El animalismo y la crisis cercan el negocio de las pieles en España

13/01/2020
En: abc.es
Digital
Irrumpe la «moda vegana», que desaprueba hasta el uso de la lana, y a cambio recurre en muchas ocasiones a productos derivados del petróleo La peletería «nunca se va a acabar», dice convencido Francisco Tarjuelo, presidente de la principal asociación del sector, Fur Spain. Su afirmación, que se basa en que «siempre habrá demanda», llega en un momento complicado para el negocio de las pieles. Las empresas españolas sufrieron mucho por la recesión económica, y las que han quedado no consiguen conectar con las nuevas generaciones. A ello, asegura Tarjuelo, se añaden los ataques de una parte del espectro político y el daño en la imagen que está causando la prohibición de las granjas de pieles en diversos países. «La sociedad ha cambiado y debemos adaptarnos», resume. Según los datos de Eurostat, el número de empresas (de al menos 20 empleados) que se dedican a la confección de productos de peletería en España ha caído a la mitad en una década . Si en 2009 se contabilizaban 290, en 2018 quedaban 146. También ha caído el valor de la producción vendida de las prendas de pieles en España, según la estadística Prodcom. Ascendía en 2009 a 8,8 millones de euros y en 2018 se quedó en 4,1 millones, en parte, por el abaratamiento de los productos, aunque el sector se ha recuperado un poco tras tocar fondo en 2016. Sí crecen las exportaciones de pieles, según Fur Europa, que superan los 15 millones de euros. «Influyen tantos factores que van en contra nuestra», dice Tarjuelo. La crisis económica supuso un duro golpe a la industria peletera española, al mermar la capacidad de sus potenciales clientes. El comercio exterior no pudo compensarlo, en competición con grandes productores de pieles a bajo precio como China. Y a los problemas económicos se sumaron otros sociales: la falta de relevo generacional en el gremio y la mala imagen. Porque ya no se trata solo de que se haya perdido «la ilusión por la compra», explica Tarjuelo, sino que el «concepto de ideología es el que está empezando a primar» . «Está mal visto que una señora vaya con un abrigo de pieles, ¿pero por quién está mal visto? Es algo que han inculcado», resume. Esta semana, por ejemplo, la empresaria Carmen Lomana era duramente criticada en las redes sociales por grupos animalistas, por contar que estrenaba un abrigo de «piel natural porque soy ecológica», en alusión a que las prendas sintéticas no son biodegradables . «Hay una doble moral. Puedes matar cerditos, conejos, vacas y pollos porque te los comes... pero no puedes usar la piel», lamentaba más tarde. El problema «del pelo» Luis Guichot - Ignacio Gil La polémica en el sector, valora el presidente de Fur Madrid, Luis Guichot, está sobre todo en las prendas «de pelo», y no tanto en las curtidas como el cuero; aunque estas también han sido sustituidas en muchos casos por materiales sintéticos. «Los ecologistas donde deberían estar es contra los productos derivados del petróleo y contaminantes », dice Guichot, que defiende que «la peletería no es contaminante» y, además, sus productos «pueden durar 50 años». El debate sobre la sostenibilidad en la moda no es nuevo. Los grupos animalistas, como Pacma, piden el cierre de las granjas peleteras, al considerar que los productores tienen a los animales en unas condiciones «de horror»; y cada vez más diseñadores se apuntan a la moda del «libre de piel», como Donatella Versace, que en 2018 aseguró que «no quería matar animales para hacer moda». Ahora el movimiento vegano , cada vez más popular, amplía el espectro y pide desterrar también la lana o la seda, para evitar el lucro a través de «la explotación» de los animales. A cambio, ha surgido la llamada «piel vegana». Desde 2017, según la firma analista de moda Edited, la oferta de ropa etiquetada como «vegana» ha crecido un 41% en Estados Unidos y un 180% en Reino Unido. «La industria ha cambiado mucho. Cada vez hay más demanda de piel vegana», asegura María González, profesora de Marketing en la Escuela de Moda de Madrid. El cambio en cuanto a los hábitos de consumo se ha producido en los últimos cuatro años , cuenta, con un comprador que tiene «más conciencia», y empresas que en parte deciden sumarse como parte de una estrategia. El problema radica en que, tradicionalmente, la alternativa al cuero más utilizada era el cloruro de polivinilo o PVC, así como el poliuretano; que acaban liberando microplásticos que terminan en el medio ambiente. «Hay un reto grande en la industria, tiene que renovarse y buscar tejidos biodegradables para que no perjudiquen al medio ambiente», valora González. Algo que ya se ha comenzado a hacer, con la búsqueda de nuevos tejidos procedentes de fibras vegetales -como la piña o la manzana-, que buscan simular la piel animal y resolver sus problemas de sostenibilidad. Más granjas en Galicia También están intentando superar los escollos en el sector de la peletería, aunque en su caso a través de diseños más modernos, presencia en las pasarelas y precios más justados . El objetivo es volver a conectar con las nuevas generaciones, en un momento en el que cada vez más países están poniendo coto a la peletería. Hasta ahora, la mayor parte de países que lo han hecho se han decantado por prohibir las granjas, donde el visón es el protagonista. Sin embargo, el pasado mes de octubre California se convirtió en el primer estado de Estados Unidos en prohibir también la venta, donación o confección de artículos con pieles como el zorro o el visón, aunque se seguían permitiendo otros como la vaca, el cordero o la cabra. Diferente es la tendencia por ahora en España, que se ha beneficiado del cierre de granjas peleteras en países como Países Bajos. Galicia, que cuenta con el 85% de estas explotaciones de visón en España, según datos de la asociación de criadores Agavi, ha captado ya 8 millones en inversiones extranjeras desde 2010 y h ay previstas 20 nuevas granjas de visón en la comunidad en los próximos 5 años. Eso, siempre que la prometida ley de bienestar animal que incluye el pacto PSOE-Podemos no cambie el panorama; una propuesta reclamada desde sectores como Izquierda Unida o Pacma, aunque no citada explícitamente en el documento lanzado el pasado 31 de diciembre.
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