Con más de 200 vinos y un 100 puntos Parker en su trayectoria, el viticultor berciano Raúl Pérez es una personalidad única en el contexto vinícola español. Entiende el vino como una forma de vida y le gusta relacionarlo con el arte, la arquitectura y otras disciplinas.
Raúl Pérez (Valtuille de Abajo, León, 1972) es una de las figuras más destacadas del vino español contemporáneo. Y no sólo por integrar la selecta elite de viticultores vernáculos que pueden presumir de un 100 puntos Parker en su palmarés (lo consiguió en 2023, con el tinto Viariz La Muria 2021). La grandeza de este pequeño berciano de mirada traviesa y frondosa barba reside en su capacidad para transformar un territorio: dignificar una comarca vinícola histórica como es El Bierzo hasta situarla en el mapa de las regiones que producen los mejores vinos del mundo.
Pero Raúl Pérez no es sólo un hombre comprometido con su tierra. Es un enólogo hábil, con una inquietud y un espíritu aventurero que le ha llevado a emprender proyectos y elaborar vinos en múltiples regiones del viñedo global. Ha sido uno de los primeros en añejar un vino en el fondo marino (el albariño Sketch, en las Rías Baixas, aunque sin Denominación de Origen), al mismo tiempo que viajaba a Sudáfrica para firmar una cuvée junto a Eben Sadie (el tinto Ultreia Cabo de las Tormentas, en Swartland, Coastal Region) o a Portugal, para colaborar con el prestigioso Dirk Niepoort (Ultreia Douro, tinto de la DOC Douro) o se afanaba en realizar el ensamblaje de un singular fondillón -el histórico vino alicantino que tanto gustaba a William Shakespeare-, para MG Wines (una edición especial de la añada 1996, de apenas 1.500 botellas, que se comercializaron bajo el nombre Estés donde estés).
"El hombre de los mil viñedos" se antoja un apelativo apropiado para este hacedor de vinos hiperactivo, que calcula haber pergeñado cerca de 200 etiquetas distintas a lo largo de su trayectoria. "Aunque no las he contado", reconoce.
Desde luego, nada más complicado que enumerar todos los vinos que ha elaborado Raúl Pérez, tanto en Bierzo (en la bodega familiar, Castro Ventosa, como en sus proyectos personales: La Vizcaína, Ultreia-Raúl Pérez, Viñedos de Viariz), como en otras zonas: Galicia (Castro Candaz, Pazo da Sinsela), León (Arrotos del Pendón), Cebreros (Viñedos del Jorco), Navarra (Domaines Lupier)... A ellos hay que sumar los que producen las bodegas en las que Pérez se desempeña como asesor y consultor técnico.
Una de las últimas novedades que ha concebido este viticultor trotamundos -consagrado como Mejor Enólogo del Mundo en dos ocasiones (por la revista alemana Feinschmecker en 2014, y en Le Grand Tasting de Shanghai, en 2016)- es Kolor, tinto de mencía que resulta de una joint venture con el artista plástico Okuda San Miguel. Una colaboración interdisciplinar que da fe del carácter abierto del viticultor, así como de su ánimo curioso y vocación experimental. "Me gusta colaborar con gente de distintos ámbitos y relacionar el vino con el arte, la arquitectura y otras disciplinas; son experiencias que enriquecen y abren puertas", afirma.
Poco afecto a los instrumentos tecnológicos que hoy dominan el quehacer cotidiano -no utiliza el ubicuo Whatsapp y confiesa pasar meses sin consultar su buzón de correo electrónico, además de necesitar ayuda para enviar un bizum-, Pérez se distingue también por abrir las puertas de su casa de Valtuille a todo el mundo. "Creo que no he descorchado una botella estando solo en toda mi vida; ¡ he compartido vinos hasta con Julio Iglesias ! ".
Un encuentro con Raúl Pérez es siempre una magnífica oportunidad para conversar sobre placeres compartidos y sus innumerables proyectos. De paso por Madrid con motivo de la presentación de la segunda añada de Kolor (2020) -que este año también verá su versión en blanco de variedad godello-, el viticultor se citó con Fuera de Serie en la zona del bar del restaurante Coque. Un marco confortable, íntimo y acogedor para explayarse sobre la actualidad del Bierzo y el mundo del vino en general, así como la trayectoria, los anhelos y las inquietudes de un hombre que entiende el vino como una forma de vida. Aunque en principio no lo hubiera previsto, tal como el mismo confiesa.
