Estos mamíferos exhiben en campo abierto un curioso comportamiento, mientras duermen y pastan, que sugiere un alineamiento con el campo magnético terrestre
Nuestra vida se desenvuelve en campos electromagnéticos , desde la Tierra y el Sol hasta los microondas, pasando por televisores, detectores de metales o telefonía móvil. Sin embargo, no disponemos -o eso creemos- de sensores naturales que nos permitan orientarnos dentro del campo magnético natural sin la necesidad de recurrir a una brújula.
La magneto-recepción es la habilidad para percibir la dirección y el sentido de los campos magnéticos obteniendo información sobre sentido y latitud. Este GPS biológico proporciona información tanto direccional como sobre posición geográfica, desempeñando un papel importante en los mapas de navegación.
En este momento disponemos de dos teorías para explicar este proceso: un compás químico basado en un mecanismo de pares de radicales en fotopigmentos especializados ; o procesos en los que participa la magnetita.
En los primeros animales en los que se descubrió esta « brújula interna » fueron las palomas mensajeras . No obstante, sabemos que existe en muchos otros animales, desde las truchas arco iris hasta las tortugas bobas , pasando por los petirrojos . Estas aves tienen en sus ojos unas moléculas llamadas criptocromos que son estimuladas por los campos magnéticos y que les proporcionan una información adicional del mundo que les rodea, muy útiles para orientarse durante el vuelo.
Además los animales se desorientan ante la presencia de campos magnéticos creados por los humanos, como sucede con las redes eléctricas sumergidas en los parques eólicos marinos , que provoca variaciones en las migraciones de los peces.
Las vacas son una brújula infalible Gracias a la tecnología de Google, que permite analizar fotos satélites, desde hace una década sabemos que la mayoría de las vacas y los ciervos se alinean automáticamente sobre el campo magnético terrestre en sentido norte-sur , tanto para pastar como para dormir. A esta conclusión se ha llegado tras analizar más de 8.500 imágenes procedentes de diferentes países.
A pesar de que las causas de estos comportamientos todavía son desconocidas, es posible que esta habilidad bovina sea una reliquia evolutiva de cuando necesitaban un sentido exacto para recorrer largos trayectos para sobrevivir en las planicies euroasiáticas.
Con complejas herramientas biotecnológicas se ha podido saber que hay células magnéticas en algunos animales que no utilizan el «sentido magnético» en su día a día, lo cual hace suponer que se han quedado obsoletas a lo largo de su evolución.
¿Y los humanos? Dado que la magneto-recepción está presente en el reino animal parece oportuno preguntarnos si el Homo sapiens sapiens también posee esta capacidad. Los biogeofísicos no cesan en buscar evidencias al respecto , especialmente tras descubrir la existencia de magnetita en nuestro cerebro y en el hueso etmoides , y de criptocromos en nuestros ojos.
Quien sabe, quizás algún día seamos capaces de emular a los superhéroes de Marvel, generando o controlado los campos magnéticos.
- M. Jara Pedro Gargantilla es médico internista del Hospital de El Escorial (Madrid) y autor de varios libros de divulgación .