Hace 800 años los musulmanes crearon en Granada un sistema de riego que abastecía a agricultores y ganaderos, las acequias de careo. En total, unos 840 kilómetros recorren la cara sur del parque natural guiando el agua del deshielo desde las altas cumbres hasta lugares especialmente permeables -simas y caladeros- del Valle de Poqueira. En ese momento, el agua se infiltra en el subsuelo, lo que se conoce como siembra de agua , y se almacena con el objetivo de que vuelva a aflorar más abajo, permitiendo disponer de ella en el periodo seco estival. Es así como los recursos hídricos son distribuidos desde los manantiales a las áridas laderas, inundando zonas donde crecerán fértiles pastizales para la ganadería. Además, el mecanismo ancestral origina estructuras del paisaje que fomentan la diversidad de especies que se han visto tan afectadas por el cambio climático. Este proceso ha dado lugar a unas nuevas condiciones medioambientales que desde el proyecto de Life Adaptamed han querido atajar. Esta iniciativa, que lleva vigente desde 2016 y finaliza el próximo 31 de diciembre, ha estado financiada por la Comisión Europea en España y ha trabajado en realizar un cambio claro de paradigma en las áreas protegidas. En este caso, se ha tomado acción en los parques naturales de Doñana, Sierra Nevada y Cabo de Gata-Níjar, en los que se ha trabajado como si de un laboratorio se tratara. Esto es debido a que la tendencia actual muestra estos parajes como reservorios de funciones ecosistémicas que, en último término, se expresan como beneficios tangibles por la sociedad. Y es por este motivo que las acciones van más allá de proteger un área por la cantidad de especies amenazadas o endémicas, como se venía haciendo hasta ahora. La recuperación y limpieza de algunos de los tramos por los que fluye el agua ha sido uno de los logros del proyecto, ya que estaban «inservibles» desde hace aproximadamente unos 30 años. Antonio Ortega, presidente de los acequieros de la localidad granadina de Bérchules, tiene 58 años y, pese a que se dedica a la construcción, está muy cerca del cuidado de las acequias, en concreto la de El Espino , una de las más importantes de toda la zona. «En el proceso de infiltración la tierra chupa el agua como si fuese una esponja», explica. Pero, indica también que sin trabajos de limpieza es imposible que este mecanismo de lucha contra los efectos del cambio climático, es «imposible» que funcione. Además, según comenta solo hacen falta unos 25 días de lluvia al año para que el sistema se ponga en marcha. Asimismo, detalla cómo algunos manantiales aguantan con agua hasta dos años con un único proceso de siembra. «La naturaleza es sabia , es muy gratificante ver en el mes de agosto el resultado del trabajo que se hace en abril, cuando comienza el deshielo», afirma. Pero el agua no es el único objetivo de Life Adaptamed, proteger el parque de futuros incendios también lo es. Para ello se ha tomado acción sobre el pinar, los bosques de quercus -roble, encina y alcornoque- y los matorrales. En este caso concreto, las actuaciones están centradas en restaurar los enebrales, sabinares y el resto de formaciones vegetales asociadas a estos matorrales de montaña que constituyen un hábitat de interés comunitario, ya que la conservación de estas estructuras ayuda a estabilizar los suelos y prevenir la erosión, contribuyendo a la adaptación de estos ecosistemas al cambio climático. Además, permiten la existencia de pastos, contribuyen a la supervivencia de una mayor diversidad de especies, fomentan la presencia de polinizadores e intervienen en otros procesos como la regulación hidrológica, la fijación de nitrógeno y de carbono y la movilización de nutrientes. En el caso de las actuaciones sobre el árido paisaje de Cabo de Gata, donde apenas llueve durante el año, las acciones se han centrado en proteger los azufaifos , unas grandes masas de arbustos que albergan vida entre sus ramas. Resulta que esta especie es clave para la viabilidad de todo un ecosistema, ya que por su singular forma de crecer y adaptarse a territorios de máxima escasez hídrica, sirve de refugio a una gran cantidad de especies -vertebradas e invertebradas-, tanto de flora como de fauna. «Podría decirse que es una tubería que conecta el suelo con la atmósfera. Tienen la capacidad de mantener una baja temperatura y por ello sirve de refugio a escasos metros de la playa para animales como el jabalí», asegura Javier Cabello, biólogo investigador de la Universidad de Almería. Además, se ha potenciado la ruta del cambio climático , que se encuentra dentro del parque, para que los visitantes conozcan de primera mano las acciones realizadas. La iniciativa ha contado con un presupuesto cercano a los cinco millones y medio de euros, de los cuales la Comisión Europea ha aportado un 60 %. Entre los socios que han hecho posible el desarrollo del proyecto están la Junta de Andalucía, el Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), las universidades de Almería y Granada, el Parque de las Ciencias de Granada y el Centro de Cooperación del Mediterráneo de la Unión Internacional (UICN). Aunque los investigadores del proyecto hayan actuado de manera local, las acciones están pensadas para ser transversales y puedan ser aplicadas no solo en los parques nacionales de España, si no en otros lugares que necesiten soluciones similares para la adaptación del entorno al cambio climático.