LOS PROBLEMAS DEL SECTOR PRIMARIO
El conejo 'made in Aragón' se enfrenta a un incierto futuro
La comunidad ocupa el quinto lugar a nivel nacional en la producción de conejos para comida mientras la perspectiva internacional es cada vez menos positiva
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Un carnicero muestra un ejemplar de conejo en un comercio zaragozano. MIGUEL ÁNGEL GRACIA
El sector primario sigue siendo uno de los que sustentan la economía aragonesa desde hace tiempo. El líder de este espacio es el porcino, puntal de lanza de una economía aragonesa que resiste, desde hace tiempo, casi cualquier circunstancia. En el otro lado de la balanza se encuentra el sector cunícola, con una producción de conejos que cada vez desciende en mayor proporción y con unas perspectivas de futuro poco esperanzadoras para los ganaderos que todavía confían en la cría y venta de gazapos.
Aragón ocupa el quinto lugar entre las comunidades autónomas españolas respecto a la producción de conejos. Respecto al global, en la comunidad se encuentra el 8% de las explotaciones cunícolas de todo el país. En el caso aragonés, la mayoría de estas explotaciones son de un carácter reducido, rondando las 400 madres, ejemplo de un sector primario de tamaño medio y familiar, el más habitual en la comunidad.
El balance del 2023 presentado por UAGA certifica el complicado momento que atraviesan los productores de conejo desde hace un par de décadas. De hecho, la organización agraria pone de manifiesto que el sector cunícola vive «un proceso de concentración de su eslabón productor», cuya consecuencia directa es «la desaparición de las explotaciones de menor dimensión y con menor capacidad competitiva». Hoy en España solo resisten 3.322 explotaciones dedicadas al conejo, siendo tan solo 1.439 de carácter productivo y no dedicadas al autoconsumo.
Aragón, por su parte, registra el 8% de todas las explotaciones del país, quedando en un digno quinto puesto. Por ponerlo en contexto: fuera del top 9 que registra el balance de UAGA se concentra tan solo el 9% de las granjas. En esos primeros puestos en los que se cuela Aragón, el primer escalón se lo queda Cataluña (26%), seguido de Extremadura (15%), Castilla y León (11,6%) y Galicia (9,7%). El estudio insiste en que la mayoría de las explotaciones registradas tan solo tienen 400 madres.
Este mapa de la distribución de las granjas de conejo ha acumulado en conjunto un total de 33.308 conejos sacrificados a lo largo del año. Por toneladas de carne, España ha registrado en el último año un total de 40.929 toneladas. El balance, aunque parezca masivo, no lo es si se compara con los años anteriores: respecto a lo registrado en 2022, la producción nacional de carne de conejo ha bajado un 12,6%, con una reducción del peso a la canal del 11,5%, según los datos que maneja la principal organización agraria de la comunidad.
En el apartado comercial, los registros del pasado año no son mucho mejores. En la venta al extranjero, España ha comercializado un 14% menos de carne de conejo respecto a los datos de 2022. Portugal, Polonia, República Checa, Estados Unidos y Francia siguen siendo los destinos predominantes de los conejos españoles, que han encontrado en Bélgica la única nota positiva de su comercio, ya que ha importado un 51% más de carne respecto al año pasado. La otra nota negativa es el aumento de las importaciones, provenientes sobre todo de Portugal, Francia y Alemania.
Si el comercio exterior no da excesivas alegrías a los productores cunícolas españoles, el interior tampoco ha sido el que ha sacado las sonrisas de los ganaderos. En comparación con el 2022, el consumo de carne de conejo ha caído un 13,8% y cada español ha consumido, de media, tan solo 0,75 kilogramos de esta carne a lo largo del último año.
El análisis
Míchel Campanales, responsable del sector cunícola en la Unión de Agricultores y Ganaderos de Aragón (UAGA), maneja unas cifras de mayor amplitud. Para él, el mundillo del conejo ha sufrido «una contracción muy fuerte» en las últimas décadas, con un golpe muy importante al sector del que no saben si se podrá recuperar. «Hemos perdido el 50% de las explotaciones en la última década», asegura Campanales, que resiste con su granja familiar en el Matarraña . La reducción es muy parecida en el número de cabezas de ganado: «Desde 2007, las granjas aragonesas han pasado de tener en torno a 1,5 millones de madres a tan solo unas 700.000». Una cuesta abajo, con pocos frenos, que ha recibido en los últimos cuatro años la puntilla perfecta. «La pandemia frenó toda la economía, luego vino la guerra de Ucrania y llevamos dos años con la inflación sin parar», cuenta Campanales, que pese a todo confía en poder darle un importante volantazo a la situación: «Con un plan estratégico fuerte pueden cambiar las cosas. La lógica nos lleva a pensar que seremos menos competitivos en el marco complicado del mercado de Aragón, pero creo que podemos lograr una competencia muy buena de cara al exterior».
El secretario general de UAGA en Teruel y responsable de ganadería, Alberto Escura, ya analizaba en la presentación del balance agrario de la organización hace un par de semanas el complicado momento que atraviesa el sector. «Es un área apabullada a nivel nacional, porque no es atractiva y genera inestabilidad a los productores», comentaba Escura, que descartaba la posibilidad de que los conejos se llegasen a criar fuera de las jaulas: «Es una crianza imposible porque las madres se matan entre ellas».
