Desde Cádiz hasta Astorga son tierras de gran riqueza vitícola 7 vinos rosados para acompañar las comidas más gastronómicas del verano El Camino de la Plata es el Camino de Santiago desde el sur peninsular. Empieza en Sevilla y es considerado uno de los itinerarios más clásicos de peregrinación. Tiene su origen en distintas calzadas romanas que en la edad medieval aprovecharon los peregrinos. Hoy revisamos los vinos esenciales que deberías probar si tienes pensado cruzar estas tierras de gran riqueza vitícola. Empezamos la ruta en Cádiz, con un blanco seco fermentado en bota de Jerez de Valdespino y envejecido con sus lías 6 meses. Sus uvas proceden del fabuloso viñedo Macharnudo Alto y palpita en cada sorbo. De color dorado y con una nariz muy perfumada. Destacan los aromas cítricos, de manzana, toques marinos y flores secas. En la boca es amplio, mineral, fresco y seco. Continuamos en Sevilla con un vino blanco de pequeña producción, pero muy aplaudido. Se elabora con chardonnay y una pequeña parte de airén con crianza en barrica de castaño y reposo posterior en tinaja de barro. Muy expresivo en nariz con notas de fruta tropical y de hueso, toques herbales y de frutos secos. En la boca es fresco en el paso y presenta un amable y aromático final. Zafra y Mérida serían otros altos en el camino. En este caso un vino tinto que ensambla muy bien fruta, frescor y notas de sus 12 meses de crianza en roble francés, como finos tostados. En nariz exhibe aromas de fruta tipo frambuesa y fresa, además de frutos negros, toques florales, hierbas aromáticas y finas maderas. La boca es aterciopelada en el paso, jugosa y con un final balsámico. Llegando a Cañaveral vamos a disfrutar por cercanía de un vino alentejano del país vecino. Un vino blanco fermentado en barrica de uno de mis productores favoritos António Maçanita, que combina variedades autóctonas de la región. Encontramos aromas de membrillo, pomelo, corteza de naranja y toques lácteos. La boca es amplia, envolvente y fresca. Su crianza ha sido de 15 meses con lías en barrica francesa, la mayor parte de ellas ya usadas. Llegamos ya a Zamora y lo hacemos con un Orange de Viñas Viejas, hablamos de unos 100 años, que expresa muy bien el terruño de Tierra del Vino de Zamora. El vino ha permanecido 3 meses en barrica de roble francés. Su color ya delata su estilo. En nariz es frutal con notas de fruta de hueso, cítricos tipo naranja, flores y toques herbales. La boca es amplia, envolvente y disfruta de buena acidez, lo que le augura un buen envejecimiento. De Granja Moreruela llegamos a Benavente y por proximidad tomaremos un vino del Bierzo. En este caso uno de uva godello que se desarrolló en terreno pizarroso y se ha criado una parte en barrica. Lo más destacable son sus notas de albaricoque, melocotón, hierbas frescas y flores de campo. En la boca el tiempo que permaneció con las lías le aporta más densidad, bien conjugada con una buena acidez y un final mineral. Terminamos el camino en Astorga disfrutando de un blanco de uva Albarín. Un vino que me ha sorprendido, representando la zona con una buena acidez, pero acompañada por buena fruta y estructura en el paso de boca. En nariz es muy herbáceo, con hierba fresca recién cortada, toques de manzana verde, membrillo, pomelo y algo balsámico. Ofrece mineralidad en su final de boca.