Las cosechadoras ya han comenzado a recoger el cereal de la campiña sevillana, un poco más tarde que en años anteriores debido a las lluvias. Durante tres semanas, el trasiego de maquinaria agrícola será protagonista en la zona. "Hay que tener paciencia si luego queremos comer pan", señala el responsable de Herbáceos de COAG-Andalucía, Ramón García. La campaña que ahora comienza está dando trigos de en torno a los 3.500 kilos por hectárea, "que es menos de lo que esperábamos, aunque según se vaya entrando más en campaña, la media va a ir subiendo y se va a colocar en torno a los 4.000 kilos de hectárea". El agua tan anhelada por el campo también ha provocado que muchas tierras no hayan evacuado en su momento el agua o que drenaran mal, y esto les ha afectado negativamente a la producción, explica García. De hecho, por ejemplo, los abonos nitrogenados que se suelen echar en enero o a principios de febrero, con las lluvias no han podido verterse en su momento y en muchos casos se han ido al fondo. "Ahora hay abonos nuevos que aguantan más, y se ha notado que en las parcelas donde se han echado estos abonos más modernos, hay mejora: la tecnología en este caso está a nuestro favor", añade. Según el informe de Avances de Superficies y Producciones de la Junta de Andalucía del mes de abril, la provincia de Sevilla cuenta en este 2025 cerca de 116.000 hectáreas sembradas, de donde saldrán unas 410.000 toneladas. "La calidad que vemos es la normal, aunque conforme avance la cosecha pensamos que el grano también irá mejorando", añade el representante de COAG. Precios bajos y competencial desleal En contra, según García, los precios. "Tenemos los mismos que hace 15 años y ya entonces nos quejábamos de que teníamos los de hace 30", se lamenta. Es por ello que la superficie destinada a cereal en la provincia cada vez va a menos y son muchos los agricultores que apuestan por otros cultivos, "fundamentalmente el olivar". De hecho, se han perdido unas 13.000 hectáreas en Sevilla respecto a 2024 y unas 25.000 respecto a la media entre 2020 y 2023. "Si unes los precios bajos a que hemos tenido una campaña complicada que ha requerido más tratamientos de lo normal por el exceso de humedad, lo que ha llevado en algunos casos incluso también a suplementar el abonado, te encuentras con que los gastos se han desorbitado", explica. Los gastos por hectárea han ascendido a los 800 o 900 euros por hectárea, mientras que la tonelada se paga a 200 euros. "Tenemos que producir al menos 4.000 kilos para equilibrar gastos y ya hemos recogido parcelas con en torno a 3.500", calcula. A ello hay que sumar la subvención, de unos 200 euros. Además, alerta de que este año han entrado cereales también desde Marruecos. "No es que se produzcan allí, sino que llegan de terceros países a sus puertos y, si bien no han sido grandes cantidades, nos preocupa mucho esta situación", destaca. A ello se suma el cereal de Ucrania, sin arancel por la guerra con Rusia, que ya fue prorrogada por la Unión Europea hasta junio de 2025, lo que, asegura, hace que caiga el precio del cereal andaluz y que no pueda competir en igualdad de condiciones. "Pedimos a voces que se revise esta exención porque no podemos permitir que un país que tiene unos costes de producción totalmente diferentes a los nuestros, que tiene unas producciones mayores a las nuestras, y de alguna manera nos están haciendo una competencia desleal, lamentando profundamente lo que está sufriendo el país, pero los agricultores no tenemos la culpa", indica. Los problemas geopolíticos internacionales le van a afectar ahora por otra vía, ya que, según explica, "para castigar a Rusia, la UE le va a poner también unas penalizaciones a las bacterias activas de los abonos que nosotros usamos, por lo que se nos van a encarecer aún más los fertilizantes: estamos en una encrucijada", define.