Menú Extremadura El sector del tomate no sabe si plantará a pocas semanas del inicio de la campaña Debido a la sequía, el número de plantones se ha reducido en algunos invernaderos y saldrán con retraso, mientras en otros no han empezado Todavía no ha salido el sol y Francisco Plaza ya tiene puesto un pie en el suelo. Sin embargo, esta noche, como tantas otras, no ha podido dormir del tirón, hay algo que le quita el sueño. La incertidumbre ante la evolución de la campaña agrícola actual ocupa buena parte de su pensamiento, como a miles de agricultores y ganaderos de la región. Es momento de tomar decisiones con respecto a la plantación del tomate si no quiere perder la campaña de este año, pero no es posible tomarla. Decisiones no solo a título personal como agricultor, sino también como presidente de la Cooperativa San Isidro de Villanueva de la Serena. En ella hay unos 150 socios, de los cuales cerca del 70% son tomateros. Después de pasar por la oficina de la cooperativa y dar una vuelta por sus frutales, esos de los que no sabe si obtendrá cosecha este año, Francisco se da una vuelta por los invernaderos ubicados en el polígono Montepozuelo. Uno de ellos está al 80% de ocupación con semilleros de tomate, pero el resto están vacíos, cuando parte de estos también tendrían que estar ya en acción. Eso si fuera un año normal, «pero este no lo es», dice. La Cooperativa San Isidro hizo el año pasado 140 millones de kilos de tomate y en 2022 bajará la producción, pero aún no saben cuánto. En una campaña tomatera al uso, debería empezarse a plantar en las parcelas el 1 de abril, y seguir de forma escalonada durante cincuenta días. Pero este año, con la incertidumbre del riego, la primera postura, la del tomate temprano, se ha perdido «y eso que en la cooperativa el 70% de la tierra riega del canal del Zújar, donde está más consolidado el riego». Sin embargo, hay un 30% de la superficie que pertenece a la Comunidad de Regantes del Orellana, «y esa está muy comprometida». De hecho, hay cooperativas donde todavía no han empezado a hacer semilleros. Francisco recuerda que hace unos días, esta última comunidad de regantes sacó unas normas de riego para la campaña «que son teóricas, porque hay que ver si cada explotación va a querer hacer la parte que le corresponda ya que, a tenor de las restricciones de agua, muchos se piensan si plantar». «Yo digo que es la campaña de la incertidumbre constante», dice este tomatero, porque primero se empezó con la incertidumbre del agua para los cultivos permanentes y el tomate, que eran los más inminentes. Sin embargo, ahora, tras cerrar los contratos de tomate, «tenemos la gasolina a dos euros, el gas por las nubes, la luz batiendo récord todos los días, y añadimos la carencia de abonos nitrogenados que vienen de Rusia, por lo que es muy complicado tomar decisiones», reflexiona. Y no solo con el tomate, porque ahora se está viendo tan necesario cultivar cereal como los cultivos primeros para los que se pedía agua, dice. Es algo que ha surgido a raíz de la guerra en Ucrania, que es el granero de Europa. Y la cadena se extiende a los ganaderos, «sin lluvia no hay pastos, tampoco les llegará cereal para alimentar al ganado, y eso hará que algunos tengan que sacrificar los animales«. Francisco mira a su alrededor y ve verdear el invernadero con plantas de apenas uno o dos centímetros. Hay para poner unas 900 hectáreas de plantas en varias fases, donde las primeras saldrán al campo el 6 de abril y acabarán entre el 15 o 20 de mayo, o incluso antes. Como hay menos tomate, también se ha hablado de acortar la campaña en la fábrica. En lugar de hacer 50 días de campaña, reducirla a 40. De hecho, en la nave de semilleros, su encargado, José Antonio Ramos, recuerda que en una campaña normal harían 22 millones de plantas, pero este año serán sobre 16 o 18 millones «y somos de las cooperativas que menos está reduciendo», advierte. Tampoco tiene todavía claro cuánto tomate sembrará Herminio Íñiguez, al frente de la Asociación Agryga. Al margen de la guerra, la sequía, una nueva PAC y, sobre todo la lentitud de toma de decisiones políticas hará que haya más movilizaciones de agricultores. «Hay que escuchar al sector y a la gente de la que depende esto, esa es la clave». Pero, ¿qué pasará si la planta sale al campo? Por lo pronto, estas instalaciones tienen unos gastos estructurales que están en amortización, y están dentro de la cooperativa con un personal fijo que depende de estas producciones, explica su presidente. También está la bandeja, la turba y la semilla que tienen un coste importante. Francisco es optimista y ve el vaso, todavía, medio lleno. Aun así, sabe que las cuentas no van a salir. Por eso invita a los organismos competentes a volver a analizar los costes de producción para el tomate, porque cuando se fijaron en 95 o 96 euros mínimo, era cuantificando el gasto de aquel momento «y los de ahora han variado muchísimo». Tendencias Fusión Don Benito-Villanueva Isla de Valdecañas Coronavirus Sucesos HOY Agro En Salsa Antropía