De esta manera el consumidor no puede tener información real y tomar la decisión de qué producto escoger para su consumo La Asociación Agraria de Jóvenes Agricultores, ASAJA, harta del prejuicio que causa la competencia, en muchos casos desleal, por parte de terceros países en detrimento de los alimentos españoles y europeos, está promoviendo una nueva campaña en Europa para garantizar que la información del etiquetado en los productos alimentarios sea transparente y contenga información veraz. La campaña No a la comida falsa: por la mención del origen en la etiqueta se ha puesto en marcha dentro del marco de una Iniciativa Ciudadana Europea por ASAJA y la confederación italiana Coldiretti, una de las principales organizaciones vinculadas al sector agrícola en Italia. Esta acción busca cambiar la legislación en la Unión Europea, de tal modo que el origen de todos los productos que entren en el mercado común esté claramente indicado. La campaña pretende, además, garantizar que estos alimentos cumplan los estándares ambientales, laborales y en salud que aplican en la región. Para esto, se propone lograr un millón de firmas antes del 21 de septiembre. A falta de cuatro meses, más de 293.000 personas han apoyado la iniciativa. «Desde ASAGA secundamos esta propuesta, a través de la que se quiere promover la transparencia en la información que recibe la ciudadanía sobre la oferta alimentaria en los países de la UE. Una medida que, además, se alinea con una visión de consumo responsable y sostenible que entronca directamente con la necesidad de proteger el medio ambiente y cuidar la industria agroalimentaria local», apuntan desde la asociación. Un origen claro Aunque el consumidor tenga el objetivo claro de saber el lugar de origen dónde se produjeron los alimentos que adquiere, esto no siempre es fácil. El artículo 60, apartado 2, del Reglamento (UE) n.º 952/2013 (código aduanero de la Unión), indica que «las mercancías en cuya producción intervenga más de un país o territorio tienen su origen en aquel en el que se haya producido su última transformación o elaboración sustancial, económicamente justificada». Por lo tanto, si, por ejemplo, un producto se cultiva en Marruecos pero se transforma de alguna manera en España, la etiqueta puede referenciar únicamente este último lugar de procedencia. Eso supone que el consumidor no cuente con la información real del producto que consume y, por lo tanto, las condiciones en las que se ha producido. La ambigüedad es evidente cuando se considera también la definición de «lugar de procedencia» [artículo 2, apartado 2, letra g) del Reglamento (UE) n.º 1169/2011]: «cualquier lugar del que se indique que procede un alimento, y que no sea el «país de origen» determinado con arreglo a los artículos 23 a 26 del Reglamento (CEE) n.º 2913/92» [sustituido por el artículo 60, apartado 2, del Reglamento (UE) n.º 952/2013]. Las indicaciones de origen poco claras y tal vez deliberadamente ambiguas generan fenómenos de identidad geográfica engañosa, identidad falsa del producto y notificación incorrecta de los productos, y facilitan la falsificación. Por ello, piden que el origen de un alimento corresponde al país de procedencia del producto agrícola (el país donde se cultivó, crio o pescó) y al lugar en el que se transformó, debiendo indicarse ambos (si son diferentes) en la etiqueta o en otras formas de información al consumidor.