Con la sequía y las altas temperaturas, los ciervos, gamos y cabras montesas han bajado hasta las fincas de José Luis Fernández, un agricultor de la Sierra de Segura, en Jaén, para buscar comida en los brotes tiernos de sus olivos y pistachos. "Estamos desesperados, los daños son cada vez mayores porque la presencia de especies cinegéticas no para de crecer", explica Fernández mientras muestra los efectos dañinos que le genera la visita de la fauna silvestre a su explotación agraria. Algunas especies están en época de cría, un momento muy sensible para su supervivencia. La sequía se nota cada vez más y además de la merma de las aguas superficiales también se reducen los niveles de las capas freáticas, lo que provoca que se sequen otros puntos de agua permanentes como cauces de ríos, arroyos o fuentes. La consecuencia es que aves, mamíferos y reptiles están modificando las rutinas de su hábitat y realizan desplazamientos de varios kilómetros en busca de recursos hídricos y alimento. "La sequía está afectando de manera muy negativa a la fauna, pero especialmente a las especies de caza menor, como perdiz roja, liebre o aves esteparias, porque tienen menor capacidad de desplazamiento a zonas con más agua", indica Carlos Sánchez, responsable de investigación de la Fundación Artemisan, integrada por organizaciones de cazadores. Un estudio realizado por investigadores del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y de Artemisan en Castilla-La Mancha y Castilla y León ha identificado hasta 75 especies distintas utilizando los bebederos que se instalan en los cotos de caza: 54 especies de aves, 14 de mamíferos, seis de reptiles y una de anfibios. Y casi la mitad de las visitas correspondían a especies no cinegéticas. En Andalucía, la Junta ha activado un plan de emergencia con la instalación de una red de puntos de agua para evitar la mortandad por sed. El plan se ha iniciado en puntos altos de Sierra Morena y Despeñaperros, en la provincia de Jaén, las más afectadas al tratarse de zonas con una geología de granitos, pizarras o cuarcitas que las hacen poco impermeables y donde el agua se pierde por las escorrentías. En esas zonas se han instalado bebederos artificiales portátiles que se abastecen con contenedores de 1.000 litros de capacidad que se rellenan periódicamente. También se están haciendo obras de mejora en las pocas fuentes existentes para la construcción de un sistema de pozas sucesivas aguas abajo del manantial, que permite formar pequeñas charcas en cascada y que posibilita que tanto las aves como los anfibios y mamíferos dispongan de agua limpia durante el verano. La escasez de agua provoca que los animales se concentren en las zonas cercanas a los abrevaderos, algo que también tiene consecuencias negativas: "Esta concentración está suponiendo una presión herbívora brutal, los animales se comen las hojas e impiden la regeneración de especies autóctonas como los alisos o los fresnos", comenta José Ambrosio González, director del Parque Natural de Despeñaperros. Los cazadores, por su parte, temen que la presencia de animales con una peor condición corporal repercuta en un descenso en las tasas de reproducción y también en la calidad de los trofeos de caza. La Fundación Artemisan subraya que los desplazamientos en busca de agua pueden provocar la desaparición de reses en determinados territorios, aumentar los daños en la agricultura y el riesgo de accidentes de tráfico en puntos entre zonas de refugio y de presencia de agua. "Hay evidencias de animales que no se van a reproducir", admite el investigador Carlos Sánchez, doctor en Veterinaria. Sánchez pone en valor el papel que desempeñan propietarios de fincas y cotos de caza, que gestionan el 87% del territorio nacional, instalando charcas, bebederos y comederos para que estas especies puedan sobrevivir. Mientras tanto, agricultores del Parque Natural de Cazorla, Segura y Las Villas se afanan estos días por colocar barreras para que esa fauna no llegue a las zonas de cultivo y se frenen los destrozos que ya son ostensibles. En los olivos de mayor edad, los ciervos, gamos y cabras montesas están impidiendo una poda de renovación. Y en los más jóvenes, los brotes tiernos no salen adelante y hacen que dejen de ser productivos porque los daños son irreversibles. Desde la Unión de Pequeños Agricultores (UPA) se ha solicitado que se autorice la caza por la noche en parcelas agrícolas, no en zonas forestales, ampliando el permiso, que ahora solo existe para el jabalí, a todas las especies. También consideran viable el uso del rifle y que se permita disparar en la modalidad de arma larga rayada a ciervos, gamos y cabras para bajar la población y disminuir los daños en los cultivos. Finalmente, creen que debe ser de obligado cumplimiento llevar a cabo en los montes de titularidad privada todas las capturas que vienen recogidas en los planes técnicos de caza, dependiendo del número de hectáreas de cada coto. "La población de ciervos, gamos y cabras montesas está creciendo de forma incontrolada y, ante la necesidad de sustento, buscan comida en los brotes tiernos de los olivos y de los pistachos. Esto impide evolucionar los cultivos, lo que repercute negativamente en los agricultores", explica Cristóbal Cano, responsable de UPA en Andalucía. La propuesta de autorizar la caza nocturna de animales como ciervos o cabras montesas la rechazan de plano los grupos conservacionistas. "Es una auténtica barbaridad, no puede ser que los animales paguen siempre las consecuencias de la crisis climática", indica José Antonio Cabrera, portavoz en Andalucía de Ecologistas en Acción. A su juicio, "la sociedad tiene recursos suficientes para aliviar esta situación provocada por la sequía sin tener que recurrir a sacrificar animales". Los cazadores muestran su apoyo a los agricultores. José Crisol, vicepresidente de la Sociedad de Caza Alto Guadalimar de Siles (Jaén), aboga por cambios en la Ley de Caza: "Hay que modificarla para que nos sea más fácil cuidar de nuestras fincas y protegernos ante los daños de los ciervos", esgrime. También están a favor de que la Administración competente apruebe la comercialización de carne de caza mayor en las sociedades de caza, medida que podría ser un incentivo tras la subida de precios en los montes públicos.