El vaticinio de Escura en aquel momento era todavía más negativo, pensando que con la normativa y el bajo consumo, los ganaderos se podrían llegar a plantear «vender las jaulas a otros países con menor regulación y acabar importando el conejo». Una situación que a otros países mediterráneos, como Italia o Francia, le pasó hace años y obligó a esas economías a importar conejo de otros países. De ahí, por ejemplo, la buena posición de España en estos momentos.
Los cambios en los hábitos de consumo hunden al sector
Las cifras del sector cunícola en Aragón se reducen, como en el resto de España, sobreviviendo gracias a las exportaciones a otros países mediterráneos y observando un futuro que no es muy esperanzador. Los primeros en sufrir esta complicada situación son los productores, que aceptan con resignación el momento y critican el abandono por parte de las instituciones.
Míchel Campanales es responsable del sector cunícola en UAGA y miembro de la cooperativa Hispania Naturalis. Considera que «la bajada de producción y del consumo van de la mano», en un círculo vicioso que daña al sector del que forma parte. Con los datos en la mano, lo que se siente en las granjas aragonesas es que son una resistencia dentro de «una vorágine de cierres repartidos por toda la comunidad». Como ejemplo, la ausencia de mataderos de estos animales en la comunidad, síntoma de la falta de trabajo pese a la fuerza que Aragón tiene en el panorama nacional.
Para Campanales, los productores de conejos están «abocados a renovar el sector a través de un plan estratégico ambicioso». En primer lugar, que les permita ser competitivos en el mercado y, en segundo, que les haga adaptarse a las restricciones que cada vez llegan en mayor medida desde la UE. «Si esto sigue así, existe la posibilidad de que las jaulas se acaben yendo a otros países y España se convierta en un país importador de conejo», comenta este ganadero aragonés, que regenta una explotación de unas 3.000 madres.
La complejidad del día a día de los granjeros de conejos no se resuelve con una subida de precios que ha permitido suavizar muy ligeramente el final de 2023. «Nunca hemos tenido unos precios tan altos», detalla el responsable de UAGA que advierte de que eso sucede porque «el productor está arruinado y ya casi no hay granjas». El vaticinio es negativo también para el consumidor: «Cada vez va a ser más caro». Hablando, eso sí, siempre de un conejo completo al que cuesta encontrar partes o productos alternativos con la misma carne, pese a que Campanales opina que el objetivo del mercado es «que la gente piense en filetes y brochetas y no sean conscientes de que hay un animal detrás del plato que se comen».
Felipe es otro de los ganaderos dedicados al conejo en la provincia de Zaragoza . Miembro de una explotación familiar, este joven aragonés gestiona una granja con 800 madres gestantes y 400 gazapos en cada ciclo de cría. «Estamos como todo el sector primario, es decir, fastidiados», comenta el joven ganadero, adaptado plenamente a la complicada situación.
«El sector cunícola no se puede integrar y tiene los precios controlados por las grandes superficies», explica Felipe, que sí admite que la inflación que domina la economía española desde hace un par de años le ha venido bien a la producción de conejos: «Han subido los precios porque antes se producía a pérdidas, con casi diez meses estando cinco o diez céntimos por debajo de la producción». Por lo tanto, ahora la cosa está mejor, pero «no es un repunte boyante».
En paralelo a la mejora en la venta, la subida llegó a los costes de producción. «Es algo lógico», comenta el ganadero, que de memoria recuerda lo que han subido los precios de los gastos de producción: «Donde más se nota es en el pienso, que ha subido un 150% en los dos últimos años».
Nadie duda de la calidad de la carne del conejo y los beneficios que tiene para la salud humana en comparación a otros animales, pero eso no ha impedido que su consumo sea cada vez menor en la cultura mediterránea.
Un efecto que, para los productores, viene importado de otros países occidentales, como puede ser Estados Unidos, Gran Bretaña o el norte de Europa. «No se come tanto conejo como antes porque estamos muy influidos por otros países en los que este animal solo se concibe como mascota», relata Felipe, que lamenta que se pueda perder «un plato que ha sido muy típico en nuestras cocinas». La pérdida de consumo, además de rebajar la oferta y el impacto a través de las tiendas, golpea a los productores: «Es lógico y es proporcional, porque se ha reducido la venta y también se ha reducido el número de granjas que siguen abiertas en España».
Nadie se atreve a adivinar qué le puede suceder al sector cunícola en el futuro, principalmente por pertenecer a él. El propio Felipe reflexiona sobre su explotación familiar y acierta a definir a este mundillo como «un sector muy difícil y delicado». De cara a los próximos años, las previsiones «no son nada halagüeñas» y la tesis que baraja es todavía más negativa: «Creo que nos van a dejar caer, porque no hay ayudas por parte de las instituciones ni se vigila lo que pasa en las lonjas». Entonces, según Felipe, la sociedad se dará cuenta de lo que ha pasado en los últimos tiempos: «Llegará la desaparición de las granjas y entonces nos acordaremos de lo buenos que estaban los platos de conejo».
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