Patxi Mateo es el único de los cinco hermanos que decidió seguir con la tradición familiar y dedicarse a la agricultura. Es propietario de una pequeña explotación de apenas 2 hectáreas en Corella, Navarra , que ha ampliado alquilando otras tierras a familiares y amigos. Allí cultiva una amplia variedad de frutas y hortalizas , entre ellas el célebre cardo rojo -idóneo para ensaladas-, las porrinas -una especie de calçots muy populares en la Ribera navarra- y los famosos espárragos de Tudela, el producto estrella en esta época del año. Para un pequeño agricultor como él, nunca ha sido fácil sacar rentabilidad de su explotación, pero, ahora, a sus 63 años y toda una vida dedicada al campo, asegura que las cosas cada vez están más difíciles. "La agricultura, hoy en día, es ganar céntimo a céntimo y eso se consigue a base de producir mucho. Eso antes no era así y ahora vamos todos hacia eso", se lamenta Mateo. "No había tanta mecanización, no se hacían tantas producciones, había familias que vivían del campo con media hectárea de poner tomates de pera y cuatro o cinco cultivos, pero ahora es impensable. Para el tomate de pera o de conserva ahora tienes que tener la cosechadora, la aplanadora, alquilar un montón de tierras para ir rotando el cultivo y eso se consigue con volúmenes y volúmenes". En este contexto, la gran paradoja es que los productos hortofrutícolas son cada día más caros en los puntos de venta , pero los productores siguen vendiéndolos prácticamente por el mismo precio. Desde el sector agrario se señala desde hace años a un gran culpable: la extensa red de intermediarios que se quedan con una porción desproporcionada del pastel y hacen que los precios se inflen de forma artificial. Patxi Mateo, en su explotación de Navarra. HarBest Market "Antes, había familias que vivían del campo con media hectárea de poner tomates de pera y cinco cultivos, ahora es impensable" Protestas, intermediarios y camiones de fruta "En muchos casos, esta gente ni siquiera ve ni toca la mercancía, ellos son simplemente comisionistas que dicen: 'Yo compro un camión de fruta a una cooperativa o de una central hortofrutícola y te lo vendo a ti, y el otro al otro...'. Mientras, el camión va andando por la carretera y se vende hasta cuatro o cinco veces ", describe ilustrativamente Lorenzo Ramos, secretario general de Unión de Pequeños Agricultores y Ganaderos (UPA). Organizaciones de agricultores y ganaderos, entre ellas la UPA, organizaron una campaña de masivas movilizaciones en 2020 que se vio interrumpida por el inicio de la pandemia, pero que situó en el debate social el problema de carestía que estaba llevando a los pequeños productores del campo español al límite. Como respuesta, el Gobierno aprobó en diciembre de 2021 la conocida como ley de la cadena alimentaria , que buscaba, precisamente, dar transparencia a las operaciones comerciales de los intermediarios con el fin último de controlar la escalada de precios. "Yo creo que la ley de la cadena alimentaria es la mejor herramienta que tenemos para aclarar todo esto, porque aquí todo el mundo dice que no gana mucho dinero, pero si al final echamos cuentas entre lo que paga el consumidor y lo que está cobrando el agricultor hay muchísimo dinero que se está quedando por medio", declara Ramos. Una plataforma digital para saltarse a los intermediarios La ley de la cadena alimentaria, en todo caso, ha tenido aún un impacto muy limitado y los precios han seguido con su escalada alcista, impulsados además por los aumentos de costes generados por la crisis de la guerra de Ucrania . Paralelamente, están surgiendo alternativas en los últimos años que buscan, a su manera, reducir los intermediarios del campo a la mínima expresión. En septiembre de 2020, Patxi Mateo recibió una llamada de HarBest Market, una plataforma digital que conecta restaurantes con agricultores para comprar frutas y verduras directamente de la huerta sin pasar por intermediarios. "No veníamos de ningún sector cercano, pero entendimos que los agricultores se estaban quejando por un tema de precios y que en España había mucha agricultura y mucha hostelería y también que había muchos intermediarios y pensamos que si pudiésemos ser el único intermediario entre la huerta y la ciudad sería espectacular", declara Mario Rey, uno de los tres fundadores de la empresa. El resultado es una web que permite a los restaurantes hacer la compra de sus productos con total trazabilidad hasta el origen y a los productores, la inusual capacidad de fijar los precios a los que venden sus productos. La "desintermediación" del proceso hace que tanto los restaurantes como los productores puedan obtener un precio más justo. Santiago Azurmendi, Álvaro Pérez y Mario Rey, fundadores HarBest Market. HarBest Market "Pensamos que si pudiésemos ser el único intermediario entre la huerta y la ciudad sería espectacular" El negocio está teniendo un crecimiento fulgurante, muestra de que el modelo que lleva rigiendo en el campo desde hace décadas necesita una renovación urgente. En apenas dos años de existencia, la plantilla ha pasado de los tres fundadores a tener 35 empleados y de los 2.000 euros de facturación de su primer mes a los 160.000 euros del último. Buena muestra del éxito de HarBest Market es que ha logrado llegar no solo a pequeños establecimientos hosteleros , sino a grandes grupos como Carbón Negro, una filial del grupo Larrumba que abrió en 2018 y que ha inaugurado una decena de restaurantes por todo Madrid desde entonces. "La ventaja que tiene es que ofrece un producto de primera calidad, sobre todo en los productos más básicos, y esto es porque si queremos que el agricultor tenga la ambición de hacer las cosas bien y de producir un producto premium, él también tiene que verse recompensado y verse participe de este canal de comunicación", declara Gonzalo Sainz, jefe ejecutivo del grupo Carbón Negro. "De lo que se trata es de que al agricultor le llegue un precio justo y que tenga la ambición de hacer las cosas buenas, porque, muchas veces, la motivación del agricultor es cero si va a ganar tres céntimos por un kilo de tomate y lo que hace es producir de forma masiva porque va a ganar lo mismo por un tomate de primera o de segunda calidad, los márgenes se van a quedar en medio". El impacto en el campo está siendo, sin embargo, limitado, y agricultores como Mateo solo pueden comercializar una pequeña parte de su producción a través de esta vía. "Para pequeños agricultores, como es mi caso, viene bien, pero es complicado igual porque, al final, a HarBest Market le dedico un 10% de la producción, lo demás tienes que andar colocándolo por un lado o por otro", explica Mateo. "Pero estas cosas están bien porque, a menos que esto cambie, la agricultura tradicional tiene los días contados, no hay relevo generacional y no me extraña". Nuevos valores que pueden llegar tarde Las alternativas al sistema actual de comercialización de los productos hortofrutícolas llevan apareciendo desde hace años a través de los grupos y cooperativas de consumo. Inspiradas inicialmente por valores ecologistas y éticos, la moda de lo bio ha terminado de dar vida a estos grupos sin ánimo de lucro que ponen en contacto sin intermediarios a consumidores con productores. "Somos una figura de enlace, servimos productos ecológicos, asegurándonos de que no vengan de grandes productores y de que cumplan requisitos también laborales, y los ofrecemos a grupos de consumo mejor que a personas individuales porque así favorecemos el hacer barrio y el crear comunidad", explica Beatriz Ferreiro, parte de la red Ecomarca, que pone en contacto a productores y grupos de consumo. El sector, aunque minoritario, venía en ascenso también impulsado por las redes creadas durante el confinamiento y los meses más duros de la pandemia. La guerra de Ucrania, sin embargo, ha supuesto también un inesperado revés, muestra de que el consumo responsable siempre está sujeto a que los vaivenes de la economía hagan que deje de ser prioritario. "Las grandes distribuidoras tienen hasta un 70% de beneficio y nosotros nos conformamos con un 15%", explica Ferreiro. "Queremos demostrar que se puede hacer una distribución transparente, limpia y justa con el productor y que se puede comer en ecológico a un precio asumible, pero, para ello, el productor tiene que estar en la misma línea que el consumidor". La generalización de estas sensibilidades y planteamientos ideológicos que sustentan grupos de consumo como este podrían haber llegado demasiado tarde para los pequeños productores agrícolas españoles tras décadas en el alambre. "Puede haber más conciencia ahora con eso, pero no llegamos a tiempo de ninguna manera y hay ciclos y ahora estamos en un ciclo negativo y la gente mira mucho al bolsillo", declara Patxi Mateo. - Pareces pesimista, ¿no hay esperanza ya para las pequeñas explotaciones? - "Agricultores a título individual quedarán algunos, pero contaditos, contaditos... Nada". REPORTAJES QUE TE PUEDEN INTERESAR: La guerra llena los campos de girasol español: "La desgracia de uno es el bien de otro". 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