El pistacho se afianza en Aragón como alternativa a los cultivos menos rentables. Según la Asociación de Pistacheros de Aragón (Apistar), la comunidad apenas contaba hace cinco años con cuatro hectáreas de este fruto seco, mientras que ahora ya hay cerca de 500. El Bajo Aragón, Calatayud, Cariñena o Ejea son algunas de las zonas donde ha arraigado con fuerza, aunque su cultivo se ha repartido casi por toda la geografía aragonesa. «Hace unos años solo estábamos cuatro agricultores y ahora solo en la asociación somos 74 productores», destaca el presidente de Apistar, Ángel Morlanes, que fue el primero en plantar pistachos en la provincia de Zaragoza.
Tal y como apunta Morlanes, el crecimiento meteórico de este fruto seco se debe a que se ha convertido en una alternativa a los cultivos menos rentables. «Hay fruticultores que ante la actual crisis de precios en este sector han decidido diversificar y lo mismo ha ocurrido en la margen derecha del Ebro, donde hay poco regadío y el cereal no arroja tanta rentabilidad», explica.
Lógicamente, su cultivo no se hubiera extendido si la demanda de pistacho no hubiera crecido gracias a los beneficios de este fruto seco para la salud. Y sus buenos precios, sin duda, han sido determinantes. «Por un fruto de calidad media el agricultor recibe entre cinco y seis euros sin IVA por kilo», indica Morlanes, que apunta que por el más caro y en ecológico se pueden alcanzar hasta los doce euros.
Así, el sector estima una rentabilidad neta media de 3.000 euros por hectárea de secano y de entre 8.000 y 12.000 en regadío. Unos datos muy atractivos que, sin embargo, se ven algo lastrados por la importante inversión inicial. «Es similar a la necesaria para la viña, aunque la característica de este cultivo es que no empieza a ser rentable hasta el octavo año porque el proceso es lento», comenta Morlanes. Su mantenimiento, eso sí, es barato y sencillo, lo que permite compatibilizarlo con otras plantaciones.
ARAGÓN YA TIENE ASOCIACIÓN/ La creación en septiembre del año pasado de Apistar constata el auge de este fruto seco en la comunidad, donde ya hay más de 100 explotaciones. La asociación nació con el objetivo de impulsar este cultivo, por eso incluso imparte cursos a los agricultores que quieren introducirse en él. Y todo con financiación propia. «Hemos tenido algún contacto con la DGA; esperamos que nos apoyen porque el pistacho también puede ayudar a asentar población en el medio rural», subraya.
Sin duda, lo ideal para afianzar el cultivo en la comunidad sería que se construyera una planta procesadora, ya que actualmente los agricultores aragoneses venden su pistacho a intermediarios y este acaba en la industria (los de menor calidad) o en empresas de frutos secos.
Las principales zonas productoras son Castilla La Mancha (sobre todo Ciudad Real) y Cataluña, donde este cultivo empezó a implantarse a finales de los años 80 por la crisis del olivar. «Los líderes mundiales son, con mucha diferencia, EEUU e Irán, seguidos de Italia, Grecia o Turquía», indica Morlanes, que recuerda que él comenzó en el 2012 con 60 árboles en su pueblo (Olvés) y ahora tiene 1.200.