Más de la mitad del PIB mundial depende de los recursos naturales "Los sistemas económicos y financieros actuales destinan 35 veces más recursos a actividades económicas que dañan directamente el mundo natural y la biodiversidad que lo que destinan a apoyar la naturaleza". Así lo indica un la Plataforma Intergubernamental sobre Biodiversidad y Servicios de los Ecosistemas (Ipbes), formada por científicos de 150 gobiernos miembros. Los científicos estiman que los efectos perversos del conjunto del sistema económico (es decir, los costes no asumidos por las políticas actuales), y que comportan impactos negativos socioambientales, tienen un coste de entre 10 y 25 billones de dólares al año, según los cálculos centrados en los sectores de los combustibles fósiles, la agricultura y la pesca. La diversidad biológica (es decir, la riqueza y variedad de la vida en la Tierra) está disminuyendo a un ritmo de entre el 2% y el 6% por década en los últimos 30 a 50 años, según los diversos indicadores. Y este declive tiene "repercusiones directas y nefastas" sobre la seguridad alimentaria y la nutrición, la disponibilidad de agua o la salud o bienestar. Por otra parte, las subvenciones públicas con efectos negativos sobre la biodiversidad ascienden a 1,7 billones de dólares al año. Y las inversiones en actividades que dañan la naturaleza se cifran en 5,3 billones de dólares al año. Los científicos de Ipbes piden que se atiendan los efectos en cascada que agravan la crisis ambiental Más de la mitad del PIB depende de la naturaleza. "Pero las políticas cortoplacistas orientadas a un crecimiento económico inmediato, y para el beneficio de unos pocos actores, van en contra de los objetivos que nos estamos planteando, como la protección de la biodiversidad, la salud, la seguridad alimentaria o el clima", sentencia Marta G. Rivera, una de las autoras del estudio. El informe es una llamada de atención que urge a salir del laberinto que suponen los diversos efectos entrelazados de la crisis ambiental, lo cual exige apoyar las políticas integrales. Todos sus factores (inseguridad alimentaria o hídrica, riesgos sanitarios y el cambio climático) están interrelacionados. "Interactúan, se producen en cascada y se agravan mutuamente"; por ello, los esfuerzos que se puedan realizar por separado abordando las políticas de manera fragmentada y segmentada "resultan ineficaces y contraproducentes". Por ello, se ve contraproducente poner todo el foco en solo una parte de los elementos del nexo. Si apostamos todo por la idea de que "lo primero es la comida", se priorizará la producción de alimentos, se darán resultados positivos para la salud nutricional, pero -recuerdan- "las prácticas agrícolas insostenibles comportan la pérdida de biodiversidad, uso insostenible del agua, reducción de la diversidad y calidad de los alimentos y aumento de la contaminación y las emisiones de gases invernadero". Y si nos centramos solo en el cambio climático (ocupando indefinidamente espacios para instalaciones energéticas) se pueden causar daños a la biodiversidad y a los cultivos, y provocar competencia por la tierra y su acaparamiento. Entre las soluciones se subraya la necesidad de restaurar los ecosistemas ricos en carbono (bosques, suelos y manglares, y se aboga por un buen manejo de la biodiversidad para reducir el riesgo de propagación de enfermedades de animales a las personas. Soluciones urbanas basadas en la naturaleza, y dietas saludables y equilibradas completan la receta. "En el mundo agrario y ganadero se requiere un manejo que siga los ritmos de la naturaleza y no como hace ahora la agricultura o la ganadería industrial", dice Rivera.