La interminable sequía obliga a las instituciones públicas y privadas, fundamentalmente de los ámbitos agrícola e industrial, a invertir en un mejor aprovechamiento de las reservas hídricas. La gestión eficiente de los recursos naturales y la búsqueda de la sostenibilidad y la reducción del impacto medioambiental no son simples cuestiones de moda en las agendas políticas y corporativas . Y tal vez la mejor muestra de ello sea el agua. «Que la ONU añadiera el agua a sus 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) prueba la importancia de este recurso. Y no solo eso, pues la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) también ha advertido del agravamiento en las dificultades para acceder a agua potable y saneamiento básico de millones de personas», expone Aida Fernández, project manager de la consultora ambiental Global Factor. Por su parte, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) prevé que la demanda de agua potable crezca en 2050 más de un 40 % y que, al menos, una cuarta parte de la población viva en países con escasez crónica de este bien imprescindible. «En términos generales, la escasez de agua aumenta en el planeta, como también lo hace la salinización, la contaminación y la degradación de los ecosistemas hídricos», agrega Fernández. Por desgracia, no se trata de acciones aisladas, pues la sequía es una de las alteraciones climatológicas más serias que afronta actualmente la población mundial. Sin ir más lejos, la planta de la papelera Ence en Lourizán (Pontevedra) tuvo que parar su actividad el pasado mes de julio porque la sequía le impedía captar agua directamente del río Lérez, como hace habitualmente. Desde entonces, la compañía no ha dejado de buscar alternativas para volver a operar y que la situación no vuelva a repetirse. Ence desarrolla, junto a las autoridades competentes, un p royecto de regeneración de agua de la estación depuradora de aguas residuales de Pontevedra que supone una solución alineada con su apuesta por la bioeconomía circular . Con todo, la reactivación de la planta gallega será progresiva y siempre que las lluvias acumuladas permitan hacerlo con garantía de continuidad. «Llevamos a cabo mejoras sustanciales en ahorro hídrico y la fábrica pontevedresa ha reducido el consumo más de un 30% entre 2016 y 2022, y se pretende ampliar aún más el ahorro», recuerdan desde la compañía. En este camino, la papelera ha elaborado una auditoría integral del ciclo del agua en sus instalaciones para determinar medidas de ahorro y establecer objetivos. Pero la falta de agua no solo pone en jaque al sector industrial, sino que afecta de lleno a la agricultura y el cultivo de alimentos, complicando la gestión de las explotaciones. José Manuel de las Heras , coordinador estatal de la organización profesional agraria Unión de Uniones , incide en la necesidad de articular una estrategia en defensa de los regadíos que, «en un contexto de cambio climático, defina claramente que los agricultores no son consumidores de agua, sino gestores de un recurso escaso». El debate sobre el agua en el campo no es menor, pues la transformación de secano en regadío ha impulsado la productividad agrícola y la rentabilidad de las explotaciones. De cara al futuro, la actividad agrícola dependerá de las decisiones de los agentes económicos y sociales en torno al uso del agua y en ese punto conviene recordar que «el regadío permite rentas más altas y seguras por la mayor diversificación de las producciones y la reducción de los riesgos climáticos derivados de la variabilidad de las precipitaciones», subraya De las Heras. Por todo ello, desde Unión de Uniones demandan una flexibilidad suficiente como para permitir que las instituciones responsables de la gobernanza del regadío, las confederaciones hidrográficas y las comunidades de regantes se adapten a los cambios requeridos por la actividad productiva. En este contexto de planificación y racionalización del uso del agua cobra relevancia la innovación tecnológica. En este sentido, los últimos avances en depuración y desalación dan a la agricultura de regadío la oportunidad de aprovechar aguas residuales tratadas y agua desalada. Del mismo modo, las nuevas tecnologías digitales «son imprescindibles en el proceso de transformación que exige la sostenibilidad sectorial, compatibilizando la rentabilidad para los regantes con la conservación ambiental, pues se puede subir la productividad agrícola mientras se bajan los costes gracias a la disminución del uso de agua y energía», asegura De las Heras. La producción de alimentos es siempre clave. Más aún, en una coyuntura de cambio climático , escasez de agua, alza de las temperaturas y mayores necesidades hídricas de los cultivos, que obliga a apostar por el apoyo de la tecnología. En este sentido, desde la Federación Nacional de Comunidades de Regantes de España (Fenacore) resaltan que ocho de cada diez hectáreas regadas son de bajo consumo. También, que el riego modernizado ha escalado 36,7 puntos durante los últimos 20 años , hasta representar ya el 77,7% de la superficie regada. En buena medida, los avances han sido posibles gracias a los más de 5.000 millones de euros que el sector ha invertido en su modernización . «Esto ha permitido ahorrar unos 3.000 metros cúbicos de agua por hectárea y año desde 1996», asegura Andrés del Campo, presidente de Fenacore . Por tanto, para seguir avanzando en esta línea es imprescindible multiplicar el esfuerzo inversor.