Dos informes del FMI han puesto la lupa en las subvenciones a escala europea. Y la principal conclusión es que las empresas que reciben ayudas aumentan empleo e ingresos, pero no crecen ni la inversión ni la productividad La palabra clave es integración . Esto, al menos, es lo que sugiere un ambicioso estudio del FMI sobre la política industrial en Europa. Según sus autores, el viejo continente, pese a su tamaño, apenas aprovecha las economías de escala debido a la ausencia, precisamente, de colaboración entre los estados, lo que afecta a la efectividad de las ayudas públicas. No es un asunto menor, teniendo en cuenta que el gasto en ayudas estatales de los países de la Unión Europea -en un marco de restricciones presupuestarias por la estrechez de espacios fiscales en la mayoría de los países- se ha triplicado en la última década, hasta alcanzar el 1,5% del PIB, por debajo del 2,4% que llegó a representar en tiempos de la pandemia. Y lo que no es menos relevante: las ayudas se conceden en un contexto de creciente fragmentación del comercio mundial derivada de las tensiones geopolíticas, lo que a su vez influye en la eficacia de las políticas industriales. Todo esto ocurre cuando tanto China como EEUU se han volcado en subvencionar a sus empresas con políticas expansivas. El FMI ha observado que también Europa recurre cada vez más a l a política industrial para impulsar el crecimiento y asegurar las cadenas de suministro, pero sus resultados, por falta de integración, son peores que los de sus dos principales competidores. La consecuencia para los contribuyentes es letal. Muchas de las políticas industriales que el FMI denomina 'malas' terminan beneficiando a grupos de interés que en realidad no lo necesitan, lo que supone una asignación ineficiente de recursos que favorece a empresas de baja productividad , "generando costes fiscales significativos". Es más, incluso se generan externalidades negativas porque las ayudas a algunas empresas perjudican a otras. El FMI, por el contrario, propone como modelo de éxito la integración industrial que supuso en su día (1970) el nacimiento de Airbus, donde participan Francia, Alemania, España y Reino Unido. También cita el funcionamiento en Alemania desde 1948 (fue creado por el Plan Marshall ) de un banco denominado KfW, destinado a financiar la transición energética. En este sentido, propone regulaciones comunes que permitan superar los fallos del mercado, sobre todo teniendo en cuenta que desde 1987, tras la aprobación del Acta Única Europea , existe libre circulación de bienes, servicios, capitales y personas. Esto ha permitido reducir las barreras al comercio y garantizar la igualdad de condiciones entre los países miembros. Como consecuencia de ello, los flujos comerciales intracomunitarios representan hoy alrededor del 60% del comercio europeo y han facilitado la integración de las cadenas de suministro. Ahora bien, cada país ha desarrollado de forma unilateral su propia política de ayudas, principalmente a través de subvenciones directas y subsidios a los tipos de interés, lo que en su conjunto representa el 57,8% del gasto total. Hungría es el país que más ayudas públicas sigue dando (un 2% de su PIB), mientras que España se sitúa alrededor del 1,3% del PIB. Sin embargo, advierten los economistas del Fondo , el éxito de la política industrial no depende solo de cuánto gasten los gobiernos, sino de gastarlo bien, es decir, estableciendo prioridades correctas y evitando errores costosos. "Cuando están mal diseñadas y mal orientadas, las políticas industriales tienden a fracasar", sostiene el informe. Además del ejemplo de Airbus, se menciona como modelo a imitar el apoyo a la industria solar alemana para corregir los fallos del mercado. Lo que hizo Alemania a partir de 2000 fue conceder préstamos baratos a la generación fotovoltaica, lo que permitió que la producción de electricidad solar fuera rentable , tanto para las empresas germanas como para las extranjeras. En lugar de participar directamente en los proyectos, el banco KfW celebró contratos con intermediarios financieros que asumieron el riesgo crediticio de los préstamos a los productores. De esta manera, actuando como un banco de bancos, la entidad pública ofreció préstamos subsidiados a interés fijo y a largo plazo (hasta 20 años) a través de intermediarios financieros que podían cubrir hasta el 100% de las necesidades de financiación de un generador. Como resultado, la instalación de paneles solares en el país aumentó considerablemente y Alemania se ha convertido en un actor clave en las exportaciones de energía limpia en la UE. El documento reconoce que Europa ha sido diligente a la hora de poner en marcha una política de ayudas públicas . Sin embargo, insiste en que lo prioritario no es subvencionar a la industria instalada, sino que las ayudas deben estar destinadas a " corregir los fallos del mercado y a lograr una verdadera coordinación transfronteriza para proyectos de I+D", en aras de aprovechar mejor las economías de escala. Otro documento del FMI, publicado ayer mismo, parte de que la política industrial ha vuelto y, en síntesis, va en la misma dirección que el anterior, aunque es todavía más escéptico sobre la utilidad de las ayudas públicas debido a que sus efectos son a muy corto plazo. Lo que hace el informe es analizar los efectos de las ayudas estatales otorgadas entre 2016 y 2023 a las empresas no financieras que cotizan en Bolsa en Bélgica, Francia, Alemania, Países Bajos, España y Reino Unido. La principal conclusión es que las empresas que reciben ayudas estatales aumentan el empleo y los ingresos, pero no crecen ni la inversión ni la productividad laboral. Esto se debe a que los gobiernos, que son quienes conceden las subvenciones, no disponen en muchas ocasiones de la información suficiente, lo que aumenta la probabilidad de que las ayudas fracasen. Por ello, se pide prudencia a la hora de concederlas. Además, asegura el FMI, existen efectos indirectos negativos para las empresas competidoras que anulan significativamente los efectos positivos de la subvención. Se propone que, si se conceden subvenciones, debe hacerse a escala europea, no con criterios nacionales , para evitar las externalidades negativas. La puesta en común de recursos y la asignación competitiva de las ayudas en toda la Unión Europea, asegura el estudio, podrían preservar la competencia , alentar la entrada de empresas al sector industrial y garantizar, al mismo tiempo, una distribución más eficiente de los recursos. Según el FMI, la agrupación de los fondos nacionales y la posterior concesión de las ayudas de forma competitiva dentro de la UE podrían contribuir a preservar la competencia en el mercado, alentar la entrada de empresas nuevas y no favorecer a las ya establecidas, posibilitando al mismo tiempo aumentar la eficiencia en la asignación de fondos. La palabra clave es integración . Esto, al menos, es lo que sugiere un ambicioso estudio del FMI sobre la política industrial en Europa. Según sus autores, el viejo continente, pese a su tamaño, apenas aprovecha las economías de escala debido a la ausencia, precisamente, de colaboración entre los estados, lo que afecta a la efectividad de las ayudas públicas.