La combinación de factores estructurales, cambios en los hábitos de consumo y nuevas exigencias medioambientales y sanitarias están obligando al sector del ovino de carne ... a repensar su modelo productivo y comercial. La reducción del censo de ovejas y la caída del consumo interno son síntomas preocupantes, que han obligado al sector a buscar nuevas oportunidades en los mercados internacionales. Según los últimos datos del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA), en 2023 el censo total de ganado ovino en España fue de 13,6 millones de cabezas, lo que supone un descenso del 5,9% respecto al año anterior.
Esta tendencia no solo se ha mantenido en 2024, sino que se ha agravado, con la pérdida de otras 120.500 ovejas. En apenas cuatro años, desde 2020, España ha visto cómo su cabaña ovina se ha reducido en casi dos millones de animales, situándose en torno a los 13,4 millones.
En el caso de Extremadura, con el mayor censo de ovejas del país con 3,5 millones de cabezas, también se ha producido una pérdida de efectivos. En la última década, la región ha visto reducirse su cabaña un 10%, afectada por la falta de relevo generacional, el abandono de explotaciones familiares y la presión de las normativas medioambientales. A esta reducción de cabaña se suma un problema igualmente preocupante: la caída del consumo.
Extremadura ha visto reducirse su cabaña ovina un 10% en la última década
El cordero, que antaño era un alimento habitual en muchas familias, ha pasado a consumirse casi exclusivamente en fechas señaladas. Así lo reflejan los datos acumulados a noviembre de 2024, que muestran un descenso del 7,7% en el consumo de carne de ovino en los hogares respecto al mismo periodo del año anterior.
Ante esta situación, el sector ha dirigido su mirada al exterior. La exportación se presenta como un salvavidas, especialmente en mercados donde el consumo de cordero está profundamente ligado a tradiciones culturales y religiosas, como la islámica y la judaica. Países del norte de África se han convertido en destinos prioritarios.
Es necesario hacer una referencia a la incertidumbre generada por las políticas proteccionistas durante la administración Trump. Sin embargo, en este caso el ovino de carne español ha permanecido al margen. La razón es sencilla: España no exporta carne de ovino a Estados Unidos. Pero la internacionalización del sector tiene otros condicionantes. La sanidad animal sigue siendo una preocupación, especialmente por la amenaza de enfermedades como la lengua azul.
Por otro lado, las nuevas normativas medioambientales europeas están teniendo un impacto creciente en la ganadería ovina. La estrategia del Pacto Verde Europeo y la nueva PAC premian las prácticas sostenibles, como el pastoreo extensivo, pero estas ayudas específicas llegan acompañadas de una considerable carga burocrática y de requisitos técnicos que suponen barreras añadidas para los ganaderos. Y a esto se suma la competencia internacional: países exportadores como Nueva Zelanda o Australia no siempre están sujetos a las mismas exigencias medioambientales o de bienestar animal que se aplican en la UE, lo que crea un contexto comercial desigual.
Como respuesta a estos desafíos, el sector español está apostando por modelos más sostenibles y por nuevas tecnologías orientadas a mejorar la eficiencia de las explotaciones. El objetivo es doble: cumplir con la normativa europea y, al mismo tiempo, posicionar a la carne de ovino española como un producto de calidad y sostenible a nivel internacional.
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