Menú Agricultura El cereal echa cuentas para crecer La necesidad de grano por la guerra está haciendo crecer los precios, pero también suben los costes de producción, lo que dificulta que más agricultores se planteen cultivar herbáceos Aquí estamos, deseando sembrar cereal. ¡ Si es a lo que nos hemos dedicado toda la vida ! ... Pero solo lo podemos hacer si las cuentas nos salen y por eso muchos han dejado de sembrar en los últimos años». En el granero de Extremadura, la Campiña Sur pacense, un territorio con 50.000 hectáreas potencialmente productivas, saben que muchas miradas se están dirigiendo a la que tradicionalmente ha sido la comarca más cerealista de la región. Los cultivos herbáceos están ahora muy solicitados, afirma desde Llerena Cándido Méndez, de 57 años, mientras otea una sucesión de parcelas con una superficie verde esplendorosa (trigo, cebada y avena) en unos casos, y amarillo en otros (colza). La guerra en el este de Europa los ha puesto en el punto de mira por el riesgo de desabastecimiento al ser Rusia y Ucrania grandes mercados de cereales. En las Vegas del Guadiana, Juan Pedro Hidalgo, de Villanueva de la Serena, lleva sembrando cereal desde que recogió el testigo de la explotación que había llevado su padre. Esta campaña espera recoger, en un par de meses, una buena cosecha gracias a sus 70 hectáreas plantadas de trigo y 20 de cebada. «Toda la vida he puesto cereales porque había que rotar la tierra, pero la verdad es que estamos cobrando malos precios, salvo el año pasado, cuando ya subieron. Y los de esta cosecha deben ser aún mejores», dice este agricultor de 46 años antes de poner freno a un optimismo desmesurado que comparte igualmente Antonio Soto, de 64 años, agricultor de Puebla de la Calzada. Interés condicionado «Esta película tiene dos partes. La primera es que nos están pagando mucho más y nos van a pagar aún más posiblemente en esta campaña. La segunda, sin embargo, es que los costes están por las nubes y se comen lo que podamos ganar por nuestros cereales. Y eso es algo tremendo porque si no bajan el daño no es solo para nosotros sino para toda la población», confirma Soto, que es el presidente de la Sectorial de Cultivos Herbáceos de Cooperativas Agro-alimentarias de Extremadura. En este panorama, es seguro que en la próxima campaña de cereal, la que se empieza a planificar en verano, nada más terminar la cosecha de esta, bastantes agricultores intentarán sembrar trigo, cebada o colza, no por la exigencia de la rotación, sino por la rentabilidad que se presenta. Lo dicta el mercado por la necesidad de abastecimiento. «Pero la clave para que uno se piense plantar cereal o no es que sean muy rentables los cereales, o que los fertilizantes bajen bastante porque ahora están desmadrados. Deben salir las cuentas», finaliza Juan Pedro Hidalgo en conversación con HOY. «Los fertilizantes, sobre todo la urea nitrogenada, están ahora un 30 o 40% más caros que cuando plantamos el cereal para esta campaña. Por no decir cómo está el gasoleo. No estamos jugando con las mismas normas a la hora de pronosticar que todo el mundo se va a cultivar ahora cereales porque sean más necesarios o lo pida la UE», agrega el agricultor Cándido Méndez, natural de Casas de Reina, situado a cinco kilómetros de Llerena. En la cerealista comarca de la Campiña Sur sigue siendo vital para la vida de sus localidades el trigo, la avena o la cebada, pero la realidad es que en la última década la persistencia de bajos precios ha empujado a ir abandonando progresivamente esos cultivos en secano en beneficio del olivar o el barbecho permanente en esa zona del sureste extremeño. Los datos de la Encuesta sobre Superficies y Rendimientos Cultivos (Esyrce) que elabora anualmente el Ministerio de Agricultura recogen que en el pasado 2021 se contabilizaron 270.000 hectáreas de cultivos de cereales grano en nuestra comunidad autónoma, 194.000 en secano y 75.900 en regadío. Dentro del secano sobresalieron las 68.000 hectáreas