FEMENINO PLURAL Catalina García Presidenta de la Federación de Asociaciones de Mujeres Rurales (Fademur)
«Hay que tener cuidado, todo lo que hemos conseguido es fácil perderlo»
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Catalina García. EL PERIÓDICO
La mujer ha ido históricamente cosechando derechos. En el mundo rural, además de aquellos trascendentales a todas, se reúnen una serie de circunstancias que condenan al ostracismo la discriminación que han sufrido unas mujeres que son la base de su sociedad. Fademur trabaja para alcanzar la igualdad y el progreso de estas y lo hace «desde dentro» donde más posibilidades tendrán ellas de influir en el diseño de políticas públicas ajustadas a sus necesidades. También a través de la «reivindicación y la formación», como explica su presidenta Catalina García.
¿Cuál es el principal papel de las mujeres en el mundo rural y cuál es su importancia?
Es la base fundamental dentro de una sociedad rural, porque fijan población. Durante mucho tiempo se ha dicho que si las mujeres se van de los pueblos, los pueblos desaparecen. Hemos gestionado no solamente nuestras casas, sino en muchos casos las explotaciones agrarias. Tienen un papel importante en los ayuntamientos con las asociaciones de mujeres que empezamos en los años 80 y 90 en los pueblos haciendo una gran labor cultural, social... Las reinas del voluntariado hemos sido nosotras.
¿De qué forma se podría impulsar la inserción laboral de las mujeres en el mundo rural?
El problema que tenemos las mujeres en los pueblos es esa falta de servicios que dificultan la conciliación y que sí hay en el ámbito urbano. Es difícil emprender. No tenemos una guardería, centros escolares, centros de día o residencias de ancianos. Sobre todo, por ese peso que todavía tenemos del cuidado de nuestros mayores, nuestros dependientes y nuestros niños a nuestro cargo.
¿Hay interés por el emprendimiento?
Pese a todas esas dificultades, sí que hay mucho interés por el emprendimiento. Las mujeres se están formando y salen de sus pueblos para ir a la universidad. Luego quieren volver y quieren trabajar en su pueblo. Las nuevas tecnologías nos abren un nuevo abanico de posibilidades, pero tenemos una brecha digital que nos lo impide en muchas ocasiones. Generalmente no es algo que afecta a la mujer de ciudad.
¿Cómo es esa brecha digital, se ha mejorado en los últimos tiempos?
Ya no es que nos falte en el mundo rural una red de banda ancha súper potente, sino que funciona solamente una compañía de teléfono. Se ha mejorado mucho, pero aún así sigue siendo deficitaria en muchísimos lugares. La brecha digital es enorme, porque, además, son más caras todas estas herramientas en el mundo rural. Es mucho más caro tener una buena línea de internet en un pueblo que en una ciudad.
Son problemas que afectan a toda la población, ¿por qué son las mujeres las mayores afectadas?
Las mujeres tienen esa responsabilidad del cuidado, si se dificulta el teletrabajo, por ejemplo, esta brecha incide más en ellas. También la falta de transporte público. No estamos en igualdad de condiciones en muchísimos ámbitos, pero el rural es básico en nuestra sociedad y las mujeres que queremos trabajar y vivir en los pueblos no lo tenemos nada fácil.
El teletrabajo como solución a la 'España vaciada' no es fácil...
Exactamente. Y a eso se une esa falta de algunos servicios básicos como farmacias, oficinas bancarias... Si tu hijo se pone malo y tienes que recorrer 60 kilómetros para ir a urgencias, te piensas si vivir en ese pueblo o no. Y no solo hablamos de mujeres jóvenes. Si atendemos a la madurez, 60-65 años, son mujeres que tienen una edad estupenda y que para ellas es como si no existiera nada. Ellas tienen un valor muy importante para la sociedad: están cuidando de sus nietos, de nuestros mayores... Hacen lo que no hace el gobierno. Es una labor social muy importante y que tenemos olvidada. Es algo que a mí me enfada. Nuestras madres son las grandes olvidadas y las que han hecho que nosotras podamos estudiar y trabajar.
Además de poner los problemas en relieve, ¿qué alternativas proponen?
Conseguimos la Ley de Cooperativas Agroalimentarias que para nosotras ha sido un gran paso. Con ella, estamos representadas en el mismo porcentaje en el que somos socias en las principales empresas de nuestros pueblos que son las cooperativas. Antes se podían contar con los dedos de una mano las mujeres que estábamos en juntas rectoras. No hablo de presidentas, eso ya era impensable. Ahora somos muchas, superamos la veintena de presidentas a nivel de Extremadura en cooperativas. Además, los 25 grupos de acción local, las grandes representaciones de lo que es la comarca, se configuraron de forma paritaria.
¿Cómo ha seguido la evolución en ese sentido?
Las mujeres somos las reinas del voluntariado, pero donde se han movido fondos durante muchos años hemos estado vetadas. Ahora, este tipo de leyes nos afectan en muchos sitios como en la política, aunque en ella tenemos leyes que nos apoyan. Tenemos que ser conscientes de este empoderamiento y creérnoslo. Hemos gestionado toda la vida nuestras casas y nuestras explotaciones y podemos gestionar todo lo que se nos ponga por delante. Somos más responsables y nos queremos formar para hacerlo. Tenemos otra perspectiva y tenemos que entrar para cambiar las cosas desde dentro. Por ejemplo, antes las juntas de rectoras de las cooperativas eran a las nueve de la noche y ahora son a las cinco de la tarde para que terminen a las ocho: es hora de baño, de cena, etcétera. Así podemos estar en casa tanto hombres como mujeres y conciliar.
¿Qué más cosas se hacen?
Nos fijamos algo tan básico como la independencia económica. A parte de reivindicar esos problemas, trabajamos con programas de formación que pretenden esa independencia en las mujeres del mundo rural. Tenemos programas de formación en dependencias que es donde mayor oportunidad veíamos para formar a las mujeres y que ellas mismas formen su propia empresa.
¿Qué se pretende conseguir?
Que se formen cooperativas que creemos que es el mejor tipo de empresa, de economía social, para que ellas mismas puedan dar esos servicios en los pueblos. Las formamos con certificado de profesionalidad. Normalmente hacemos dos al año aquí en Extremadura. Estos cursos además tienen un porcentaje de empleabilidad de más el 90%: en muchos casos esas mujeres se quedan trabajando en las prácticas que realizan. También contamos con una red de emprendimiento de todo tipo: artesanía, agroalimentación... El programa Ruraltivity impulsa a esas mujeres, las asocia y reúne para solucionar problemas en unos sitios tomando como ejemplo la solución que se aplicó en otros.
¿Se muestran receptivas para llevar a cabo estos proyectos?
Las mujeres que tienen una idea o una empresa se muestran muy receptivas porque esa red y esa formación les viene muy bien. Es una formación a la carta, de lo que necesiten. Estamos muy orgullosas de la labor que hacemos porque hay mujeres muy válidas en el mundo rural que quieren seguir trabajando y luchando.
Queda mucho por delante...
Sí, no nos podemos permitir ni un pasito atrás porque todo lo que hemos conseguido ha sido muy difícil. Es fácil decir desde los gobiernos que hay cosas banales y que la igualdad es una banalidad sobre todo en épocas de crisis, y para nada. Se trata de justicia social y de equidad, y eso nunca es banal. No es cuestión económica. Hay que tener muchísimo cuidado, porque todo lo que hemos conseguido es fácil perderlo. Pero no lo vamos a permitir.
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