"No tenía en mis planes dedicarme al vino, aunque mi familia ha cultivado la viña y desde pequeño siempre he echado una mano en la bodega familiar, Castro Ventosa. Pero yo quería ser médico. Estaba estudiando en la facultad de Medicina en Oviedo, cuando en 1990 las circunstancias me llevaron a cambiar el rumbo. Un día, se presentó allí mi hermano José porque el futuro de bodega familiar estaba en peligro: la situación era complicada y conflictiva. Mi tío quería vender la empresa y el resto no estaba de acuerdo. Si vendíamos, se perdía el vínculo con la tierra. Mi hermano acudió a mí porque pensó que yo era el más indicado para solucionar el conflicto. Tenía que hacerme cargo de todo pero no conocía el sector, ni tenía la formación adecuada. Casi sin pensármelo, me subí al coche de mi hermano, que me llevó a Valencia, donde me matriculé en la Escuela de Viticultura y Enología de Requena".
PREGUNTA. A principios de los años 90 el mundo del vino era muy distinto al de hoy...
RESPUESTA. Desde luego. El campo estaba mayormente abandonado. Y el vino no tenía valor, con excepción de Rioja y algún otro proyecto muy puntual en otras zonas. España estaba muy retrasada en ese sentido, respecto a otros países productores, como Francia. Hoy la profesión del enólogo está envuelta de glamour, y los chavales de 25-30 años, que recién empiezan, son estrellas. ¡ Parecen futbolistas ! Pero en los 90 era un trabajo ligado al campo, sin ningún prestigio.
P. El vino parece ser una excepción, porque en España el campo sigue sufriendo el mismo abandono.
R. Es verdad. La agricultura no interesa a nadie. Por eso los cultivos se abandonan y el paisaje se transforma. El vino ha funcionado como un salvavidas para agricultores. En mi pueblo, Valtuille de Abajo, tenemos 18 empresas dedicadas al vino. ¡ Con una población que apenas llega a los 50 vecinos !
P. Habiendo nacido en Valtuille, con sus circunstancias familiares, la viticultura parecía un destino obligado. ¿Pero se aprende a hacer vino de un día para el otro?
R. La formación en Enología o Agricultura te da herramientas, evidentemente. Pero el aprendizaje implica adquirir experiencia. En mi caso, tener que afrontar una añada tan mala como la que tuvimos en Bierzo en 1996 me sirvió muchísimo para aprender. Fue un desafío que me permitió desarrollar conocimientos que apliqué en las añadas que siguieron, que fueron mucho mejores.
P. ¿La pasión por el vino también se aprende? ¿O surge de manera natural?
R. En mi caso, primero vino la satisfacción al comprobar que el trabajo bien hecho permitía alcanzar ciertos objetivos. Consolidar el proyecto familiar en 1999 fue uno de ellos. Más tarde, gracias a Álvaro Palacios, comprendí que el vino era un asunto serio. Que podía subirme a un avión, aterrizar en Nueva York y ver que allí la gente disfrutaba bebiendo mis vinos. Cuando Álvaro llegó al Bierzo, nos abrió los ojos. Tenía una visión diferente, nos hablaba de vinos que costaban 4.000 euros... ¡ Un mundo que no conocíamos !
P. ¿Cuáles son las claves del cambio en los vinos del Bierzo?
R. Un factor muy importante ha sido la desaparición de las cooperativas, cuya estructura y actividad no contribuían a enriquecer el sector ni a mejorar la calidad de los vinos. La llegada a la zona de viticultores que tenían otra perspectiva, como Álvaro Palacios, también nos favoreció. Hoy el vino del Bierzo es mejor que nunca, aunque el precio de la tierra apenas se haya incrementado. También hay que remarcar que la apuesta por la zonificación que emprendió la Denominación de Origen, clasificando el viñedo por municipios, parajes y parcelas, ha sido muy positiva.
P. ¿No cree que este sistema de clasificación de viñedos "a la borgoñona" que aprobó la D.O. Bierzo en 2019 puede resultar un poco críptica para los consumidores menos iniciados?
R. Probablemente, pero tampoco les impide disfrutar de vinos que son y serán mejores. Porque esta zonificación anima a los productores a incrementar la calidad. Y en los ámbitos y mercados donde la cultura del vino está más desarrollada este sistema supone una clara ventaja. En Manhattan, por ejemplo, se entiende perfectamente que en un paraje tan singular como El Rapolao, de apenas tres hectáreas, convivan una docena de elaboradores. Lo que permite contar con una amplia diversidad de vinos con la misma etiqueta, pero diferenciados por sutiles matices. Esa es, al fin y al cabo, la magia del vino.
