La disrupción tecnológica que vive el campo escribe un nuevo capítulo con la robotización. A los invernaderos inteligentes y los tractores autónomos se unen ya robots recolectores capaces de dar el salto de entornos controlados al campo. El sector espera una auténtica eclosión a corto plazo.
En las extensas plantaciones de fresas de California, principal productor de esta fruta tras China, la tecnología española ha resuelto el grave problema de falta de mano de obra que amenazaba a este cultivo. La onubense Soluciones Robóticas Agrícolas -Agrobot- ha desarrollado una cosechadora dotada de brazos robóticos capaz de identificar las fresas listas para ser recolectadas.
La compañía española fue pionera a nivel mundial en el desarrollo de robots recolectores, un campo en el que no sólo empiezan a proliferar los actores, sino que se espera una auténtica eclosión. Fuentes del sector reconocen que durante los dos últimos años se han multiplicado por cinco los proyectos de desarrollo comercial de cosechadoras de distintos tipos de frutas y suman ya 60 ó 70. Abundant Robotics, para las manzanas, o la neozelandesa Robotic Plus, para kiwis, son dos ejemplos destacados. Este año se espera también que haya un boom en Estados Unidos, Europa, Japón y Australia.
La efervescencia de startups en robótica agrícola está produciendo el efecto llamada de las grandes compañías, que buscan un posicionamiento estratégico en la nueva revolución que vivirá el campo. No sólo los gigantes de maquinaria, hasta ahora centrados fundamentalmente en el tractor autónomo, sino también empresas de ingeniería, farmacéuticas para sus divisiones de fitosanitarios y los fondos de inversión han puesto sus ojos en las posibilidades que ofrecen las pymes innovadoras en el desarrollo de robots capaces de hacer todo tipo de tareas.
Tecnología transversal Uno de los últimos casos es la compra por parte de John Deere de Blue River Technology, que ha desarrollado una máquina capaz de hacer aplicaciones individualizadas de herbicidas a cada planta. Con el pulmón financiero, las estructuras de investigación y la presencia global que aportan las multinacionales, el desarrollo a escala está a la vuelta de la esquina. "Hay que tener en cuenta que se trata de una tecnología transversal. Cuando tienes robots capaces de manipular, visión artificial para reconocer y una plataforma móvil puedes hacer cualquier cosa. Y eso es lo que está ocurriendo, alguien que empieza en el tomate acaba en el pimiento o en el pepino. En dos o tres años las grandes compañías van a liderar esta industria emergente integrando a estas startups", apuntan en los medios del sector consultados. Y es que el salto generalizado de los robots que ahora trabajan en entornos controlados como los invernaderos al exterior es inminente. "Ya hay algunos ejemplos, aunque no se ven porque no quieren que los veamos", apuntan.
La principal limitación que existía, reconocer la madurez de la fruta en condiciones de luz continuamente variables, se está superando. Las tecnologías desarrolladas para el coche autónomo para distinguir peatones, coches o semáforos han nutrido los recursos de los investigadores y se disponen ya de sensores fiables y robustos capaces de trabajar en el campo. A la vez se han abaratado enormemente las cámaras en 3D. También se han solucionado los problemas de seguridad alimentaria que suponía agarrar directamente el fruto y transmitir enfermedades al hacerse la captura directamente por el tallo.
En España, el empuje tecnológico ha venido de forma muy importante de manos de algunas universidades. El ingeniero industrial Antonio Barrientos, responsable del Centro de Automática y Robótica de la Politécnica de Madrid, asegura que la robótica agrícola está más desarrollada de lo que se puede pensar. "De hecho se puede robotizar buena parte de la actividad. Hay bastantes experiencias pilotos que validan los desarrollos como para decir que es factible, otra cosa es que ahora sea rentable", asegura.
Barrientos participó hace cuatro años en el Proyecto Rhea para el desarrollo de robots terrestres y aéreos para cultivos como cereales, olivos en seto. Se hicieron tres tractores de New Holland a los que se dotó de autonomía y en cada uno se puso un elemento diferente para eliminar malas hierbas: uña, fuego y fitosanitarios. Los drones despegaban, recorrían el terreno y los fotografiaban. La información se analizaba para detectar dónde había rodales de malas hierbas. Las coordenadas se daban a los robots, que luego aplicaban el tratamiento. El proyecto aprobó con nota sus objetivos. Ahora participa en otro proyecto europeo, donde el planteamiento es tener un entorno de cultivo en el que todo se reutiliza. Se cultiva en hileras alternas, potenciando que los productos fitosanitarios sean compost y demás. Su contribución está en incorporar ayuda robótica de forma que se detecten las necesidades de cada planta y aplicar el tratamiento que necesite: agua, fertilizantes, etcétera.
