Esta primavera pasará a la historia por ser la más seca desde que se empezaron a registrar datos en los años 40. A las pocas lluvias y más escasas nieves, se unen las olas de calor que elevan las temperaturas y la evaporación por encima de los valores normales. Las precipitaciones caídas a finales de la estación han servido para dar un respiro a la crisis pero no cambian la situación preocupante de una sequía que se cronifica. Según los datos que el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico actualiza semana a semana, los embalses españoles se encuentran al 45,7% de su capacidad (casi 20 puntos por debajo de la media de la última década para estas mismas fechas). Hay, sin embargo, grandes diferencias entre unas regiones y otras. Mientras en el Cantábrico las reservas rondan el 90%, en la cuenca del Guadalquivir no llegan al 23%. En Cataluña, los embalses de la cuenca del Ebro están al 53% y en la demarcación hidrográfica Cuencas Internas de Cataluña al 30%. En estas circunstancias, el verano trae consigo el temor a las restricciones y cada vez que se abren las compuertas de los embalses de alguna central hidroeléctrica saltan las alarmas: los vecinos temen por el abastecimiento doméstico, los agricultores se preocupan por sus cosechas y las organizaciones ecologistas claman por la conservación de los caudales ecológicos. ¿Está contribuyendo la producción de energía hidroeléctrica a agravar la crisis hídrica? Buscamos las respuestas a esta y otras preguntas. "Nunca. En ningún caso", responde tajante Ángel García, responsable peninsular de los Centros de Control de Producción Renovable de Endesa. La gestión de estas reservas de agua corresponde a la Administración del Estado, a través de los diferentes Organismos de Cuenca y, dentro de ellos, a través de las Comisiones de Desembalse. Este es el órgano con el que cuentan las confederaciones hidrográficas para determinar el régimen de llenado y vaciado de los embalses en función de los distintos usos. Están constituidas por vocales que defienden los diversos intereses: hay representantes del abastecimiento municipal, de los regantes, de las comunidades autónomas, de las asociaciones medioambientalistas... "En condiciones normales, las Comisiones de Desembalse se convocan cada seis meses y establecen un plan de desembalse para cada mes que debe ser aprobado por unanimidad. Ahora, en la actual situación de sequía, se reúnen cada quince días para poder ir adaptando los ajustes de desembalse a la nueva realidad", explica Ángel García. La Ley de Aguas establece como prioritaria la obligación de garantizar los cauces ecológicos de los ríos, es decir, la cantidad de agua que debe circular por ellos para la conservación de la biodiversidad y la supervivencia de los ecosistemas. "Los últimos planes hidrológicos establecen un caudal mínimo para cada tramo de río. Eso es lo prioritario", puntualiza Ángel García. Una vez satisfecho este primer mandamiento, el agua se destinará a atender los siguientes usos, por orden de prioridad: el abastecimiento de las poblaciones, las demandas de la ganadería y la agricultura, los usos industriales y, en paralelo, la generación de energía y, por último, el uso recreativo. En Endesa, sin embargo, tal y como señala su responsable de los Centros de Control de Producción Renovable, "los estatutos establecen que nuestra actividad tiene que ser sostenible. Y una de las condiciones es que tiene que haber un compromiso con el territorio en el que estamos implantados". Por eso, cuando no hay necesidad de desembalse por usos prioritarios como el humano o el agrícola, Endesa prioriza mantener durante todo el verano la lámina de agua en unos niveles que permitan usos recreativos. "El uso lúdico es menos prioritario que el hidroeléctrico, pero en Endesa consideramos el turismo y el deporte de aventura alrededor de los ríos como un motor económico importante y es una prioridad compatibilizar nuestro uso con las actividades como navegación, rafting, piragüismo, playas fluviales...". "El uso hidroeléctrico no es un uso consuntivo, es decir, no consume agua", aclara Ángel García. Y es, por tanto, compatible con cualquiera de sus otros fines. La energía hidráulica es un tipo de energía renovable y limpia que transforma la fuerza de la caída del agua embalsada en altura en energía cinética para hacer girar unas turbinas y transformarla en energía eléctrica. Una vez cumplida su misión, el 100% del agua utilizada acaba en otro embalse,?vuelve al caudal ecológico del río base y puede ser empleada para el consumo, el riego o cualquier otra necesidad. La producción de energía eléctrica constituye un valor añadido al valor intrínseco del agua que se consume para el campo y las ciudades. La nocturnidad no se debe a un uso subrepticio de los recursos, sino que responde a diferentes motivos. En primer lugar, como apunta Ángel García, "la energía eléctrica no se puede almacenar, por lo que hay que generar en cada momento la que consumen los usuarios. Por la noche no se puede recurrir a la fotovoltaica, por lo que puede ser necesario poner en marcha las centrales hidroeléctricas. Lo que se intenta es cubrir la mayor demanda posible con la energía más barata, que es la hidroeléctrica". En tiempo de sequía, con la producción hidroeléctrica en mínimos, hay que tirar de centrales de gas, que implica la compra del gas y de los derechos de emisiones de CO2, lo que dispara el precio. Otra explicación es que los Organismos de Cuenca fijan los horarios de los desembalses para optimizar el uso del agua para riego de los cultivos, que es mucho más eficiente por la noche. En tercer lugar, el horario puede estar fijado por el tiempo que pasa entre la salida del agua del embalse hasta que llega al lugar donde es demandada.