Todo empezó con el pulgón. En la huerta de VerdCamp Fruits, en Cambrils (Tarragona), usaban insecticidas químicos para afrontar esta plaga que afectaba a sus plantaciones de sandías, pero no lograban controlarla por completo. Siempre quedaba un 20 o 30% de pulgón, que se reproducía y atacaba de nuevo. Ser un monocultivo le hacía las cosas más fáciles. «Cuando hay una especie, todos los insectos y plagas le afectarán», explica Ernest Mas, agricultor y responsable de las parcelas regenerativas de la finca. Diversificar podía cambiar las cosas. La solución al problema, aunque pueda parecer sorprendente, estaba en las flores.
«Necesitábamos romper con el monocultivo y crear un ambiente favorable para que la fauna auxiliar autóctona se quedara», apunta el agricultor. Probaron plantando primero en los caminos unas 30 especies florales, observando qué pasaba y qué especies atraían. ¿Serían las flores capaces de atraer a los enemigos del pulgón y convertirse en centinelas de sus campos de sandías?
De ahí, sacaron a las tres que podían servir para sus objetivos. Serían las flores que llevarían diversidad a sus cultivos de sandías y que ayudarían a que se asentase un ecosistema que regularía por sí mismo las plagas. En VerdCamp Fruits se convirtieron en pioneros: lo que estaban haciendo -y que, como explica Mas, no estaba ocurriendo entonces en los campos- era 'intercropping', o intercultivo, combinar especies en los campos para lograr mejores resultados.
Ahora, en el mismo momento en el que se plantan las sandías, también plantan las flores. Llevan ya años usando a las flores como centinelas para sus sandías. Con ello se ahorran insecticidas, lo que libera la tierra de químicos y supone un ahorro económico. «Échale una media de 50 euros por hectárea a una dosis de insecticida químico contra el pulgón, más la maquinaria unos 40; nos puede costar de 90 a 100 euros», calcula Mas. Teniendo en cuenta que podían necesitar de 3 a 5 tratamientos por cosecha y que ahora solo plantan flores una vez por entre 40 y 50 euros, la cuenta se hace sola.
Las flores no solo reducen ese gasto, sino que igualmente amplían la biodiversidad de esos campos. Por ejemplo, han potenciado la presencia de abejas, lo que mejora primero la polinización y luego la producción. También hay más mariposas y otras especies auxiliares. Desde el CREAF, que ha incluido a esta finca en su proyecto Regenera.cat, añaden que la plantación de flores puede favorecer la capacidad del suelo de almacenar agua y CO2.
Incluso, este modo de trabajar la tierra tiene ventajas intangibles, pero que impactan en quienes la cultivan. Mas habla de beneficios emocionales. «El campo debe ser bonito y estar bonito», indica, algo que no logra el monocultivo. Para quienes se pasan el día entre los surcos de sandías, esto importa.
Por tanto, no sorprende que la idea de mezclar cultivos se esté convirtiendo en un valor al alza. Si cuando empezaron en VerdCamp Fruits no tenían a muchas fuentes expertas a las que preguntar, las cosas ahora son distintas y ya se está investigando y experimentando sobre esta cuestión. Los intercultivos podrían ser la respuesta a muchas de las preguntas que se hace el campo en medio de este contexto de emergencia climática, desde cómo lograr afrontar la sequía hasta cómo conseguir mantener un equilibrio con el entorno y proteger los ecosistemas.
«Cuesta cambiar, pero es necesario», resume Mas. «La agricultura como la conocemos no es rentable. Hay que hacer cambios y cambios valientes», explica. La emergencia climática obliga a repensar qué se hace, qué falla, qué impacto tiene en el entorno y cómo podrían hacerse mejor las cosas.
Uno de estos estudios en marcha es el proyecto Leguminose, que coordina la Universidad de Florencia y que tiene un alcance europeo. El objetivo es analizar el potencial de mezclar los cultivos de leguminosas y cereales. De hecho, sus participantes acaban de reunirse en España, en un encuentro organizado por los socios españoles, el CSIC y la Unión de Pequeños Agricultores y Ganaderos (UPA), para seguir los avances.
En marcha hay ahora mismo 7 ensayos en el continente, con 150 'living labs' (11 en España) en los que se prueban asociaciones entre la cebada, la veza, el trigo, los yeros, los habines o los garbanzos. La idea es recuperar los beneficios que aportan las leguminosas a la estructura de los suelos. Aunque en las últimas décadas se ha ido dejando de plantar legumbres , el intercropping podría ser uno más para la lista de beneficios que empujan a recuperarlas.
El potencial de la agricultura regenerativa
Todas estas ideas se insertan en la llamada agricultura regenerativa, que recupera el terreno al tiempo que lo cultiva. El mencionado proyecto Regenera.cat, del CREAF, busca expandirla y, para ello, usa como guía las experiencias de cuatro fincas catalanas que ya la utilizan. Verdcamp Fruits y su apuesta por el 'intercropping' es una de ellas. «El objetivo es valorar a diferentes escalas y con varios agricultores el potencial del modelo regenerativo para dar respuesta a los principales retos ambientales» explica Javier Retana, catedrático en ecología y el investigador principal del proyecto. Harán un seguimiento de calidad de suelo, productividad de los cultivos o presencia de fauna. Las experiencias concretas de estas cuatro fincas ya apuntan que se consigue más biodiversidad y suelos más fértiles y vivos.
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