Barrientos explica que más allá de las limitaciones legales, la tecnología permite la movilidad de los robots en prácticamente todo tipo de terrenos, lo que hace que la robótica agrícola se preste "muy directamente" a gestionar la agricultura de precisión. "La tendencia ahora es a utilizar robots pequeños muchos más versátiles y orientados a una tarea concreta. No estamos hablando de simples prototipos, hay empresas que están detrás", afirma.
Sin querer convertir la robotización agrícola en un paradigma "porque es una ayuda más", Barrientos apunta a las ventajas que puede aportar. "En primer lugar se podría hablar de la necesidad de la optimización de recursos -fitosanitarios, agua, fertilizantes-... Una parte importante en el desarrollo de la agricultura de precisión está en automatizar y robotizar parte de los procesos".
Ante el reto de alimentar a un Planeta cada vez más poblado, la robotización también puede jugar un papel importante. "Eso puede ser bueno o malo, según los gustos, pero con el argumento de que hay que aumentar bastante la producción agrícola para atender las necesidades de más gente en los próximos años con los mismos recursos, es necesario homogeneizar y garantizar las mismas calidades y la automatización lo facilita", afirma.
Tareas más creativas La robotización permitirá también el paso de un tipo de actividad a otra. "Si en vez de tener 50 personas recogiendo fresas, lo hace una máquina, les tendríamos haciendo, quizá con una generación de por medio, tareas más creativas o más gratificantes. No digo que en primera instancia no vaya a haber personas a los que esta automatización no les repercuta negativamente, pero a medio plazo es posible una recualificación profesional", añade. ¿Iremos a una agricultura sin agricultores? "De entrada no, pero agricultores sin azadón, sin trabajadores en el campo, sí".
Javier Tardáguila, director de Televitis, un grupo de I+D+i de la Universidad de la Rioja y del Instituto de Ciencias de la Vid y del Vino (ICVV) especializado desde hace 10 años en la aplicación de nuevas tecnologías en el sector agrario, tampoco cree que la robotización nos lleve a una "agricultura sin agricultores". "Lo que tenemos es que desarrollar herramientas que permitan tomar y aplicar decisiones de la forma más eficiente, pero el factor humano siempre va a estar ahí", expone. Su contacto de 25 años con el sector vitivinícola ha sido una importante ayuda para el desarrollo de Vinerobot, un prototipo autónomo capaz de monitorizar el viñedo y obtener información a través de sensores sobre el terreno del contenido en nitrógeno a nivel foliar y la composición de la uva. "Uno de los aspectos más interesantes es que se obtiene información representativa, porque muchas veces lo que se obtiene en viticultura es una muestra por una parcela, pero en esa parcela hay miles de individuos. De tener una muestra a 4.000 o 5000 muestras en pocos minutos es un paso importantísimo", afirma.
Ahora, se encuentran inmersos en otro proyecto de carácter europeo con un presupuesto de más de 2 millones de euros que supone sacar un robot que sea comercializable. "Se han incorporado nuevos algoritmos que permiten que la navegación sea más fiable, sobre todo en los giros, porque no es sencillo, que el robot sea más ágil en cuanto a la tracción en diferentes condiciones de suelo -con cubierta vegetal o laboreos-, y también en sensores, que puedan trabajar en continuo".
En muchos de los proyectos de investigación tienen una participación directa las empresas. Es el caso de Robotnik, una de las principales empresas españolas en el desarrollo de robótica. La compañía ha participado en el desarrollo de Agrirobot y el Vinrobot. En el primer caso se trata de una plataforma mediana de alta movilidad con sistema de visión, navegación y localización que transporta un pulverizador eléctrico capaz de realizar tratamientos.
Robotnik: "Hay interés real" El Vinrobot es un robot móvil autónomo todoterreno dotado con un conjunto de sensores capaces de capturar y analizar imágenes de viñedos y datos en 3D mediante el uso de aplicaciones de cloud computing. Su finalidad es determinar el rendimiento de los viñedos. Desde la compañía valenciana, María Benítez destaca "el interés real" que existe por la robótica en la agricultura, aunque reconoce que en este sector es más complicado cambiar las formas de hacer las cosas al ser más tradicional. A eso se une el hecho de que la automatización está muy vinculada a las variables económicas. "La inversión es alta y en el campo los rendimientos son bajos y la obra de mano barata".
En su opinión, "queda tiempo para su comercialización masiva, pero la tecnología se va democratizando. Una vez arranca acaba llegando porque al final a lo que todos vamos es a optimizar los procesos de trabajo y eso también pasa en el sector agrícola", afirma.
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