Hubo un tiempo en el que el ser humano pasó de cazar y de recolectar frutos a asentarse en un determinado lugar en el que comenzó a domesticar animales y a cultivar plantas para su alimentación. Esos fueron los orígenes de lo que hoy conocemos como ganadería y agricultura, actividades que hace unos 10.000 años se extendieron no solo por el Creciente Fértil o Mesopotamia, como siempre se había creído, sino por diferentes regiones del mundo como México, China, Los Andes o África, como demostró una nueva investigación en 2016. Desde entonces la humanidad, los cultivos y las variedades vegetales han ido evolucionando, al mismo tiempo que la población mundial ha ido creciendo sin parar hasta llegar ahora a los casi 8.000 millones de habitantes . Una cifra que hace cada vez más difícil proveer de alimentos a esa gran cantidad de personas, con marcados desequilibrios entre unas zonas y otras del planeta, aumentados por las guerras, las pandemias y el por el acuciante cambio climático. «Todo ello nos obliga a hacer un esfuerzo enorme de innovación para poder desarrollar las variedades vegetales que hoy estamos utilizando y que no nos van a servir en unos años con estas condiciones actuales, teniendo en cuenta que sus ciclos de maduración cada vez se adelantan más, en torno a dos semanas, y con periodos de sequía y tormentas más largos». Este es el diagnóstico y el tratamiento que ofrece para hacer frente a este problema Antonio Villarroel, secretario general la de la Asociación Nacional de Obtentores Vegetales (Anove) , que este viernes estuvo en Toledo para presentar un estudio para España del Instituto Cerdá sobre la importancia del trigo y la mejora de sus variedades para aumentar su productividad y cuidar el medio ambiente. Comenzamos la presentación del informe sobre las Aportaciones de la #mejoravegetal en Trigo en España de la mano del @InstitutCerda y de @fmartinezarroyo de la @AgriculturaClm que remarca la importancia de CLM en el cultivo de #cereal como es el trigo pic.twitter.com/hT89XDs1Gh Según indica el estudio, el trigo fue el cereal de mayor superficie cultivada en el mundo (215 millones de hectáreas) y el segundo por detrás del maíz en cuanto a producción mundial, con 765 millones de toneladas. De media, un español consume al año 65 kilogramos de trigo y, según estimaciones de la FAO ( Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura ), la producción mundial de trigo ha de aumentar un 60% para poder alimentar una población mundial que alcanzará 9.600 millones de personas en 2050. Por eso, el responsable de Anove insiste en la «urgencia» de desarrollar nuevas variedades «resilientes» que permitan asegurar la productividad, tanto para los agricultores como para los consumidores, y más teniendo en cuenta las «amenazas» sufridas en los dos últimos años. De ahí que destaque la importancia del estudio del Instituto Cerdá , que ha analizado cuatro cultivos principales -el maíz, el tomate, el arándano y el trigo- y, en concreto, hace especial hincapié en este último. Por este motivo, se ha elegido para su presentación la ciudad de Toledo, debido al peso que tiene este cereal en Castilla-La Mancha en cuanto a producción, pues es la segunda región de España en cultivo de trigo blando, con un 14% de la superficie y un 11% de la producción nacional, tan solo superada por Castilla y León. La principal conclusión de este informe es que la mejora genética del trigo, el más importante para la alimentación de la humanidad, ha dado lugar a un incremento de la productividad del trigo, de en torno al 220% en los últimos 50 años y de un 37% en los últimos 30. Esto, a su vez, ha hecho posible, entre 1990 y 2018, una producción adicional de 14,7 millones de toneladas de trigo blando en España, es decir, el 11,5% de la producción. El estudio informa de que desde los años 90 se han registrado más de 1.000 nuevas variedades de trigo blando en la Unión Europea , como resultado de los avances científicos y la inversión en I+D del sector obtentor. Desde 2011, las compañías obtentoras han registrado 128 nuevas variedades de trigo blando en España, de las cuales 41 fueron registradas en los últimos dos años. Cada una de estas variedades, con características específicas, ha contribuido al aumento del