Apostar por cubiertas vegetales o abonos naturales ayudan a «crear suelo» Como cada año, la ONU plantea un tema diferente para conmemorar el Día Mundial del Medio Ambiente. Este 5 de junio está centrado en hablar de «Restauración de la tierra, resiliencia a la sequía y la desertificación», pero, ¿sabemos exactamente qué es la desertificación? ¿entendemos lo que se esconde detrás del hashtag de esta cita # GeneraciónRestauración? Gracias a un cuestionario en su web, la ONU nos recuerda que desertificación es la degradación del suelo causada por la actividad humana (excesiva urbanización o agricultura «insostenible»). Se trata, dice el ente, de uno de los problemas más urgentes del mundo porque supone pérdida de productividad agrícola y afecta a más de 2.000 millones de hectáreas de tierra ( el 20% de la tierra de cultivo ). Una simple cucharada de suelo alberga más organismos vivos que la población humana entera. El 60% de todas las especies del planeta viven en el suelo, desde organismos microbianos a hongos medicinales. El suelo también almacena carbono y en él producimos el 95% de nuestros alimentos. Así que no es de extrañar que la agricultura regenerativa se fije precisamente en él, el suelo, como protagonista de la gestión y las labores agrícolas. No en vano, en la última Cumbre del Clima celebrada en Dubái se la señaló como una buena práctica de adaptación al cambio climático, el mismo que traerá más sequías e inundaciones, modificación de las estaciones, pérdida de biodiversidad, reducción de la polinización y de pastos verdes, más afección de plagas... La agricultura regenerativa no es una clasificación en sí misma como puede ser la ecológica, no cuenta con ningún sello ni certificado, pero sí aglutina una serie de prácticas que permiten crear suelo, es decir, mantener y sumar materia orgánica en la tierra. No se trata de volver a hacer todo lo que se hacía antes, pero sí recuperar algunas técnicas de antes y juntarlas con los avances técnicos actuales. Así, se propone un mínimo laboreo en la tierra, cambiar fertilizantes químicos por naturales, utilizar cubiertas vegetales para proteger el suelo, apostar por diversificar cultivo s e, incluso, por la rotación plantando, por ejemplo, especies leguminosas que fijan nitrógeno en el suelo. La lucha contra las plagas se afronta de forma biológica y se crean charcas y zonas de cultivos de plantas como las aromáticas para atraer polinizadores. Aitor Lata, agricultor de la cooperativa Labrecos, es la cuarta generación familiar que cultiva en A Coruña, pero a diferencia de lo que hicieron sus padres, que vivieron la llamada «revolución verde», él y sus socios han decidido apostar por la agricultura regenerativa. «Mis padres se dieron cuenta con el tiempo de que dependían cada vez de más insumos. Nuestra forma de trabajar es una alternativa a lo que está pasando de pérdida de suelo también por aridez», dice. La cooperativa ha apostado por la venta directa y por complementar la huerta con ganadería ecológica de vaca y oveja. El abono natural les permite no depender de terceros para fertilizar sus cultivos. Tampoco compran piensos porque los animales salen a pastar y porque tienen una parte de cultivo de cereal. «Llevamos diez años haciendo granja circular, de tal forma que no dependemos de precios del mercado internacional como en el caso del gasóleo o de los productos cuya distribución se ve interrumpida por los conflictos. Así que nuestro coste no se ve afectado por la situación mundial. Tampoco formamos parte del mercado porque hacemos venta directa», dice. Además, de un mínimo laboreo, controlan las plagas con una mayor variedad de cultivos: «Cuanta más variedades tengas mejor controlar las plagas. Al principio producimos pocas cosas y teníamos más, pero ahora no tenemos ni los habituales pulgones ni escarabajos. Aparte hacemos control biológico introduciendo otras especies que son depredadores naturales». El aplicar todas estas medidas les hizo ganadores del premio Sostenibles por Naturaleza de 2023 otorgado por la Unión de Pequeños Agricultores y Ganaderos (UPA). David