P. ¿Los vinos del Bierzo han tocado su techo?
R. Para seguir trabajando con la misma ilusión, hay que pensar que aún se puede mejorar. Hemos crecido tanto como para tener presencia destacada en las cartas de los mejores restaurantes del mundo. Pero siempre se puede aspirar a nuevos nichos y mercados poco explorados. Seguramente habrá buenos aficionados que aún no han probado nuestros vinos. Nos quedan muchos paladares por seducir.
P. ¿Qué representan para usted los 100 puntos Parker que ha obtenido Viariz La Muria 2021 en el informe de "The Wine Advocate" sobre Bierzo del año pasado?
R. Aunque intento restarles importancia, es evidente que los 100 puntos te sitúan en la élite mundial de los vinos. Mentiría si dijera que nunca he soñado con ello, pero ahora me doy cuenta que los 100 de Parker me han pillado algo mayor. A los 51 años, lo que más me ilusiona es que los vinos de mi pueblo se posicionen en la misma categoría de los borgoñas de Vosne Romanée. Si algún día lo conseguimos, entonces podré decir que he tocado el cielo con las manos.
P. Sin duda, si repite los 100 de Parker estará más cerca de conseguir ese propósito. ¿Cuál es el secreto para elaborar un vino capaz de alcanzar la máxima puntuación en la publicación más influyente del sector?
R. Realmente no lo sé. Y sinceramente tampoco creo que sea Viariz La Muria 2021 el mejor de los vinos que he elaborado. Ha sido el mejor valorado, pero soy consciente de que el universo del vino es dinámico y las tendencias cambian cada vez más rápido. Lo que hoy gusta mucho mañana quizás guste menos. Actualmente triunfan los vinos de estilo borgoñón, así como antes se valoraban mejor los que seguían la línea deBurdeos. El gusto evoluciona. Y también el contexto y las circunstancias. El cambio climático es un factor muy importante, que ha puesto en foco y ha dado mayor prestigio a las regiones más templadas del viñedo español, como Rías Baixas o Bierzo.
P. ¿Cree que el éxito de los vinos del Bierzo se debe a una tendencia y a un cambio de ciclo y que esto pronto pasará y la zona en algún momento entrará en declive?
R. ¡ No ! Tampoco es eso. Lo que digo es la suerte nos ha llegado por un cambio en el gusto y por unas circunstancias generales, además de por méritos propios y porque tenemos buenas condiciones para hacer grandes vinos. Ahora nos toca hacer las cosas bien para afianzarnos y no dejar escapar la oportunidad de permanecer entre los grandes, haciendo mejor cada día.
P. ¿Qué le ha parecido que en su pueblo le hayan homenajeado bautizando una calle con su nombre?
R. Me ha sorprendido y es un gran orgullo. En todo lo que he hecho, siempre he antepuesto mi pueblo a mi negocio. Quizás lo han tenido en cuenta. Que le pongan a una calle tu nombre invita a pensar que a veces la vida te recompensa.
P. ¿Qué significa para usted ser un fuera de serie?
R. Una persona fuera de serie es aquella que posee una destreza extraordinaria, que le distingue del resto. Y que le permite alcanzar objetivos trascendentales. Como puede ser, para un científico, desarrollar la vacuna contra el Coronavirus.
P. ¿Y a quién considera usted un fuera de serie?
R. A Álvaro Palacios, sin dudas. Una persona con una visión y un talento únicos, que ha sido capaz de transformar la realidad del vino en regiones muy distintas, como Priorat y El Bierzo.
P. Después de más de 25 años en el universo del vino, ¿qué es lo que le lleva a embarcarse en un nuevo proyecto o a descartar otro?
R. A estas alturas, para mí lo importante es no perder el tiempo en cosas que no valen realmente la pena. Tengo muy claro que hago los vinos por placer. Y la autoexigencia es cada vez mayor. Un nuevo proyecto tiene que inspirarme, emocionarme, hacerme vibrar... Si eso no sucede, lo descarto o lo abandono rápidamente.
P. ¿Qué le queda por hacer? ¿Tiene alguna cuenta pendiente?
R. He hecho muchas cosas, pero seguramente me quedan otras por hacer. Siempre estoy dispuesto a explorar territorios que no conozco y a tener nuevas experiencias. De eso va la vida, al fin y al cabo, ¿no?
Cargando siguiente contenido