Todos los españoles recuerdan cuando, en una transmisión en vivo por televisión, el presidente del Gobierno no supo cuánto valía "un café en la calle" allá por el 2007. Una pregunta aparentemente sencilla que, en realidad, encierra conceptos ocultos que hacen que nadie conozca el verdadero coste de los alimentos que consumimos a diario. El precio de una taza de café en un bar refleja los gastos relacionados con los insumos, como los granos de café y los costes de producción, incluyendo la torrefacción en la fábrica, el transporte desde el lugar de origen hasta el establecimiento, así como los gastos de publicidad, envasado y todos los gastos propios de un bar. Además, el precio de la taza de café refleja la demanda de los consumidores y la oferta, es decir, si hay suficiente suministro para satisfacerla. Sin embargo, lo que no se refleja verdaderamente en ese precio es el impacto de la producción de estos alimentos en el medio ambiente, y mucho menos su coste social . Además, los precios no tienen en cuenta la necesidad de que los trabajadores del sistema agroalimentario reciban un salario digno , ya sea que estén trabajando en los campos o llenando estantes en un almacén. El último informe de la FAO, El estado mundial de la agricultura y la alimentación (SOFA 2023) , busca abordar estas cuestiones y llega a una sorprendente conclusión: los costes ocultos en nuestro sistema agroalimentario global ascienden al menos a 10 billones de dólares. Esto equivale al 10% del PIB mundial de cada año. Tómese un momento para reflexionar sobre ello: es una cantidad significativa que ningún político debería pasar por alto. Para los países de bajos ingresos, los costes ocultos de los sistemas agroalimentarios representan más de una cuarta parte de su PIB , y la mitad de estos costes son de tipo social, debido a la pobreza y la desnutrición. En los países de ingresos medianos, los costes ocultos de los sistemas agroalimentarios representan menos del 12% del PIB, y en los países de altos ingresos, es menos del 8% . Pero sigue siendo una cifra significativa y debemos tomar medidas pertinentes. La gran mayoría, más del 70%, de estos costes son impulsados por alimentos no saludables , productos ultra procesados elaborados con muchas grasas y azúcares, que, si se consumen en exceso dentro de una dieta desequilibrada, conducen a la obesidad y a otros graves problemas de salud, causando a su vez pérdidas de productividad laboral y siendo especialmente graves en países de ingresos altos y medianos, como España , donde, según las últimas estadísticas europeas del 2020, un 44,9% de hombres y un 30,6% de mujeres padecen sobrepeso. Por otro lado, más de una quinta parte de estos costes ocultos son ambientales, debido a las emisiones de gases de efecto invernadero y nitrógeno, los cambios en el uso de la tierra y el uso del agua. Es posible que estemos más familiarizados con estos costes, en parte debido a los movimientos ambientales que han llamado la atención en los últimos 50 años y la crisis climática que vivimos en la actualidad, así como los impuestos ambientales que ya existen en Europa y en España para muchos productos. En este caso, también es importante tener en cuenta que es probable que estos costes estén subestimados debido a limitaciones en los datos y a la dificultad conceptual y técnica de poner un valor a la naturaleza y sus servicios. Nuestro informe propone un enfoque (la contabilidad de costes reales o CCR) para evaluar la escala general de los costes ocultos, y es el primer estudio que lo realiza a nivel nacional para 154 países, lo que permite comparaciones y abre el camino para soluciones específicas para cada país. Entre las opciones a considerar se incluyen la reforma de subsidios, impuestos a los alimentos no saludables, pautas dietéticas, etiquetado o nuevas regulaciones. Estas medidas tienen la capacidad de promover la salud de las personas y, al mismo tiempo, respaldar los ecosistemas y fomentar inversiones estratégicas. Es importante destacar que esto no implica necesariamente un aumento de los precios de los alimentos. De hecho, los precios pueden convertirse en un mejor indicador del verdadero valor y, como resultado, reducir estos costes, y podrían, al redirigir el gasto, proporcionar una solución para el casi millón de españoles que hoy día no pueden permitirse una dieta saludable , como muestra el informe de la FAO, SOFI 2023 , basado en datos del 2021. En muchos casos, de hecho, la inversión en soluciones más sostenibles resulta menos costosa que la inacción, lo que refuerza la necesidad de actuar rápidamente en consecuencia. Por ejemplo, invertir en sistemas que proporcionen una mejor información sobre los suelos, o en el uso más eficiente de fertilizantes o de productos más sostenibles, así como invertir en una capacitación adecuada para los agricultores o en la educación de los consumidores, será menos costoso para la sociedad que el impacto de la contaminación, sus efectos perniciosos sobre la salud, el desperdicio de recursos naturales o las consecuencias de dietas no saludables. Este informe de la FAO nos brinda la oportunidad de reconsiderar el valor real de nuestros alimentos, lo que nos debe llevar a tomar decisiones informadas que beneficien a todos . Es hora de que la política tome la iniciativa y utilice este conocimiento para implementar medidas concretas que aborden estos desafíos de manera efectiva. Desde la promoción de la sostenibilidad hasta el fortalecimiento de las pautas dietéticas, las decisiones políticas pueden marcar la diferencia en la vida de las personas y en la salud de nuestro planeta. A medida que nos enfrentamos a una realidad en la que casi un millón de españoles no pueden acceder a una dieta saludable, debemos considerar este informe como una llamada a la acción. La política tiene el poder de transformar nuestros sistemas agroalimentarios en beneficio de todos, y es nuestra responsabilidad asegurarnos de que así sea.