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Los proyectos que impulsan la innovación de gran altura

14/12/2021
En: abc.es
Digital
Son ecosistemas tan agrestes, inhóspitos e idílicos como frágiles. Los efectos del cambio climático ya comienzan a transformar el paisaje de nuestra montañas. Con el uso de diferentes tecnologías (geolocalizadores, drones, sensores...), los científicos están analizando sus consecuencias, no solo con el fin de preservar la gran riqueza de estos espacios sino también para proponer nuevos modelos de gestión de estos entornos que impulsen el desarrollo económico de los territorios mediante actividades y negocios innovadores y sostenibles. Nuestras montañas suponen mucho más que reductos para visitar en vacaciones o practicar deportes. Son verdaderos patrimonios naturales, de biodiversidad y de gran riqueza cultural. Según la Red Europea de Investigación en Montaña (Nemor), formada por cerca de 40 instituciones y coordinada por el Centro de Investigación Ecología y Aplicaciones Forestales (Creaf), las montañas ocupan un tercio del territorio del Viejo Continente, albergan una quinta parte de la población y reciben un 17% del turismo. Son fuente de recursos naturales: madera, minerales, productos agrícolas y ganaderos... Y grandes torres de agua, ya que proporcionan el 80% del agua de lluvia que circula por Europa. En ellas, además, se genera el 80% de la energía renovable (sobre todo hidroeléctrica) que consumimos. Razones de peso para que, por todo el continente, estén apareciendo alianzas y redes entre grupos de investigación, centros tecnológicos, cooperativas, asociaciones, instituciones... que quieren preservar estos ecosistemas y se plantean nuevos modelos de desarrollo sostenible para estas regiones. Un caso es Nemor, pero también existe Euromontana, una asociación con 65 miembros de 15 países europeos, que trabaja para el desarrollo de las zonas de montaña. O el gran proyecto Gloria que estudia 121 zonas en las principales cadenas montañosas del mundo (cinco en España, el país que más aporta) para evaluar los impactos del cambio climático sobre la biodiversidad vegetal. No en vano la conservación de la biodiversidad en las montañas es la cuarta meta del Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) 15 de la Agenda 2030 de la ONU. Uno de tantos proyectos es Open2Preserve, en el que participan 13 entidades de España, Francia y Portugal, está liderado por la Universidad Pública de Navarra (UPN) y financiado con fondos Feder. Lo sorprendente de esta experiencia es que a través de conocimientos y técnicas tradicionales y la aplicación de nuevas tecnologías (drones, geolocalización, internet...) se ha creado un nuevo modelo de gestión para la preservación de paisajes abiertos de montaña que, además, favorece la aparición de nuevos negocios sostenibles. Hay un objetivo claro: prevenir los incendios de sexta generación, como el ocurrido en Sierra Bermeja (Málaga) que arrasó 10.000 hectáreas. «Estos incendios están llegando a zonas frías de montaña en Oregón, Canadá, Chile... Superan la capacidad de extinción de las cuadrillas de bomberos, por la altura de las llamas, por su peligrosidad... Si llegan a zonas críticas, como un collado, se propagan en todas direcciones», cuenta Rosa María Canals, investigadora y coordinadora de este proyecto e investigadora del Instituto de Investigación ISFood de la UPN. El abandono de las zonas de montaña (la despoblación, ya no se realizan actividades tradicionales como el pastoreo o la limpieza de los montes) está favoreciendo la homogeneización del paisaje. Los bosques comienzan a invadir lo que antes era un mosaico de pastos y praderas. Eso significa que hay mucho más combustible (árboles, leña, matorrales...), que no se gestiona. Y junto a los efectos del cambio climático (sequías más prolongadas y altas temperaturas), se genera una vegetación más seca que es el caldo de cultivo para estos megaincendios. Así que este proyecto ha creado la figura del 'gestor de combustible', como lo define Canals: «cuadrillas de bomberos preparados para controlar el fuego técnico, que realizan quemas controladas en diferentes momentos del año, junto a una ganadería dirigida de hervíboros (ovino y equino) que favorecen la biodiversidad. Si tienes un herbívoro actuando durante años en una zona, cambia la vegetación, aparecen nuevas especies con menos riesgo de combustión». Es lo que la investigadora denomina «herbivorismo pírico». Estas empresas de pastores reciben una compensación por su función de protección del medio ambiente. El proyecto también propone otras fuentes de ingresos para estos negocios: crear sellos de calidad, con denominación de origen, de los productos derivados de esa ganadería (quesos, lana..) que suele pastar en zonas de especial protección. Y abrir mercado para ellos. «Se busca una gestión sostenible, autosuficiente y que pueda asegurar su rentabilidad», dice Canals. Y para todo ello se hacen estudios y mediciones. «A través de drones controlamos rebrotes arbustivos o la cantidad de vegetación consumida, sin necesidad de que se desplace un técnico. Los animales llevan geolocalizadores para conocer sus movimientos, estado