar uva al suelo, de propuestas de arranque, de destilaciones de crisis, y de precios injustos que no hacen interesante continuar con el cultivo... Las cifras indican que, el consumo de vino, en los últimos 50 años, ha descendido más de un 50 % y, aunque la curva se ha estabilizado en los últimos años, nos encontramos ante un sector en clara contracción. ¿Cuáles son las causas? Una de las razones más importantes para estos cambios radica en la evolución de las preferencias del consumidor. Cada día, las personas consumen menos alcohol, y en general, optan por bebidas con una menor graduación alcohólica. En este contexto, bebidas como la cerveza compiten directamente con el vino, presentando cifras de consumo mucho más alentadoras. Sin embargo, incluso dentro del propio sector del vino, las preferencias están cambiando. Se observa una evolución clara en los gustos del consumidor, que está trasladándose de los vinos tintos hacia los blancos. Este cambio podría estar relacionado con el calentamiento global y las intensas olas de calor que hemos experimentado en los últimos años. Dado que el vino blanco, debido a su temperatura de servicio y menor graduación, puede resultar más refrescante y agradable en determinadas épocas del año, muchas bodegas y denominaciones están adaptando su oferta para alinearse con esta tendencia. Esta misma transformación se aprecia también en los vinos espumosos. Además de los gustos, hay un factor creciente de conciencia sobre la salud. Cada vez más, los consumidores buscan reducir su ingesta tanto de alcohol como de azúcar, lo que exige a las empresas desarrollar nuevas propuestas que respondan a estas preocupaciones. Así, los cambios en las preferencias del consumidor y las nuevas reglas del mercado están impulsando un replanteamiento de las estrategias empresariales, obligando a las empresas a ajustar sus propuestas de valor para seguir siendo competitivas. Además de regular el mercado con recortes de producción, prohibiciones de plantación y ayudas, sería conveniente orientarse más al consumidor. El modelo vitícola, se encuentra en la obligación de mejorar su rentabilidad (con menores costes de cultivo) y, a su vez, cumplir con unas exigencias legislativa, sociales y ambientales, que no deberían suponer un sobrecoste (menos tratamientos, menor consumo de combustibles, impacto positivo en huella de carbono y huella hídrica, prácticas de agricultura regenerativa ...) Pero... ¿cómo lo vamos a hacer? Un ejemplo sería utilizar variedades que produzcan menos azúcares y algunas investigaciones se están centrando en la recuperación y de obtención de variedades que tengan una graduación alcohólica potencial más baja. Aquí la tecnología también permite elaborar vinos de baja graduación e incluso sin alcohol, muy alineados con estos cambios sociales. Otro de los grandes retos que afronta la viticultura, es que cada vez existen menos productos fitosanitarios autorizados, y que cada vez los fenómenos climáticos son más aleatorios con lo cual el viticultor se está quedando sin herramientas para combatir las plagas y enfermedades y alcanzar las producciones objetivo. Con todos estos ingredientes, parece claro que necesitamos soluciones que vengan desde el viñedo, y esto nos invita a orientarnos a la genética de la vid. Ya ha pasado en muchas ocasiones, que la genética ha sido la herramienta para conseguir mayores producciones, con cosechas de más calidad y más sostenibles. Hace poco más de 100 años, la filoxera amenazaba con arrasar los viñedos europeos, y, de hecho, así lo hizo con buena parte, hasta que aparecieron los portainjertos de vid que aún hoy seguimos utilizando, que permitieron seguir produciendo uva y vino. La siguiente revolución, que está sucediendo ya, es la de las variedades resistentes a enfermedades (son variedades de vid que incorporan genes de resistencia a enfermedades como mildiu y oidio), que se llevan probando muchos años y que ya en muchos países están bastante extendidas. ¿Podrían ser una llave para la viticultura del futuro? Permiten ahorrar un 60-75 % de tratamientos fitosanitarios, con el consiguiente beneficio ambiental, económico, y social en las zonas donde están autorizadas. A nivel enológico, los vinos producidos con variedades resistentes han demostrado ser de una alta calidad y bien valorados para los paladares más exigentes. Valga como ejemplo, que, la prestigiosa denominación de origen Champagne, en Francia, ya ha autorizado recientemente la variedad resistente Voltis. Viene a complementar el abanico de variedades admitidas previamente y abre la puerta a esa necesidad de innovación tan necesaria en un sector en recesión. Esto tiene mucho sentido, y no amenaza la tradición, sino que viene a aportar una innovación adaptada a los tiempos actuales, permitiendo seguir elaborando vinos de máxima calidad y mediante los métodos más tradicionales, pero utilizando algunas variedades que permiten realizar una viticultura más adaptada a nuestros tiempos. A mi modo de entender, estamos ante el comienzo de una adaptación vitícola que viene para quedarse. Los centros de Investigación europeos llevan tiempo analizando estas variedades, que a buen seguro ayudarán a aquellos viticultores y denominaciones que están atravesando dificultades en las prácticas vitícolas y que están teniendo falta de márgenes dignos. El Ministerio de Agricultura Español, en colaboración con los centros de investigación de las comunidades autónomas, están estudiando las nuevas variedades y están trabajando para agilizar la legislación y los protocolos de registro varietal, de modo que permita al viticultor disponer de estas nuevas variedades en un menor periodo de tiempo. Así, los viticultores españoles dispondrán en los próximos años de estas variedades en las mismas condiciones que sus colegas europeos, para seguir siendo competitivos en los mercados internacionales. Los tiempos de crisis sirven para reflexionar, para abordar nuevos caminos y siempre traen de la mano oportunidades. Hacer una viticultura más sostenible y orientada al consumidor va a ser posible, ya que existen programas de mejora genética para la obtención de variedades españolas con estos genes de resistencia a enfermedades. El proceso de obtención de estas variedades no es rápido, y conlleva más de 10 años de trabajos e investigaciones. En unos años, es posible que se permita el uso de la técnica CRISPR, ya en avanzado consenso dentro de los países miembros de la Unión Europea. Esta técnica ya se utiliza en otros cultivos, con el fin de acelerar la obtención de variedades, y agilizaría mucho el proceso de obtención, lo que redundaría en una veloz adaptación a mercados actuales y a combatir los desafíos climáticos y sanitarios que afectan enormemente al sector. *Patricio Villalba es Product Manager de Agromillora
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