Aunque seguimos pensando en Francia cuando hablamos de perfume, España es el segundo país por exportaciones de plantas aromáticas. Estos cultivos son un valor añadido para mantener a la población en la llamada 'España vaciada' Los campos de lavanda de Guadalajara: un referente turístico y agrícola. EFE Cuando llega el verano, también lo hace la lavanda. Los campos se llenan con esta planta aromática, que se expande hasta lo que, para los ojos humanos -y las fotos de Instagram-, parece casi el infinito. Es una de esas imágenes 'bonitas', tanto que ya hay quienes peregrinan cada año a Brihuega, en la Alcarria, para verlos, disfrutarlos y hacerse esas fotos llamativas rodeados por esa inmensidad malva. Los campos de Brihuega son también un ejemplo de algo que podría tener un elevado potencial para la llamada España vaciada: el cultivo de los aceites esenciales que la perfumería necesita podría mantener activa -y poblada- a la España rural. «El impacto socioeconómico de las esencias naturales va más allá de la propia agricultura», asegura Cristina de Catalina, directora de Desarrollo de La Academia del Perfume, una fundación sin ánimo de lucro. «En la zona de la Alcarria se ha creado todo un atractivo turístico que beneficia a la hostelería, hoteles, artesanía local, festivales de música, generando puestos de trabajo y recursos en esta zona rural», señala, hablando, justamente, de estos campos de lavanda. Aun así, cuando pensamos en los orígenes del perfume solemos tender a imaginar campos floridos situados en algún lugar del sur de Francia y no tanto en algún lugar de La Mancha. «Quizás por tradición y lo asentado que está en el imaginario la zona de Grasse en Francia, que fue muy importante en el desarrollo de la industria del perfume en los últimos dos siglos», asegura De Catalina. El sur de Francia sigue siéndolo para la perfumería, «pero en la actualidad España es una gran potencia mundial en el perfume y en las materias primas», suma. En jara, recuerda, España es el primer exportador del mundo. De hecho, tal y como recordaban desde la industria en un reciente 'think tank' de la Academia del Perfume y Stanpa (la asociación sectorial de la perfumería española), España cuenta con 72.000 hectáreas de cultivos para aceites esenciales y es el segundo exportador mundial de estas materias. Según defendían, plantas como la jara silvestre, el tomillo o la lavanda se mantienen en los campos españoles gracias, justamente, a la recolección que se hace para la industria cosmética. España es, por ejemplo, el líder mundial del tomillo y el romero. Estos no son, además, cultivos nuevos. Como recuerdan desde la propia industria, el limón o la jara salvaje acumulan siglos de historia en los campos españoles. Del limón, por abordar la situación desde una producción concreta, ya dependen 22.670 empleos directos en los campos españoles, de los que, según cifras de la Asociación Interprofesional de Limón y Pomelo, ocupan al 50% las mujeres, un dato importante cuando se recuerda la brecha de género rural. La perfumería, apunta Antonio Hernández, director de Sostenibilidad de la asociación, absorbe la producción de limones «que no puede comercializarse como fruta fresca». «Precisamente el hecho de producir aceite esencial de limón para el sector cosmético eleva el valor del limón, ya que solo por la alimentación no sería tan rentable», suma Irati Herrero, directora de Formación de la Academia del Perfume. Y es, justamente, ese uso derivado en perfumes y cosméticos el que genera esa infraestructura de valor para el mundo rural, ese potencial elemento que ayudaría -o ayuda ya- a crear nuevas oportunidades y fijar población. No es solo el cultivo, es también lo que deriva de ello. Dado que el procesado de las aromáticas se hace cerca de donde se producen, señala Herrero, «se genera industria». Biodiversidad y medioambiente Pero, además del impacto que tiene en los habitantes del medio rural, la industria perfumera también defiende que sus cultivos tienen efectos muy positivos para el entorno en el que se encuentran. Por un lado, hablan de los efectos en la biodiversidad. Al fin y al cabo, una parte de importante de aquellas aromáticas por las que se está apostando son plantas ya presentes desde hace mucho tiempo en los campos españoles. «Son plantas autóctonas y contribuyen a la biodiversidad», explica Jordi Calonge, CEO de la compañía de esencias Ernesto Ventós. Son, por ejemplo, importantes para mantener las poblaciones de abejas, claves para garantizarla. Por otro, las aromáticas podrían ser un cultivo resiliente para los retos actuales, un contexto de sequía y de escasez de agua. Las aromáticas son un cultivo de secano -y no de regadío- y más productivas que, aseguran, los cereales. «La mitad de los cultivos de aromáticas en España se ubican en territorios de la España vaciada: Castilla la Mancha, Castilla León y Murcia, precisamente porque hay sequía y estas plantas pueden prosperar en esas condiciones», indica Juliana Navarro, investigadora del departamento de Ciencia Vegetal del CITA. «Por tanto, el sector productivo está luchando por estar y atraer población precisamente donde la tendencia es a despoblarse», añade. Incluso, en aquellos cultivos a los que no entran dentro del paraguas del secano, la industria promete que están modificando las cosas para ser más responsables con el agua. Según Ailimpo, los cultivos de limón han reducido su huella hídrica, usando ya riego localizado en el 84% de la superficie cultivada. Las aromáticas tampoco están utilizando pesticidas ni fertilizantes, destacan, algo que encaja con las líneas maestras por las que está apostando Europa para la agricultura del futuro. Como señala Val Díez, la directora general de Stanpa, la sociedad está pidiendo ingredientes más naturales y lo natural es ya «parte de la identidad» de la industria. Los objetivos del Pacto Verde Europeo son ya cosas que estos productores de materias primas están haciendo. «Son cultivos eco-compatibles», asegura Navarro. «Pueden llevar a la industria una marca: la marca del productor, de conocer el origen y esto tiene un impacto positivo: saber quién la cultiva, dónde y cómo», añade. Igualmente, la industria pone en valor el modo en el que se recolectan estas materias primas, que pueden tener beneficios indirectos en cuestiones como la prevención de incendios forestales. El romero, por ejemplo, crece de forma silvestre y se extrae año tras año con la limpieza de montes. También ocurre con la jara, una recolección muy dura, como explican, pero que se continúa haciendo de forma tradicional, siguiendo un enfoque de agricultura regenerativa y muy poco mecanizada, como indica María Lavao, sourcing project manager en Givaudan Albert Vieille. Así, para decidir dónde recolectar usan información satelital sobre las alturas de las plantas. Eso les dice en qué zonas deben recoger y cuándo deben hacerlo para minimizar el impacto sobre el ecosistema. De los restos que genera la recolección, se sacan biomasa y pellets. Y Lavao nuevamente cierra el círculo de las aromáticas en la España vaciada. La jara crece en Huelva, Sevilla, Extremadura y zonas del centro de la Península, zonas que, justamente, se están viendo afectadas por la despoblación, recuerda.