rendimiento de este cultivo. Se trata, según señala el Instituto Cerdá,»de un sector en constante evolución, que se adapta a las necesidades de los agricultores y la industria en cada momento». «El trigo es el cultivo más importante para la alimentación de la humanidad y el estudio refleja cómo, gracias a la mejora genética, se ha duplicado la productividad de sus variedades durante los últimos años, se han incrementado los ingresos de los agricultores y, por último y lo más importante, se ha conseguido adaptar esas variedades a las condiciones que tenemos», asegura Antonio Villarroel . En este sentido, alerta de un «riesgo inmediato» como consecuencia de la situación geopolítica derivada de la invasión de Ucrania, que junto con Rusia suponen más de un 25% de la producción de trigo en el mundo . «La distorsión que ello provoca es evidente, y más en un país como España, donde somos deficitarios, es decir, que importamos una parte importante del trigo que necesitamos», apunta. Y, por otro lado, a medio y largo plazo, avisa de la amenaza del cambio climático. «El clima está cambiando y todavía no sabemos cómo nos va a impactar, pero las perspectivas para el área mediterránea y para España, en concreto, no son buenas», afirma Villarroel, que hace mención a un informe de la Comisión Europea que adelanta que para final del siglo XXI hasta el 75% del territorio español podría estar en riesgo de desertificación. El secretario general de Anove subraya el importante papel de la agricultura y del cultivo que, según explica, tiene una doble función: primero, de adaptación, para que los agricultores puedan seguir produciendo los alimentos que la humanidad consume y, en segundo lugar, de mitigación, porque las plantas son el principal sumidero del carbono y contribuyen a atenuar el cambio climático. «La mejora vegetal es muy relevante porque, sin ella, no tendríamos una agricultura más productiva, más competitiva y, por tanto, más rentable», dice del mismo modo el consejero de Agricultura, Agua y Desarrollo Rural, Francisco Martínez Arroyo , que también estuvo presente en el acto de presentación del informe. «Gracias al esfuerzo de Anove, de todas las entidades que la componen y de los agricultores -señala-, es posible mejorar la rentabilidad de la agricultura y del conjunto de la humanidad». El estudio sobre el trigo del Instituto Cerdá pone de manifiesto que en los últimos 30 años ha aumentado "extraordinariamente, en torno a un 15%", la rentabilidad de las explotaciones agrícolas de este cultivo gracias a la mejora vegetal. «Esta es la clave en la que tenemos que centrar nuestros esfuerzos para hacer mejor a este sector, que en Castilla-La Mancha es fundamental porque representa a una parte muy importante de su riqueza», resalta Martínez Arroyo. Además de la rentabilidad económica, el estudio analiza lo que supone este campo para la reducción del uso de combustibles, fitosanitarios y medios de producción, lo que repercute también en un ahorro ambiental. En este sentido, el consejero de Agricultura deja claro el compromiso con la mejora vegetal de Castilla-La Mancha, donde ha aumentado la superficie sembrada con semilla certificada, ya que un 34% de los cultivos herbáceos se siembran con ella, «lo que da a los agricultores una garantía de trazabilidad, calidad, producción y rentabilidad». El empleo y la actividad económica son otras de las conclusiones del estudio destacadas por Lluís Inglada, director de Territorio y Sostenibilidad del Instituto Cerdá , que resalta que el sector obtentor vegetal crea unos 15.000 puestos anuales y genera unos 1.000 millones de euros al año, con un porcentaje de entre el 15 y 20% de sus inversiones en I+D+i gracias al trabajo, entre otras cosas, de las 59 compañías y centros de investigación de Anove en España. Es por ello que el secretario general de esta asociación insista tanto en la innovación como la solución. «La revolución en el siglo XXI pasa por el cambio climático, la inteligencia artificial y la biotecnología», afirma Antonio Villarroel, que concluye que «el campo, aparte de ser bonito, debe ser el lugar donde se producen los alimentos que mantienen con vida a la humanidad porque el ser humano tiene la sana costumbre de comer, al menos, una vez al día».