Los biocombustibles suponen el 13,5% del consumo total, evitando al año 300 millones de toneladas de emisiones de CO2 La bioenergía juega un papel fundamental dentro de la transición energética, en aras de conseguir un modelo más sostenible en el que no se dependa del uso de combustibles fósiles, reduciendo las emisiones y optando por un mayor aprovechamiento de los recursos naturales. Como fuente renovable, es esencial para descarbonizar sectores estratégicos de la economía como pueden ser la industria, la climatización, la movilidad y el transporte marítimo y aéreo. A diferencia de otras renovables como la tecnología solar o la eólica, las fuentes de bioenergía modernas, entre las que se encuentran la biomasa -forestal, agrícola o residual-, el biogás o los biocombustibles, actúan como un motor de innovación y desarrollo rural, al aprovechar recursos locales y reducir la dependencia de importaciones energéticas. Según informes de la Comisión Europea, continúan suponiendo cerca del 55% de la energía final consumida en el mix renovable europeo. A pesar de suponer menos del 12% de la generación eléctrica renovable, su impacto es especialmente notable en la producción de calor, donde la biomasa supone un 74,5% de la energía térmica total, además de en el transporte, donde los biocombustibles representan el 13,5% del consumo total, evitando más de 300 millones de toneladas de emisiones de CO2 al año. La Agencia Internacional de la Energía ha proyectado que en cualquier escenario que posibilite no sobrepasar los 2ºC de calentamiento global, la producción térmica para el sector industrial a partir de biomasa se cuadruplicará de aquí a 2050. Del mismo modo, los combustibles renovables o biocombustibles podrían acercarse al 6% de la demanda energética de la industria hasta 2030, apoyados por la bioenergía, que impulsará el 95% de su crecimiento. Bioenergía en procesos industriales Si hasta hace unos años el uso de bioenergía en los procesos industriales se limitaba a sectores en los que el suministro de biomasa se realizaba empleando residuos generados por las mismas actividades de producción, en la actualidad esto ha cambiado. La presión por reducir las emisiones de carbono asociadas a la actividad, han llevado a las industrias a optar por la descarbonización de sus procesos a través de biomasa, especialmente en aquellos casos en los que hay una gran disponibilidad de recursos de proximidad. Los desarrollos tecnológicos han reducido los costes operativos, propiciando que cualquier empresa pueda usar bioenergía en sus procesos. En España, las ayudas a proyectos de generación renovable dentro del PERTE de descarbonización industrial han influido, con iniciativas para transformar procesos industriales como la producción de químicos, papel, cemento o cerveza, sustituyendo combustibles fósiles como el gas natural. Se ha democratizado el acceso a tecnologías como el BECCS (Bioenergía con captura y almacenamiento de carbono) que combinan la generación de energía a partir de biomasa, con tecnologías de captura y almacenamiento de carbono. Consolidación y mayor demanda La bioenergía en nuestro país se ha consolidado al aumentar la demanda en el sector industrial, seguido del transporte y los edificios. Es una alternativa más limpia frente a los combustibles fósiles, y aunque su desarrollo requiere de una gestión responsable de los recursos, es una herramienta clave para reducir las emisiones y avanzar hacia una economía circular y autosuficiente. Permite reutilizar residuos agrícolas e industriales, aporta seguridad energética al diversificar las fuentes de suministro, mejora la imagen corporativa de las empresas por sus prácticas responsables, y contribuye al desarrollo local y la creación de empleo en zonas rurales. La central Bioeléctrica de Garray, operada por ENSO (Energy, Environment & Sustainability), es un buen ejemplo de su repercusión. Fue la primera planta de biomasa admitida por Red Eléctrica Española en la Banda de Regulación y, desde 2013, lleva generando energía eléctrica renovable procedente de la combustión de biomasa residual de origen forestal y agrícola. Con una producción anual aproximada de 112.500 MWh, proporciona el equivalente al consumo eléctrico de unos 27.000 hogares y evita la emisión de unas 24.100 toneladas de CO2, gracias a su sistema de captura y purificación del CO2 procedente de los humos generados por la combustión de biomasa de la central eléctrica. Esto supone el equivalente al 85% del consumo anual de energía eléctrica de uso doméstico en Soria, que en 2022 fueron 131.704 MWh, según el Boletín de Estadística Energética de Castilla y León. La central mitiga las emisiones de CO2, aplicando nuevos métodos y tecnologías mediante la integración industrial y la creación de nuevas cadenas de valor referentes al dióxido de carbono. La empresa gestiona más de 130.000 toneladas de biomasa de origen nacional y 100% sostenible, siendo la biomasa forestal una parte fundamental de su estrategia para garantizar el suministro de sus centrales e impulsar el desarrollo local.