Una dieta con demasiado azúcar no solo es perjudicial para la salud de las personas. Lo es también para la economía y el clima del planeta. En este sentido, reducir su consumo tendría importantes beneficios en la lucha contra la crisis climática e impulsaría la recuperación de la economía. Así lo concluye un estudio del Institut de Ciència i Tecnologia Ambientals de la Universitat Autònoma de Barcelona (ICTA-UAB) que ha sido publicado en la revista científica Nature Sustainability . Los autores han analizado los posibles beneficios de destinar menos superficie al cultivo de azúcar para usos alimentarios, siendo el principal unas menores emisiones de gases de efecto invernadero. Plantean tres escenarios. En el primero, la Unión Europea reforesta las tierras que actualmente destina al cultivo de azúcar. En el segundo, la remolacha azucarera producida por los países comunitarios es convertida en etanol (un biocombustible que se mezcla con la gasolina) en lugar de en azúcar. Finalmente, en el tercer escenario, la UE exporta su excedente de producción de azúcar, al tiempo que Brasil reorienta su actual producción agraria de azúcar a cultivar más caña de azúcar para etanol. Cabe destacar que los vehículos brasileños utilizan en su gran mayoría gasolina con un 27% de etanol, mientras que en Europa la mezcla máxima es del 10%. Al incrementar el porcentaje de etanol y disminuir el de gasolina, las emisiones de gases de efecto invernadero se ven reducidas. Es más eficiente cultivar caña de azúcar para etanol Jair F. Coll / Bloomberg "Debido a los problemas de salud causados por el consumo de azúcar y la necesidad de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, sería mejor para la sociedad utilizar los cultivos de caña de azúcar para producción de etanol en lugar de azúcar", indican Lewis King y Jeroen van den Bergh, los dos investigadores autores del estudio. "La remolacha azucarera también es adecuada para la producción de etanol, pero con menos eficiencia que la caña de azúcar. Sin embargo, la remolacha azucarera es un cultivo más eficiente para el etanol que otras alternativas típicas como el maíz", añaden estos dos expertos. Tras analizar los tres escenarios, los investigadores han concluido que "el óptimo" sería el tercero, en el que la UE se centra en la producción de azúcar con remolacha azucarera y Brasil en la producción de etanol a partir de caña de azúcar. "Esto es porque la caña de azúcar es un cultivo más eficiente para la producción de etanol y reduciría la presión sobre la deforestación y el cambio de uso de la tierra en Brasil", afirman los autores de este estudio. Lee también La agricultura regenerativa se erige como solución a un mundo en crisis Lorena Farràs Pérez Cifras Hasta 31 millones de hectáreas se destinan en el mundo a la producción de azúcar, con cerca de tres millones en la UE La caña de azúcar -que crece en las regiones tropicales- y la remolacha azucarera -que crece en las regiones templadas- son los dos principales cultivos para la producción de azúcar. "Los dos mayores productores de caña de azúcar son, de lejos, Brasil e India", destacan King y Van den Bergh. En total, se estima que en el mundo se destinan más de 31 millones de hectáreas al cultivo de azúcar (cerca de tres millones en la UE y menos de 28.000 en España). Para reducir las necesidades de producción, proponen un enfoque similar al que ha ayudado a la UE a reducir su consumo de tabaco: educación y políticas orientadas al cambio de hábitos, con un importante papel de la fiscalidad. Los impuestos sobre el azúcar han demostrado ser eficaces y políticamente populares en países como el Reino Unido, por lo que constituyen un instrumento político prometedor para contribuir indirectamente a la consecución de los objetivos del cambio climático. Estos se aplican no solo sobre el azúcar final, sino también en alimentos o bebidas que lo contienen. La cara B de los biocombustibles La utilización de biocombustibles como el etanol contribuye a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, pero aumenta la presión sobre la necesidad de tierras para el cultivo de alimentos. Es decir, contribuye a la deforestación. La legislación europea prioriza los biocombustibles procedentes de desechos y residuos en lugar de cultivos agrarios.