España es el primer viñedo y el tercer productor de vino a nivel mundial. Esta bebida tiene un peso importante en la economía nacional y, al mismo tiempo, forma parte de nuestra cultura. Tenemos cerca de 150 variedades de uvas plantadas y entre los vinos que producimos hay más de 70 con Denominación de Origen Protegida y más de 40 con Indicación Geográfica Protegida , lo que nos convierte en uno de los tres países con más certificaciones. Pero lo más importante para el sector es que desde hace ya unos años se ha producido un desarrollo cualitativo en los vinos españoles. «Hay una concienciación sectorial de apostar por un vino de calidad. Y eso se traduce en ventas más lentas pero con reconocimiento internacional. Esta apuesta aporta criterios de valor e imagen», explica José Luis Benítez, director general de la Federación Española del Vino (FEV). Desde la Conferencia Española de Consejos Reguladores Vitivinícolas (CECRV) resaltan también el momento de clara expansión del sector justo antes de la pandemia, «con producciones y elaboraciones que buscaban de manera cada vez más sólida la calidad del producto y el aumento del valor de nuestros vinos, y aunque (la situación actual) suponga un freno a nivel de comercialización, la apuesta por la calidad y por la diferenciación son una constante», indica David Palacios Algarra, presidente de CECRV. Lo que también era una constante antes de la crisis del Covid, y confían que lo siga siendo después, «es la apertura del sector y del mundo del vino en un sentido amplio: económico, social, cultural y generacional». Los expertos notan que, año tras año, se presta más atención a la evolución de los hábitos de consumo, se habla más para el consumidor y se le proporcionen las máximas y mejores garantías posibles. «Además, precisamente con las denominaciones de origen como eje, hay una mejor vertebración en las zonas. Hay una mayor creencia en nuestra capacidad. Y hay una fuerza comercial a nivel nacional e internacional mucho mayor y mejor preparada. España tiene en la diferenciación, en la diversidad y en la calidad sus grandes armas y eso no va a cambiar», señala Palacios Algarra. Se ha dado igualmente una profesionalización del sector, comenzando por la parte técnica, que ha permitido lograr mejores producciones, y « contamos con los mejores enólogos », resalta el director general de la FEV. Cree que nos faltaba ser los mejores en marketing, «algo para lo que ya se está trabajando, y que debemos apoyarnos para ser pioneros en digitalización». También, en una cuestión en la que nos va la vida, el cambio climático. «Si no se hace nada, tendremos problemas para cultivar las viñas», alerta. Teniendo en cuenta el alto número de bodegas que existe en España, Benítez apunta que se trata de «un sector dividido por su propia naturaleza, muy atomizado. El vino está muy ligado al origen, a la tierra , hay un apego a la población y había dificultad de hacer acciones comunes», reconoce. Algo que está cambiando desde 2015 y ya se ha empezado a coordinar el trabajo para aunar esfuerzos. De las 150 variedades de uva que hay en España , las más cultivadas son airén, tempranillo, bobal y garnacha tinta. El 53% del vino que se produce es tinto o rosado y el 47% es blanco, y hasta un 43% del total cuenta con DOP . Una distinción que trae al país riqueza, diversidad y prestigio. «Esto supone que en muchas zonas rurales de nuestro país se ha apostado por un modelo que vertebra a los operadores, atrae inversión y turismo, fija población al territorio, contribuye a difundir su patrimonio cultural, prestigia sus territorios y pueden considerarse fuente de sostenibilidad en su más amplio sentido (económica, social, y medioambiental)», dice el titular de la CECRV. Son los vinos con Denominación los que han permitido que el consumo de esta bebida cambie de tendencia y vuelva a crecer, al menos hasta la pandemia. «E incluso en esta, aunque son con diferencia los vinos más afectados por la caída de actividad, son también los que están permitiendo que las exportaciones hayan resistido mejor de lo esperado y que hayan crecido las ventas en el canal alimentación», afirma Palacios Algarra. Y son las DOP las que proporcionan mayor rentabilidad a viticultores y operadores , dotando al producto de un valor comercial añadido que se nota en el precio medio, hasta triplicarlo, tanto en alimentación como en exportación. En España, cerca del 60% del vino que se consume tiene DOP, según los datos facilitados por la consultora Nielsen. «Bebemos más vinos con este sello desde hace unos años. Los Rioja, Rueda y Ribera representan el 48% del total, son líderes, pero es importante destacar que ese porcentaje va bajando porque ganan peso otras muchas denominaciones», afirma el consultor Ricardo Alcón. Si bien es cierto que estos vinos se consumen más en la restauración, como consecuencia de la pandemia «ha crecido más su consumo en las casas y su venta online ha aumentado un 200% ».