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China acepta el órdago de EE UU y ejecuta los primeros aranceles

11/02/2025
En: larazon.es
Digital
Pekín critica a Washington por utilizar los gravámenes «como arma» y recuerda que en estos enfrentamientos «no gana nadie» Los aranceles impuestos por China a las importaciones estadounidenses entraron en vigor ayer lunes, justo horas después de que el presidente Donald Trump anunciara su decisión de aplicar nuevos gravámenes del 25% sobre todas las importaciones de acero y aluminio. En medio de este complicado juego arancelario, el Gobierno chino sostiene que no hay ganadores en las guerras comerciales, y afirma que «el proteccionismo no tiene salida». Según analistas en Pekín, esta última ofensiva «no solo pone en peligro la competitividad de las industrias norteamericanas, sino que también desafía los fundamentos del libre comercio y las normas comerciales multilaterales». He Weiwen, investigador destacado del Centro para China y la Globalización, declaró al estatal Global Times que, aunque la administración Trump presenta diversas justificaciones para imponer aranceles a otros países, «el verdadero objetivo de la Casa Blanca es presionar a las naciones hacia la conformidad mediante la utilización de aranceles como armas». China es el mayor exportador de acero del mundo, con más de 100 millones de toneladas en 2024, pero EE UU no está entre sus principales compradores, ya que el país norteamericano apenas importó del país asiático alrededor del 1,8% de sus compras, según la base de datos sobre estadísticas comerciales de Naciones Unidas Comtrade. En cuanto al aluminio, EE UU importó el 3 % de su total de compras desde China. Durante su primer mandato, Trump impuso un gravamen del 25% sobre las importaciones de acero y del 10% sobre las de aluminio, lo que provocó una contundente reacción de sus aliados comerciales, incluidos la UE, Canadá y México. Sin embargo, ahora parece que el impacto de estas medidas sobre las exportaciones chinas podría ser más limitado de lo que se anticipa. «China exportó 890.000 toneladas de acero a Estados Unidos en 2024, lo que representa solo el 0.8% de las exportaciones totales», señaló Wang Guoqing, director del Centro de Investigación de Información del Acero Lange. «Por lo tanto, las nuevas políticas de Trump tendrán un efecto marginal. Además, China está implementando estrategias para fortalecer su demanda interna y diversificar sus mercados de exportación.» Esta adaptación revela la resiliencia de la segunda economía mundial frente a un entorno comercial cada vez más hostil. Los eruditos chinos adoptan un enfoque cauteloso de «esperar y ver» en relación con la implementación de los gravámenes de Trump en otras naciones, advirtiendo que una nueva intensificación de estas políticas «constituye un desafío monumental para el libre comercio global y las normas multilaterales». Además, sostienen que tales acciones podrían infligir un daño significativo a la economía estadounidense, desencadenando un aumento de la inflación y una desaceleración del crecimiento, lo que repercutirá negativamente en los consumidores. Un portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores chino subrayó recientemente que «no existen vencedores en las guerras comerciales», destacando que las acciones unilaterales de EE UU infringen gravemente las normas de la OMC. Según el funcionario, estas medidas no solo resultan ineficaces para resolver los problemas internos de Estados Unidos, sino que, lo que es aún más crítico, no reportan beneficios a ninguna de las partes, ni al orden global en su conjunto. Las medidas drásticas y las restricciones comerciales encuentran su origen en la primera etapa presidencial de Trump, cuando las dos mayores economías del mundo se enfrascaron en un conflicto que dominó gran parte de sus primeros cuatro años y que, en cierta medida, ha continuado bajo la administración de su sucesor, Joe Biden. Una vez reinstalado en la Casa Blanca, Trump firmó un conjunto de órdenes ejecutivas el 1 de febrero que señalaron el inicio de su política económica agresiva, dirigiéndose hacia Canadá, México y China. A través de la invocación de la Ley de Poderes Económicos de Emergencia Internacional, su administración justificó la implementación de aranceles aludiendo a preocupaciones relacionadas con la trata de personas, el tráfico de drogas, la migración y los desequilibrios comerciales. En lugar de recurrir a las herramientas diplomáticas tradicionales, el controvertido mandatario parece haber privilegiado el uso de estas sanciones como un mecanismo para forzar cambios en el comportamiento de los actores internacionales. El líder republicano reveló la semana pasada un arancel adicional del 10% sobre los productos chinos para obligar a Pekín a hacer más para hacer frente a las exportaciones relacionadas con el fentanilo a Estados Unidos y México, y amenazó con más si China tomaba represalias. Esta acción se prevé que eleve los precios de productos esenciales, como ordenadores portátiles, juguetes y moda rápida, repercutiendo directamente en los consumidores y en las dinámicas del mercado. En una cautelosa represalia, Pekín impuso aranceles del 15% sobre el carbón y el gas natural licuado, junto con un gravamen del 10% sobre el petróleo crudo, maquinaria agrícola y vehículos de gran cilindrada provenientes de Estados Unidos. Asimismo, el gobierno de Pekín lanzó una ofensiva regulatoria al anunciar una investigación antimonopolio que involucra a Google, cuyo motor de búsqueda permanece bloqueado en el territorio chino, así como a Illumina, una destacada empresa biotecnológica. En un movimiento adicional, se impuso restricciones a la marca matriz de Calvin Klein o Tommy Hilfiger, incluidas en una lista negra que refleja el creciente proteccionismo chino.
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