de trigo blando y las 57.000 de avena. Una estadística que confirma la tendencia al descenso de hectáreas de forma paulatina desde 2012. Entonces, según la Esyrce, el total de superficie en la región ascendió a 329.000 hectáreas. En 2015 sumaban 295.000, mientras que en el año 2020 la superficie total quedó en 274.000 hectáreas en Extremadura. «Ya me gustaría poder haber plantado más cereal el otoño pasado. Y no lo hice porque no intuyera que iba a haber una crisis mundial aún mayor que la que teníamos por la pandemia que nos haría ser más imprescindibles que nunca. ¡ Qué va ! No lo hice porque ya entonces los costes que tuve eran altos. Y ahora están aún más», insiste Méndez. Es integrante de la junta rectora de la cooperativa Agrollerena y Comarca, centrada en la comercialización de granos y también de aceite. Cuenta con unos 160 socios. En una de las tres naves de Agrollerena y Comarca para almacenamiento de cereal, Cándido y su hijo Jesús ven cómo las reservas están casi vacías de trigo, cebada y heno... Porque la cosecha del año anterior está prácticamente agotada. Los cereales se han convertido en el cultivo de moda, en el que todos, ganaderos y administraciones fundamentalmente, ponen sus ojos para evitar el desabastecimiento. «Ya no hay apenas grano. Se vendió bien, mejor aún que el último que se puso en circulación antes de acabar el año», confirma Hidalgo, socio de la cooperativa villanovense de San Isidro. Primero la pandemia y ahora la invasión rusa de Ucrania han puesto patas arriba a los mercados alimentarios, tanto para consumo humano como animal, reafirma. «Ahora nos dicen que sembremos más cereal este año, que vamos a recibir unos precios altísimos, como nunca visto... Ojalá, pero como los fertilizantes sigan así no podemos poner más hectáreas. No compensa ni de largo», tercia Jesús Méndez, de 33 años, hijo de Cándido. Siembra heno todos los años para tener asegurada, en una pequeña medida, el alimento necesario para sus 80 vacas. De media la campaña pasada se cobró a unos 21 céntimos por kilo de cereal, y se da por factible que en esta se puedan alcanzar los 40. Con unos costes asumibles de fertilizantes y gasóleo, casi cualquier agricultor, bien de secano o de regadío, se pondría a planificar su siembra en la próxima campaña o quien tuviera agua disponible a plantar maíz en abril. Pero las cosas no son tan fáciles. «Nos piden que sembremos más para no depender de mercados exteriores. Perfecto. Pero a eso le tienes que poner unos costes de producción razonables, no de locura como los de ahora», sentencia Hidalgo. Lo dice en medio de una situación inimaginable para un sector vapuleado por unos precios pésimos en la última década pero que llevan dos campañas seguidas -la anterior y con toda certeza esta- que va a registrar subidas muy apreciables. «Me asombra que se estén pagando 400 euros por tonelada para el trigo o 600 por la soja. Eso son unos precios bárbaros, pero es que la película tiene otra parte: los costes. De poco me sirve que me puedan pagar mucho más si me cuesta muchísimo más. Y no digo ya el cereal que se hace en regadío, con más necesidades con el agua, por ejemplo, como otro elemento básico», relata Soto. «Sí, es verdad, pero la clave aquí no es lo que nos pagan al final sino lo que nos cuesta producir para ponernos a ello», insiste Juan Pedro Hidalgo, que complementa sus hectáreas de trigo y cebada en secano con tomate en regadío. La guerra de Ucrania también se ceba sobre producción de insumos agrícolas. El peso de Rusia y Ucrania en el mercado de los fertilizantes es muy importante. Rusia es el primer exportador mundial de urea con 7 millones de toneladas al año. La urea es el fertilizante más común. Es el sólido granulado de mayor concentración de nitrógeno y el nitrógeno es esencial en el cereal. «Si tuviera un precio normal estaría todo muy bien», resume Méndez. Tendencias Fusión Don Benito-Villanueva Isla de Valdecañas Coronavirus Sucesos HOY Agro En Salsa Antropía