Erice es técnico de UPA y ha llevado a cabo varios proyectos de regeneración de suelos con agricultores de diversas partes de la Península. Entre ellos figura uno de creación de márgenes para la biodiversidad en tres fincas de Castilla y León y Madrid. Además de las especies habituales en estas explotaciones, se plantaron frutales en calles y franjas de cuatro metros en los bordes de cultivos herbáceos. La conclusión es que gracias a estos márgenes verdes y árboles que fortalecen la presencia de polinizadores «mejoró la producción. En España tenemos un problema importante de erosión y falta de materia orgánica, que es muy baja. La agricultura regenerativa lleva a cabo una serie de actuaciones para que el suelo tenga sostenibilidad a largo plazo. Cuanto más riesgo tengo de aridez, más tiene que estar protegido el suelo a través de cubiertas vegetales. También sabemos que reducir el laboreo, es decir no romper el terreno, ayuda a mantener el hábitat de microorganismos del suelo. También hay que tener un plan de abonado lógico, que suponga aplicar solo lo necesario. Si nunca vas a producir 6.000 kilos de cereal no es necesario abonar para 6.000 kilos. Si puedes usar abono orgánico o purín de alguna ganadería cercana mejor. Antes se usaba mucho abono animal, se puede recuperar pero solo cuando se tienen animales cerca». Uno de los beneficios de estas prácticas consiste en mejorar la retención de agua y humedad. Lo estudia el proyecto Life Polyfarming, desarrollado por el Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (CREAF) en la finca Planeses de Girona. En tres años, la materia orgánica del suelo de la finca se ha multiplicado por dos y la capacidad de retener agua ha aumentado un 20%. Además, el suelo regenerado almacena 30 veces más CO2 al año que uno convencional. El cambio hacia un modelo regenerativo no es un camino que dé resultados de hoy para mañana. David Erice afirma que los cambios en el suelo se empiezan a notar en unos 7-10 años. También lleva tiempo cambiar «unas técnicas que se han aplicado durante años por otras en una explotación», admite el agricultor Aitor Lata. Por otra parte, dice, «el laboreo, labrar la tierra, es una vieja costumbre muy arraigada en nuestro país. En cuanto a las cubiertas vegetales, hay que aprender a gestionarlas, porque la cubierta no tiene por qué competir en agua con los árboles si se sabe gestionar, pero es un miedo recurrente de los agricultores. El sector está muy envejecido y es difícil que vea rápidamente las ventajas de adoptar ciertos cambios, por eso estos se tienen que adoptar de forma progresiva. Tengo que ir cambiando el sistema e ir aprendiendo». Otra parte importante para el desarrollo de la agricultura regenerativa es la económica. Hay que incentivar y atraer inversión. La Política Agraria Común (PAC) ha favorecido mucho tiempo la subvención por superficie y no ha sido lo suficientemente específica para cada región. Ya hay muchas cooperativas que se han dado cuenta de que pueden dar más valor a su producción apostando por el aspecto nutritivo de lo que cultivan y por el suelo, pero para que se extienda a zonas amplias y salga de fincas sueltas y experiencias puntuales, la PAC debe enfocarse no tanto en subsidiar como en incentivar la inversión. Dentro de unos años la agricultura regenerativa será la única posible. «Hay interés empresarial y la capacidad de regeneración del suelo es infinita», dice Joan Cabezas, CEO y fundador de Nactiva, plataforma para la protección y regeneración del capital natural en el Mediterráneo (formada por 18 compañías que proponen proyectos de regeneración con otras empresas y la Administración). Como no es una técnica certificada no existen datos exactos de cuántas fincas ponen en práctica este tipo de agricultura, pero desde UPA dan una pista: «Son técnicas que están cada vez más integradas en la PAC y por tener una referencia, el 85% de la superficie se ha acogido a ayudas que tienen que ver con el desarrollo de alguna práctica relacionada con esta agricultura. Sobre todo crece la rotación de cultivos y la plantación de leguminosas».