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Cuando nos vayamos los de mi generación, se ha acabado la tierra - Levante-EMV

25/08/2022
En: levante-emv.com
Digital
Suscríbete "Cuando nos vayamos los de mi generación, se ha acabado la tierra" Maties, de 89 años y que advierte que el secano es «sudor y trabajo y no ganar nada», es uno de esos labradores cuyos campos han frenado el fuego Maties Mengual, de 89 años, es muy pesimista sobre el futuro de la agricultura en la Vall d'Ebo. | A. P. F. Ver noticias guardadas Los bosques renacerán. Es cuestión de tiempo. Lo que está mal que eche de nuevo raíces es la agricultura. Lo dice Maties Mengual Llodrà, un vecino de la Vall d'Ebo de 89 años que da perfectamente el perfil de los labradores que mantienen esos campos que en el incendio que ha arrasado 12.150 hectáreas de las montañas de la Marina Alta y el Comtat se han convertido en cortafuegos naturales. Los cultivos han frenado el avance de las llamas. Pero peor que el fuego es el abandono. Y eso, afirma Maties, sí es imparable. «Cuando nos vayamos los de mi generación, se ha acabado la tierra. Los hijos quizá aguanten algo, pero nuestros nietos seguro que no quieren saber nada de todo esto», pronostica este vecino del pueblo más castigado por el voraz incendio (han ardido casi 3.000 hectáreas, el 24,7 % del término municipal). Maties ya ha podido echar una ojeada a sus fincas. Afirma que lo que ha visto es descorazonador. «El daño es tremendo. Los cerezos y los perales han ardido. Las peras están socarradas. Y los almendros ya me los habían arrancado por la Xylella (la plaga de la Xylella fastidiosa). Los pocos que quedaban se han quemado». Afirma que posee tres olivares con más de 500 árboles. En dos ha entrado el fuego de lleno. «Los olivos de fuera se han quemado. Pero también han parado el fuego. Los de dentro se han salvado. Aunque ha saltado alguna chispa y alguno ha ardido. El tronco se ha partido como una granada». Esta labrador, que conoce estas montañas como la palma de la mano (a los 8 años empezó a trabajar de pastor de cabras y ovejas), advierte que la agricultura de secano es «sudor y trabajo para no sacar nada». «Yo sigo porque tengo la paga, pero el campo es una ruina. Fíjate que el kilo de olivas lo están pagando a 30 céntimos». Maties admite que el incendio ha sido tan devastador porque hay muchos campos que se han abandonado. «Sí, es así. La tierra está dejada, pero es normal porque la renta no da. Del campo no se puede vivir». Otra peculiaridad de los vecinos de la Vall d'Ebo y de estos pueblos del interior de la Marina Alta es que han visto mundo. La mayoría ha emigrado y ha regresado en cuanto ha podido a su pueblo. Maties, de joven, se marchó a París y allí estuvo 8 años. El apego por la tierra es muy fuerte. De ahí que estos labradores sientan un gran desgarro por la catástrofe del incendio, pero todavía les aflige más ver que los cultivos se pierden sin remedio. «Y no podemos hacer nada». Temas
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