Consumir productos de proximidad no tiene un impacto mayor que el de optar por fuentes de energía renovables La mejor manera de reducir los microplásticos que acaban en el mar: deja de hacer tantas lavadoras Existe una brecha entre las acciones que pensamos que reducen emisiones y las que realmente lo hacen. Los actos individuales son esenciales para neutralizar la huella de carbono, pero puede que muchos tengamos una percepción distorsionada de lo que es vivir sin contaminar . Por lo general, tendemos a calmar la conciencia con pequeñas acciones como dejar de utilizar plásticos de un solo uso o utilizar bombillas de bajo consumo. Pero son las decisiones importantes como qué compramos, cómo nos calentamos o cómo nos movemos las que tienen un impacto positivo mayor en el medio ambiente. La científica de datos en la Universidad de Oxford y autora del libro No es el fin del mundo , Hannah Ritchie, hace en un artículo para The Times una lectura optimista sobre el avance global hacia la reducción de emisiones de CO2. No obstante, cree que muchos consumidores, sobre todo los de mayor poder adquisitivo, no aprovechan lo suficiente su capacidad para incentivar soluciones comprometidas con el desarrollo sostenible. Reducir el consumo de carne, más importante que reciclar El 59% de la población percibe al reciclaje como una acción importante a nivel ecológico, según una encuesta de la consultoría Ipsos. La muestra de 21.000 personas en todo el mundo llevó al reciclaje a lo más alto del ránking, por encima de otras acciones como utilizar energías verdes (49%) o vehículos limpios (41%). Sin embargo, si una persona que recicla le ahorra 200 kilos de CO2 a la atmósfera, instalar una bomba de calor o cambiarse a un híbrido enchufable lo hará en 1,5 y 1,2 toneladas respectivamente. La alimentación fue otro de los aspectos tratados en esta encuesta. La mayoría de las personas cree que comprar productos locales y orgánicos acarrea menos emisiones de CO2 que elegir alimentos importados o de producción intensiva, pero no siempre es así. La analista de datos revela que las exportaciones e importaciones representan solo el 5% de las emisiones de la industria alimentaria. Por otro lado, las explotaciones orgánicas suelen necesitar más tierra y los fertilizantes naturales también contaminan. Ritchie cree que el foco debe ponerse no tanto en el origen de lo que comemos, sino en qué comemos, ya que la producción de carne, por ejemplo, tiene una huella de carbono mayor que la de la mayoría de los alimentos vegetales. Una dieta basada en plantas lograría reducir en 1,6 las toneladas de CO2, pero solo es una opción percibida como importante para el 14% de los encuestados. En definitiva, los consumidores con un poder adquisitivo medio-alto pueden, a través de sus elecciones, incentivar la demanda de sustitutos de origen vegetal, coches eléctricos o paneles solares. Esto obligará a las empresas a continuar desarrollando estas tecnologías, lo que provocará su abaratamiento y, por tanto, incrementará las posibilidades de que otros consumidores con menos recursos adopten un estilo de vida más sostenible.