de salud, su temperatura... Monitorizamos los suelos y la vegetación. Con sensores comprobamos cuántos nutrientes se liberan en el suelo tras un incendio o podemos conocer cuánto tiempo tarda un suelo en recuperar su temperatura inicial tras un incendio», añade Canals. Este proyecto ya se ha traducido en 8 experiencias pilotos, cuatro de ellas en España (en la Sierra de los Filabres Almería; en los Ancares, Galicia; en el el macizo del Montseny, Barcelona, y en Roncesvalles-Selva de Irati, Navarra). También el Instituto Mixto de Investigación en Biodiversidad (donde participa la Universidad de Oviedo, el CSIC y el Principado de Asturias) utiliza nuevas tecnologías para estudiar cómo afecta el cambio climático y otros impactos (turismo, abandono de las tierras de montaña, actividad ganadera...) a la biodiversidad de la Cordillera Cantábrica. «Hacemos observaciones directas, utilizamos datos históricos, usamos sensores en el campo que nos permiten controlar en remoto la temperatura, la humedad y la acidez de los suelos y la calidad del agua. Con geolocalizadores sobre la fauna vemos sus movimientos y estudiamos sus poblaciones. Con imágenes de satélite analizamos cómo evoluciona la vegetación. Mapeamos la vegetación con detalle, para conocer las especies vencedoras o perdedoras, para saber cómo cambian de distribución, cuáles conquistan cuotas más altas buscando temperaturas más bajas... Por ejemplo, los drones resultan muy útiles en las zonas más altas», explica Paola Laiolo, investigadora de este instituto. Sobre el terreno hay ejemplos de innovadores negocios sostenibles que están ayudando a asentar población en zonas de montaña. Un grupo de 25 explotaciones frutícolas se aglutinan en torno a la cooperativa Biolord (Lérida), que producen diversas variedades de manzanas ecológicas a partir de 700 metros de altitud. Están en cinco comarcas de los Pirineos. «Nuestro objetivo es fijar población en el territorio», asegura Josep Pintó, presidente de la cooperativa. Venden su producción en tiendas y mercados ambulantes del área metropolitana de Barcelona, y otros puntos de España y Francia. Ya cuentan con talleres artesanales de zumos y sidra. «Abrimos oportunidades de negocio que antes no existían y damos argumentos para que la gente viva en estos entornos. La montaña ofrece oportunidades no explotadas. Por ejemplo, además de las manzanas, que en la montaña desarrolla todo su potencial organoléptico, también el cultivo de vid tiene muchas posibilidades. En otras zonas de España están desapareciendo estos cultivos por la sequía y altas temperaturas. Buscan otras condiciones climáticas y suelos más ácidos como los de montaña que garantizan vinos de mayor conservación». Biolord colabora con el Instituto de Investigación y Tecnología Agroalimentaria (IRTA) en proyectos de gestión de agua, mejora de productividad y control de las heladas primaverales. «Las parcelas cuentan con sensores de humedad en el suelo para economizar el agua todo lo posible. Además tenemos las mallas que cubren y rodean las explotaciones para impedir la entrada de plagas. Y en primavera instalamos termómetros para controlar las heladas. En función de los resultados de las temperaturas ponemos en funcionamiento sistemas antihielo como la microaspersión o máquinas de viento». Son negocios familiares que diversifican su actividad con el turismo rural, e incluso «comienza a aparecer profesionales del sector servicios», cuenta Pintó. Es el caso de la explotación Calp Felipó en Sant Llorenç de Morunys. Imma Bajona y David Vilalta gestionan 1,5 hectáreas dedicadas al cultivo de diferentes tipos de manzanas a 900 metros de altitud. «Tenemos sondas a diferentes profundidad que miden la humedad de la tierra para que el árbol esté siempre en su confort, regamos con goteo y con la hierba que cortamos hacemos un acolchado al pie de los árboles para mantener la humedad. Así regamos solo lo justo y no malgastamos agua. Además las mallas protectoras protegen los árboles de granizo y pájaros e impiden la entrada de plagas. También plantamos árboles resistentes al moteado producido por hongos». Cuentan con trampas con feromonas y hoteles de insectos donde la fauna auxiliar combate distintos tipos de plagas. Junto a esta explotación gestionan Era d'en Bella, tres alojamientos rurales sostenibles. La calefacción y agua caliente procede de energía geotérmica obtenida a través de tres pozos, la piscina es de electrólisis salina... Uno de estos apartamentos rurales se ha aislado con celulosa y corcho. Y recogen el agua de lluvia de sus tejados para su posterior uso agrícola. «En las zonas rurales para sobrevivir hay que tener varias actividades: agricultura, turismo rural... Es importante para dar vida a estos lugares. Algunos de nuestros clientes al final han alquilado o comprado casa en el pueblo cercano de Sant Llorenç de Morunys». La cooperativa Biolord, la explotación Calp Felipó y el proyecto Open2Preserve son ejemplos de que la preservación de nuestras montañas no está reñida con la aparición de negocios innovadores y sostenibles que impulsen el desarrollo de estos territorios y asienten la población.
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